Especial | La leyenda de Rafa Nadal, la retirada de un superviviente | Tenis | Deportes

Rafael Nadal ingresó hace 23 años en la élite (2001), cogió vuelo inmediatamente (2005) y fue recolectando éxitos hasta hoy, fecha del punto final. Tras lidiar durante los dos últimos años con los problemas físicos derivados de su última lesión en la cadera, el mallorquín ha decidido sellar uno de los viajes más apasionantes de la historia del deporte, plagado de subidas y bajadas, de épica y desconsuelo, de muchos más triunfos (1.080) que derrotas (227) y, sobre todo, de reconocimiento. En total, son 92 trofeos en la estantería, de los que 22 corresponden a grandes torneos y 63 a tierra batida. Se marcha Nadal distinguido como el mejor jugador de todos los tiempos sobre esta superficie y con el halo de haber sido un competidor modélico dentro de la pista; probablemente, como una de las mentes más privilegiadas del deporte, capaz de resistir a situaciones límite en los partidos y también a la incesante erosión de las lesiones, que le han privado de jugar durante más de cuatro años. En cualquier caso, siempre se levantó y se rebeló. Nunca desistió. Su derecha pesada y curvada hizo estragos en los rivales, testigos con el paso del tiempo de una magnífica evolución: del niño al hombre, del atleta al estratega, del rey de la arcilla al controlador de todos los dominios. Dos años después de que lo hiciera Roger Federer y con Novak Djokovic aún sobre el tapete, Nadal cierra finalmente el círculo. Este 2024 marca el final. Ya en dirección hacia el infinito de la historia, deconstruimos al campeón: fortalezas, debilidades, entorno y rivalidades.

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LA MANIOBRA
DEL ‘DRIVE’

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Nadal posee uno de los golpes más demoledores y reconocibles de la historia. Técnicamente, es su máxima expresión. Un arma prácticamente perfecta. Su derecha —equivalente al drive en el argot tenístico— hizo que se tambaleara el imperio de Roger Federer y obligó al genio a reinventarse para poder resistir el órdago. Arrollado una y otra vez, el suizo tuvo que reformularse en el crepúsculo de su carrera y dar un paso adelante para interceptar lo antes posible la trayectoria de la pelota con una nueva maniobra de revés. De lo contrario, estaba perdido.

La derecha de Nadal es un tiro con copyright. Con ella dicta, ordena, erosiona, castiga y desborda, especialmente sobre tierra batida. Es el termómetro ideal de su juego. “Es como si viniera contra ti un camión a 200 km/h”, la definió en su día el francés Paul-Henri Mathieu, refiriéndose a la violencia y la velocidad que alcanza la bola cuando el mallorquín efectúa una descarga. Si a John McEnroe o Stefan Edberg les caracterizaba su volea, a Novak Djokovic su revés o a Pete Sampras la silueta que dibujaba con el servicio, él deja una estela única con ese golpeo profundo y liftado que coge aún más fuerza con el bote.

Las mediciones dicen que su drive curvado puede alcanzar las 5.000 revoluciones por minuto, mientras que la media de los jugadores suele estar en las 2.500 rpm; Federer, otro experto con la derecha, hacía rotar la pelota a un máximo de 4.000 rpm, y los promedios de Andre Agassi o Sampras no llegaban a las 3.000; el de Nadal no bajaba de las 3.600. “Lanza su brazo hacia la bola con una violencia inaudita”, describía Andy Murray. En la ejecución, la cabeza de la raqueta parte por debajo de la cintura y tras hacer un recorrido horizontal —de izquierda a derecha y de abajo arriba del pecho—, acaba por encima de la cabeza.

2

LA MENTE,
FACTOR
DIFERENCIAL

Ladillo 2

Al vigor físico, Nadal añade un extraordinario poder mental. Si no único, desde luego muy exclusivo. Probablemente solo Björn Borg o Djokovic puedan resistir a la comparación desde este ángulo. Él suele reducirlo todo a la simple teoría del punto a punto, pero desde bien temprano demostró que psicológicamente estaba hecho de otra pasta. Su pensamiento no responde a un sofisticado catálogo de directrices más o menos complejas, sino a pura lógica: hay vida, hay esperanza.

Hombre racional —“normalmente tiene suerte el que lo hace mejor”—, se desmarca de teorías o análisis técnicos, y se concentra únicamente en la siguiente pelota. Y he aquí la clave: aquí y ahora, su lema en la pista. Solo así pueden comprenderse esas grandes remontadas y episodios tan inverosímiles como el de la final del Open de Australia de 2022, cuando doblegó a la Inteligencia Artificial en aquella apoteósica victoria sobre el ruso Daniil Medvedev. La probabilidad decía que, dos sets abajo y 0-1 en el tercero, sus opciones de ganar se reducían al 4%, frente al 96% del ruso. Pero este último, abrumado, se inclinó.

Rara vez ha sufrido despistes, no concibe la posibilidad de rendirse y los especialistas hablan de una fuerza mental superlativa. No es casual, por tanto, la hegemonía ejercida sobre la arcilla, el terreno más estratégico y sesudo del tenis. Numerosos profesionales coinciden en que no ha habido mayor suplicio histórico que el de encerrarse cinco horas con él en la Philippe Chatrier de París, y en que se eleva como uno de los indiscutibles símbolos de resiliencia en el deporte: por muy mal dadas que vengan, ahí está Nadal hasta el final, independientemente de cómo vaya el marcador. La virtud de no desfallecer le ha permitido escapar de situaciones inimaginables.

Aunque el tenis se juegue de extremo a extremo, de un lado al otro de la pista, requiere de un equilibrio indispensable para salvar los múltiples giros que esconden los partidos y un deporte en el que el profesional debe acostumbrarse a perder. “La derrota y la victoria son parte de nuestra vida, convivimos con ellas”, dice Nadal, “aunque lo normal es que perdamos prácticamente todas las semanas y tenemos que estar preparados para afrontarlo y no frustrarnos”. La “aceptación” de la adversidad, “saber escuchar” y “el punto intermedio de estabilidad emocional” son, según él, otros elementos fundamentales.


¿Cómo remonta Nadal un partido?

En la final del Open de Australia en 2022, el ruso Daniil Medvedev ya había ganado dos sets a Nadal. Pero entonces, cuando las probabilidades del español eran escasas, el partido cambió

Probabilidad de victoria (en %)

+ probabilidad de

ganar Nadal

+ probabilidad de

ganar Medvedev

12%-88%

En la mitad del tercer set, se produce un giro decisivo del partido cuando Nadal levanta un 0-40

6%94%

El peor momento del partido para Nadal

8%-92%

Medvedev se enfrenta al público. Nadal aprovecha y logra la rotura. Ahora sí, la tendencia anímica del duelo ha comenzado a invertirse

45%55%

Tras un intercambio de ‘breaks’, Nadal vuelve a la carga. Emocionalmente, Medvedev empieza a desmoronarse, frente a la fiabilidad creciente del mallorquín

48%52%

Medvedev, fatigado, reclama asistencia. El peso físico y, sobre todo, anímico empieza a pasarle factura

82%-18%

Nadal amenaza en cada saque de su rival. Finalmente, logra el ‘break’ para 3-2.

100%0%

Medvedev sigue precipitándose y Nadal termina imponiendo su temple. Pese a haberse salvado en la franja crítica, el ruso termina inclinándose. Y lo hace, porque así lo transmiten las métricas. Pese a haberse impuesto en puntos ganadores, en porcentaje de servicio y los puntos ganados al resto y cerrar con siete puntos más en el global, pierde.

Los intangibles del mallorquín prevalecen una vez más.

¿Cómo remonta Nadal un partido?

En la final del Open de Australia en 2022, el ruso Daniil Medvedev ya había ganado dos sets a Nadal. Pero entonces, cuando las probabilidades del español eran escasas, el partido cambió.

Probabilidad de victoria (en %)

+ probabilidad de

ganar Nadal

+ probabilidad de

ganar Medvedev

12%-88%

En la mitad del tercer set, se produce un giro decisivo del partido cuando Nadal levanta un 0-40

6%94%

El peor momento del partido para Nadal

8%-92%

Medvedev se enfrenta al público. Nadal aprovecha y logra la rotura. Ahora sí, la tendencia anímica del duelo ha comenzado a invertirse

45%55%

Tras un intercambio de ‘breaks’, Nadal vuelve a la carga. Emocionalmente, Medvedev empieza a desmoronarse, frente a la fiabilidad creciente del mallorquín

48%52%

Medvedev, fatigado, reclama asistencia. El peso físico y, sobre todo, anímico empieza a pasarle factura

82%-18%

Nadal amenaza en cada saque de su rival. Finalmente, logra el ‘break’ para 3-2.

100%0%

Medvedev sigue precipitándose y Nadal termina imponiendo su temple. Pese a haberse salvado en la franja crítica, el ruso termina inclinándose. Y lo hace, porque así lo transmiten las métricas. Pese a haberse impuesto en puntos ganadores, en porcentaje de servicio y los puntos ganados al resto y cerrar con siete puntos más en el global, pierde.

Los intangibles del mallorquín prevalecen una vez más.

¿Cómo remonta Nadal un partido?

En la final del Open de Australia en 2022, el ruso Daniil Medvedev ya había ganado dos sets a Nadal. Pero entonces, cuando las probabilidades del español eran escasas, el partido cambió.

Probabilidad de victoria (en %)

+ probabilidad de ganar Nadal

+ probabilidad de ganar Medvedev

12%-88%

En la mitad del tercer set, se produce uno de los puntos de giro decisivos del partido cuando Nadal levanta un 0-40 gracias a una dejada, una bola larga de Medvedev y una subida a la red

6%94%

El peor momento del partido para Nadal

8%-92%

Medvedev, encendido, se enfrenta al público. Nadal se aprovecha y, con 4-4, logra la rotura con un pasante de revés. Ahora sí, la tendencia anímica del duelo ha comenzado a invertirse de manera definitiva

45%55%

Tras un intercambio de ‘breaks’, Nadal vuelve a la carga. Emocionalmente, Medvedev empieza a desmoronarse. Las dejadas y las subidas a la red le condenan, frente a la fiabilidad creciente de Nadal

48%52%

Medvedev, fatigado, reclama asistencia. El peso físico y, sobre todo, anímico empieza a pasarle factura. La final ya se dirime sobre el terreno de lo mental

82%-18%

Nadal amenaza en cada saque de su rival. Finalmente, logra el ‘break’ para 3-2 con un derechazo paralelo sobre la línea.

100%0%

Medvedev sigue precipitándose y Nadal termina imponiendo su temple. Pese a haberse salvado en la franja crítica, el ruso termina inclinándose. Y lo hace, porque así lo transmiten las métricas. Pese a haberse impuesto en puntos ganadores, en porcentaje de servicio y los puntos ganados al resto y cerrar con siete puntos más en el global, pierde.

Los intangibles del mallorquín prevalecen una vez más.

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EL ORÁCULO
DEL TÍO TONI

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Nadal es un tenista fabuloso. Sin embargo, el relato seguramente hubiera sido muy distinto si su tío —tutor desde la infancia en el Club Tenis de Manacor— no hubiese intervenido de manera decisiva en su desarrollo. El técnico, amante de la cultura clásica y la formación en la base, fue quien advirtió unas capacidades fuera de lo normal en su sobrino y el que lo moldeó psicológicamente a partir de un método tan lógico como exigente. Lejos de concederle un trato preferencial por el parentesco, le reclamó el doble que a los demás y le condujo hacia escenarios que la mayoría de los niños no eran capaces de soportar.

“Nadie triunfa solo por su talento inicial, porque el talento final es el más determinante. Si estás dispuesto a trabajar más que los demás, al final tu talento será superior”, sostiene el preparador, partidario de un mensaje sencillo y directo —“todo se puede entrenar, también la voluntad”— que interiorizó rápidamente el tenista; “fui duro con Rafael porque entendía que así le ayudaría. Le puse las cosas difíciles, y creo que eso le ha ayudado a superar las dificultades. Nunca me ha gustado la queja, porque no te ayuda a mejorar. Lo importante es avanzar día a día y hacer las cosas lo mejor posible”.

Toni Nadal se expresa siempre a partir de un sentido formativo. Casado con Joana Maria Vives (profesora) y padre de tres hijos (Joan, Toni y Marta), considera que la educación es el punto de partida esencial en el desarrollo de cualquier sociedad y subraya la importancia de los docentes.

El preparador sostiene, además, que existe un déficit generalizado de humildad y una tendencia a la crítica hacia los demás, sin reparar en la responsabilidad individual. “La exigencia”, defiende, “debe empezar por uno mismo”. Así que desde bien temprano se lo hizo saber a su sobrino.

Desde el inicio, el preparador proyectaba un mensaje realista durante las charlas con su jugador, al que no admitía ningún tipo de excusa. Confiaba en que Rafael pudiera llegar lejos y llegara a convertirse en un tenista profesional, pero siempre y cuando fuera consciente de los elevadísimos peajes de la élite. Ahora, sin embargo, cree que los jóvenes reciben estímulos distorsionados, excesivamente “positivos”.

Admirador de la doctrina estoica, Toni Nadal siempre ha defendido que la adversidad es un factor determinante en el crecimiento personal y la capacidad de aguante un elemento clave a la hora de moldear la voluntad. La resiliencia por bandera. “La mejora constante fue el reto principal que le marqué durante los 27 años que estuve con él”, afirma.

El vínculo entre ambos se prolongó hasta 2018, cuando el técnico pasó a ejercer la dirección de la academia de su sobrino. En cualquier caso, Nadal ha seguido recurriendo al consejo de su tío hasta la última recta y transmite un mensaje muy similar en las exposiciones, a modo de continuación. “Tengo mi personalidad y mi carácter, pero siempre le pido su opinión, como a otros miembros de mi equipo y mi familia. Ha tenido un enorme impacto en mi educación”, recuerda el deportista, que en origen es diestro y de pequeño se desenvolvía bien con ambos brazos hasta que Toni, consciente de la dificultad que conlleva enfrentarse a jugadores zurdos, priorizó la izquierda para competir.

4

UN TRAJE
PARA CADA
SUPERFICE

Encorsetado históricamente como el mayor especialista sobre arena de todos los tiempos, Nadal ha ido destapándose con los años como un tenista camaleónico capaz de desenvolverse en las tres superficies: cemento, tierra y hierba. Dominador absoluto de Roland Garros, en su territorio fetiche tan solo ha perdido tres duelos y ha cosechado 112 victorias, sin encontrar apenas oposición. Controla a la perfección los espacios y el tiempo, el timing del juego y los códigos necesarios. Tan abrumadora es su hegemonía que la organización del torneo situó una estatua de tres metros con su figura en uno de los accesos principales. Sus deslizamientos abarcan toda la pista y su bola pesada martillea a los rivales hasta la extenuación. “Tendrá 65 años y seguirá ganando…”, profetizó en 2008 el murciano Nicolás Almagro.

La tierra es de Nadal, quien, sin embargo, también fue cogiéndole el pulso a la pista rápida hasta convertirse en un competidor feroz. En 2009 logró romper el maleficio español en Australia y un año después se entronizó en Nueva York, demostrando que su tenis no era de registro único. En pista dura, su golpeo ha ido perdiendo curva y haciéndose cada vez más plano con el objetivo de adaptarse a la tendencia actual, en la que priman la velocidad y la potencia. En este ámbito (porque así obliga) es un tenista más directo y frontal, menos especulativo. Además de dominar el manual de lo táctico y los intercambios de larga duración, también ha brillado con fuerza en el terreno de los pistoleros. De hecho, el mallorquín ha alzado los mismos grandes (seis) en cemento que reputados campeones como Agassi o Jimmy Connors.


Todos los títulos de rafa nadal

En sus primeros años, el 80% de sus títulos ganados eran sobre tierra

En sus últimos títulos,

predomina más la

pista dura

Todos los títulos de rafa nadal

En sus primeros años, el 80% de sus títulos ganados eran sobre tierra

En sus últimos títulos,

predomina más la

pista dura

Todos los títulos de rafa nadal

En sus primeros años, el 80% de

sus títulos ganados eran sobre

tierra

Primera victoria en

Wimbledon

En sus últimos

títulos,

predomina más la

pista dura

Desmentido el falso mito, también ha dejado una huella importante sobre el verde, donde paradójicamente, sus mayores éxitos (Wimbledon 2008 y 2010) no coinciden con la plenitud de su juego sobre el césped. Para siempre quedará la memorable final contra Federer, pero la exuberancia física de entonces dio paso en la treintena a una versión muy mejorada. Nadal ya no solo ganaba sobre hierba, sino que entendía definitivamente las peculiaridades de un enclave que apenas concede tiempo para pensar, y en el que los automatismos y los reflejos son determinantes. Más incisivo con el servicio y soberbio en la red, el gran Djokovic (2018), un mal día ante Federer (2019) y el infortunio muscular —renuncia a las semifinales contra el australiano Nick Kyrgios por lesión, en 2022— le impidieron constatar su crecimiento sobre el tapete de Londres.

5

PORTENTO FÍSICO*
(CON ASTERISCO)

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Pese a que conserva el espíritu de siempre, poco tiene que ver el Nadal de la veteranía con el de los inicios. La evolución del tenis y su propia carrocería han hecho que, con el paso de los años, tuviera que recortar todo lo posible su estancia en la pista con el objetivo de preservar su físico para dilatar su carrera. “Si me hubieran dicho que iba a estar jugando a estas alturas, pensaría que me estaban engañando”, apuntaba el mallorquín cuando había superado ya de forma holgada la treintena, en un pensamiento más que extendido. Cuando irrumpió en la élite, el sentimiento generalizado era el de que su trayectoria sería más bien corta y el de que su propio cuerpo le derribaría temprano.

De entrada, el síndrome de Müller-Weiss —afectación crónica en el escafoides del pie izquierdo— le atacó al poco de acceder al circuito profesional y con todavía mayor crudeza en el tramo final de su trayectoria. Sin embargo, sorteó el abismo las dos veces. Unas plantillas ortopédicas que ha mantenido hasta el final salvaron el match point del principio y los pinchazos, los analgésicos y la técnica de la radiofrecuencia le permitieron completar el recorrido completo, no sin poder evitar grandes dosis de dolor.

*Echando cuentas, Nadal se ha perdido más de cuatro años como consecuencia de los distintos contratiempos físicos que ha sufrido: pie, rodillas, espalda, muñecas, psoas ilíaco, apéndice, costillas, roturas musculares…

Pese al parte de guerra, Nadal ha logrado sobreponerse a casi todos los percances (su kriptonita) y cerrar un ciclo deportivo bastante más extenso de lo previsto. Con una fisonomía tan espectacular como explosiva —musculoso y pesado, alejado del prototipo fibroso y más bien liviano de un tenista de élite—, las carreras a toda pastilla y los escorzos agresivos fueron abriendo paso a un despliegue más contenido y menos visceral, dosificando las maniobras y las embestidas. Entre 2015 y 2016 tuvo que superar una fase de ansiedad y durante la última década, la nutrición ha sido otro factor primordial: nada de montañas de pasta (sin salsas grasas), el dulce imprescindible (“mi mujer me esconde el chocolate”) y una figura más fina (unos cinco kilos menos de lo habitual) para proteger las articulaciones.

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EMPATÍA
Y PASIÓN

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La capacidad para conectar con la grada ha sido otro de sus signos de distinción. Efusivo en las celebraciones, especialmente cuando era más joven y exageraba el serrucho —el gesto que hacía con el brazo tras lograr un punto, como si hubiera marcado un gol—, se ha ganado el favor del público aquí y allá. Y eso que cuando abrió la secuencia ganadora en París se las tuvo tiesas con el público de la Chatrier, hasta que poco a poco fue reconciliándose. Los triunfos fueron limando la aspereza y el vínculo derivó en una relación de afecto mutuo, al mismo nivel que con Melbourne, Londres o Nueva York. En todos los escenarios ha contado con el respaldo de la grada, y eso le ha aportado un gran plus.

El aficionado reconoce a un campeón con los pies en la tierra, humilde en la victoria y que no ha caído en el catastrofismo cuando se le han torcido las cosas. También le ha visto crecer, ha asistido al paso del niño ingenuo al hombre discreto más allá de los límites profesionales. Entregado por completo a su deporte. Nadal también iba para futbolista, pero escogió la raqueta —de nuevo, la influencia de su tío Toni— y junto con Federer y Djokovic ha sido el mejor elemento promocional de la época moderna. Si el suizo era la elegancia y el serbio el fuego, él ha representado ante todo la pasión, motor esencial para los éxitos. En términos competitivos, muy pocos con ese apetito y tanto filo.

Sobre el terreno, Nadal ha sido un verdadero generador de energías. Impacta en vivo por la violencia de sus golpes y la potencia de sus piernas, así como por debatir prácticamente todos los puntos; rara vez ha regalado uno. No se le recuerdan malos gestos —algún rifirrafe con los árbitros y muy puntualmente con el adversario— y se ha desempeñado con deportividad y compromiso, sin ser ajeno a lo que sucede al margen de su ámbito profesional. Más allá de los títulos y las cifras trasciende como un representante modélico que ha tratado de dignificar el sentido del deporte (superación) hasta las últimas consecuencias; consciente de su relevancia y la admiración que genera, del eco inspirador que han tenido sus gestas en las pistas, ha terminado convirtiéndose en un ejemplo global de motivación por su dedicación y comportamiento de principio a fin.

7

LA BATCUEVA
DE MANACOR

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Para él, no hay lugar más reconfortante ni propicio para trabajar día a día que la isla en la que nació. En un entorno tranquilo y más alejado del foco mediático que otros puntos geográficos del tenis nacional o internacional, Nadal siempre encontró en el calor hogareño el hábitat ideal para prepararse de cara a la competición, o bien para restablecerse de las lesiones de larga duración que le ha tocado afrontar. Manacor —unos 42.000 habitantes, a 55 kilómetros de Palma, al Este— le ha ofrecido calma, buen clima y también la posibilidad de refugiarse en el mar; esto último, una de sus predilecciones. Al mismo tiempo, le ha permitido estar junto a los suyos y tener paz mental.

Si Federer escogió Dubái para residir y Djokovic se instaló en Montecarlo y Marbella, él prefirió su tierra como centro habitual de operaciones. Todo estaba a mano: la familia, los amigos que conserva desde la infancia —como el extenista Tomeu Salvá— y gran parte de su equipo profesional; del técnico (e ídolo) Carlos Moyà al fisio Rafael Maymò, pasando por el preparador físico Joan Forcades. Allí ha ejercido de embajador y no son pocos los y las profesionales (Ruud, Murray, Osaka, Swiatek…) que se han desplazado para ejercitarse estacionalmente en las instalaciones de su academia, un ambicioso proyecto de formación. La inauguró en 2016, acompañado de Federer.

“Para mí, regresar a Mallorca significa volver a una vida normal. Y la normalidad me hace feliz. Aquí no soy Rafa Nadal, el tenista; aquí también soy Rafa Nadal, la persona”, ha matizado en más de una ocasión. El profundo arraigo que siente por su origen es otra de sus señas de identidad y difiere de la dinámica habitual de numerosas estrellas del tenis que apostaron por desarrollarse en el extranjero e instalar su base en centros de tecnificación de renombre; ahí están los ejemplos de Agassi, Hingis, Becker o Sharapova, esculpidos en Bradenton (Florida), o referencias más actuales como las de Carlos Alcaraz (Villena, Alicante), Stefanos Tsitsipas u Holger Rune (Niza).

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FEDERER Y DJOKOVIC:
EL ALIADO
Y EL ANTAGONISTA

Ladillo 8

Aquellos que conocen a fondo la historia del tenis coinciden en que no han visto rivalidad mejor alimentada que la que han protagonizado Nadal, Federer y Djokovic en la época moderna. Por calidad, por intensidad, por extensión. Por la plasmación del guion soñado. Un trinomio perfecto en el que cada uno ha asumido un rol diferenciado y complementario desde el punto de vista de la narrativa, tan importante en este deporte. Si al suizo uno se lo imagina jugando de esmoquin y al serbio con un maletín infinito de soluciones, a Nadal se le percibe como el guerrero de la espada. Durante dos décadas, los tres han litigado por ser el mejor de todos los tiempos y los números no dejan lugar a dudas: Nole sale victorioso. El de Belgrado domina en los cruces particulares, en la cifra de Grand Slams o de Masters 1000, y también en cuanto a semanas en lo más alto del ranking.

Si Nadal irrumpió a mediados de los 2000 para torpedear el indiscutible reinado de Federer —”Dios, esto me está matando…”, admitía el helvético entre lágrimas tras caer en la final del Open de Australia de 2009—, poco después se sumó Djokovic para consolidarse como la gran amenaza para los dos. Ahora bien, en la batalla afectiva el de Belgrado parece ir a remolque. Pese a la afinidad y la ausencia de fricciones reseñables entre ambos, más allá de las diferencias conceptuales que mantuvieron durante la gerencia del Consejo de Jugadores, el nexo histórico con el de Belgrado ha estado aderezado de tensiones. Volcánico y retador, el serbio siempre ha supuesto un verdadero azote para Nadal, y del mismo modo que este privó a Federer de un buen puñado de victorias, Nole ha supuesto tradicionalmente una espina para el español. “Rafael, tenemos un problema”, le advertía su tío Toni cuando descubrió el potencial del tercer contendiente. El pastel iba a dividirse finalmente entre tres.


La lucha por los Grand Slams

en los últimos 20 años

Cuando Rafa Nadal ganó por primera vez en París en 2005, Federer ya tenía cuatro Grand Slam en sus vitrinas. Desde entonces el ‘big three’ se ha repartido 66 títulos de los 83 que han jugado.

Así se han repartido los Grand Slams

La lucha por los Grand Slams

en los últimos 20 años

Cuando Rafa Nadal ganó por primera vez en París en 2005, Federer ya tenía cuatro Grand Slam en sus vitrinas. Desde entonces el ‘big three’ se ha repartido 66 títulos de los 83 que han jugado.

Así se han repartido los Grand Slams

La lucha por los Grand Slams en los últimos 20 años

Cuando Rafa Nadal ganó por primera vez en París en 2005, Federer ya tenía cuatro Grand Slam en sus vitrinas. Desde entonces el ‘big three’ se ha repartido 66 títulos de los 83 que han jugado.

Así se han repartido los Grand Slams

Mientras que Nadal y Federer acostumbraban a elogiarse públicamente y sus respectivas marcas le han sacado partido a la caballerosidad, en una especie de camino conjunto, Djokovic ha seguido una senda propia y más solitaria; mientras que los dos primeros emitían un discurso más eufemístico y prudente desde el ángulo competitivo, el tercero se desmarcaba sin disimulos, reconociendo abiertamente que quiere todos los récords habidos y por haber; frente a la complicidad de un lado, intercambios dialécticos más o menos velados del otro. En todo caso, entre los tres se han retroalimentado y multiplicado, y la ambición de todos ellos por acabar en lo más alto ha escrito una carrera a tres bandas sin igual. De poder a poder, Nadal, el aliado y la fuerza opuesta. Con el adiós del español, Nole queda como el último superviviente de la tríada que ha encumbrado al tenis los últimos 25 años.

Créditos

Coordinación y formato: Brenda Valverde Rubio y Guiomar del Ser

Diseño y dirección de arte: Fernando Hernández

Desarrollo: Carlos Muñoz

Infografía: Yolanda Clemente y Jacob Vicente

Vídeo: Antonio Nieto, Álvaro de la Rúa y Julia Jiménez Torres

Edición de audio: José Juan Morales 

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