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“Tenías que ser un tío duro, ahora son Hermanitas de la Caridad” | Relevo

Nacido en Las Palmas de manera circunstancial y criado en Córdoba, Paco Jémez (1970) se define como un tipo solitario, un talante forjado especialmente en su etapa en los banquillos. “Cuando eres jugador siempre estás con tus compañeros. Cuando eres entrenador estás más solo que la una y si las cosas van mal, más solo todavía”, analiza. Lo de ir mal lo tiene reciente, aunque no en el aspecto deportivo, sino por su salida prematura de Irán, donde entrenaba al Tractor Sazi, tras el ataque del país de Medio Oriente a Israel. A caballo entre Madrid y A Coruña, ciudades en las que viven sus hijas, Paco ha dejado atrás la intranquilidad que sintió en Irán y que contó a su vuelta a España.

Aquí desarrolló su carrera como futbolista en equipos como el Rayo Vallecano, el Súper Dépor o el Zaragoza, entre otros, y aquí le gustaría vivir su próxima experiencia en los banquillos. “Creo que aquí hay clubes que este año van a necesitar proyectos importantes para volver a Primera división o mantenerse. Con alguno ya estamos hablando de cara al año que viene”, reconoce quien quiso jugar de extremo izquierdo para seguir la estela de Maradona, a quien una apuesta en la Eurocopa de Bélgica y Holanda 2000 le costó “la melena” que nunca se volvió a dejar y un exjugador en quien José Antonio Camacho se sentía reflejado. “Antes no había coaches ni psicólogos en el fútbol. El que valía valía y el que no tenía la cabeza en su sitio normalmente no podía jugar a ese nivel. En mi época el fútbol era más duro, la permisividad era tremenda, tenías que pegarte con los delanteros, ser un tío duro, aguerrido; ahora son Hermanitas de la Caridad”, asegura Jémez, “uno de los pocos jugadores en el mundo que han perdido una Liga en el último minuto y de penalti”.

¿Cómo está siendo tu vuelta a España? Imagino que un poco más tranquilo que cuando saliste de Irán. Como suele decirse, saliste por piernas.

Sí, sí, tranquilo, ya volviendo a coger la rutina que dejé aquí hace un año y medio. Es empezar otra vez, porque siempre me suele pasar. Cuando sales fuera de España y estás tanto tiempo, tus hábitos y tus rutinas cambian por completo: la comida es distinta, el tiempo es distinto… Entonces, venir otra vez aquí es volver otra vez a empezar, a cambiar esos hábitos y esas rutinas. Es un sitio que conoces pero al principio es un poco incómodo porque has perdido la soltura con la que te solías desenvolver, pero bueno, se coge rápido. Esto es como montar bicicleta, nunca se olvida. Es empezar a darle, darle, darle hasta que ya empiece a ir prácticamente solo.

Al menos dormirás tranquilo. ¿Llegaste a temer por tu vida en algún momento? ¿Pasaste miedo real?

Miedo no, sí intranquilidad, porque vivíamos una situación que nadie sabía qué iba a pasar. La intranquilidad te viene, sobre todo, en las situaciones de no saber qué va a ocurrir. Nosotros hablábamos muy a menudo con la embajada, ellos nos tranquilizaban, pero claro, nos decían lo de siempre: ‘Paco, nosotros no sabemos lo que va a pasar. No te podemos decir: Pues no va a pasar nada o sí va a pasar”. El día en que se produce el ataque de Irán a Israel creo que tomamos la decisión correcta, que es salir de allí y volver a un sitio donde sí estamos más tranquilos, porque ya también cuando entras en esa dinámica muchas veces afecta a tu trabajo. Si tú no estás a gusto, no estás tranquilo, estás muy inseguro, eso al final afecta a lo que estás haciendo y eso es lo que yo no quería que nos ocurriera.

Hablábamos al día siguiente de tu llegada España sobre Irán pero también sobre México, donde viviste uno de los terremotos más importantes en la historia del país. ¿Cómo lo recuerdas?

Nos pilla concentrados. Jugábamos la Copa América con el América y tuvimos suerte porque estábamos en El Pedregal, que es una zona de México que está construida a las faldas de lo que fue un antiguo volcán. Entonces, eso es tierra volcánica cristalizada y por ahí normalmente las ondas de los terremotos se suelen propagar con bastante dificultad, porque es una zona muy pedregosa y muy dura. Nos habíamos sentado justo para comer y cuando yo fui a sentarme empezó a moverse todo, aquello fue muy fuerte. Se cayeron cristales, nos tuvimos que salir del hotel… De hecho, en aquel terremoto murieron casi mil personas, sobre todo, en el centro de Mexico, donde las construcciones no eran fuertes, hizo un daño terrible. Y claro, la experiencia que tú tienes de todo esto es de verlo en las películas, nada más.

Nosotros teníamos en el equipo dos chilenos, y los chilenos están muy acostumbrados a tener temblores en su país, porque hay muchos, pero nosotros cuando notamos el temblor, porque era un temblor fuerte, lo primero fue levantarnos y salir corriendo. La mayoría de la gente te sigue por inercia y yo recuerdo a estos dos chilenos. Fueron los primeros que salieron, pero ellos salieron andando. Íbamos todos corriendo y ellos iban andando. En Irán pasó algo muy parecido, nosotros estábamos muy intranquilos, pero la gente estaba tranquila, hacía su día a día normal, hay gente que está acostumbrada a ciertas cosas y lo toma como algo más o menos cotidiano. Ya han vivido ciento y una de ésas, no se ponen nerviosos. Llevamos un par de sitios, México e Irán, de experiencias muy bonitas y que deportivamente nos ha supuesto un desarrollo importante como profesionales, pero también hemos tenido la mala suerte de vivir situaciones que nos hubiera gustado no tener que vivir.

Ahora te pregunto por tu peor momento como entrenador, pero vamos a compensar un poco. ¿Cuál ha sido el mejor?

Bueno, cualquiera buscaría un ascenso, porque siempre en el fútbol pero más hoy en día todo está relacionado con los resultados, y si uno no tiene resultados parece que no has hecho las cosas bien, y puede ser, pero no siempre es así. Entonces, yo en mi carrera deportiva he conseguido, sobre todo, estar con equipos que más allá de haber conseguido grandes cosas o no sí han jugado al fútbol de la manera que a mí me gusta que jueguen. Yo recuerdo aquel Córdoba que jugamos los playoffs de ascenso siendo el segundo equipo con menor presupuesto de la categoría. Ese equipo jugaba… El Rayo. El Rayo ha jugado muy bien al fútbol durante muchos años. Las Palmas jugó muy bien al fútbol. Al final, muchas veces dices: ‘Es verdad, ascendí con el Cartagena’, de Segunda B a Segunda A, veinte años sin ascender y ascendimos. ¿Fue un momento bonito? Hombre, claro que fue un momento bonito, pero hay otros momentos en que no se ha conseguido ningún título o no se ha producido nada pero quedas muy satisfecho del trabajo que has hecho, sobre todo, por cómo se comportaba el equipo en el campo.

¿Cómo quiere Paco Jémez que se comporte su equipo en el campo? ¿Cómo eres como entrenador?

Miedo, que es posiblemente lo más difícil de quitarle a un jugador. El miedo es un sentimiento innato que tenemos las personas y que nos ha mantenido vivos desde hace millones y millones de años, y lo que hay que hacer es intentar convivir con él. Cuando me refiero a miedo me refiero a saber gestionar la presión, a gestionar los momentos difíciles. El miedo siempre te hace peor, siempre te hace más pequeño, no te deja sacar todo lo bueno que tienes y un profesional, si que realmente quiere estar a un nivel profesional de máximo nivel, tiene que dar todo lo que tiene y con miedo es imposible. Yo entiendo que lo primero que hay que hacer, lo que yo intento primero en mis equipos, es que sepan convivir con ese… llámalo miedo, llámalo presión. Que sepan convivir con ella y que sepan gestionarla y a partir de ahí podrán dar su mejor versión.

¿Cómo convivías tú con esa presión, con ese miedo, como jugador?

Los tiempos cambian. Ahora todo tiene mucha más repercusión, sobre todo, por el tema de las redes sociales. Muchas más cámaras en los campos, mucha más televisión. La época en la que yo jugaba mediáticamente es verdad que era lo más importante que había en el país, pero estaba muy lejos de lo que es hoy la retransmisión de un partido, y sobre todo el posterior. El posterior de 20 programas de televisión, 200 programas de radio, luego las redes sociales. Hoy en día haces cualquier cosa en el campo y te la están recordando. En mi época el tema de la presión era algo que aceptábamos con relativa normalidad, incluso muchas veces dependía de cada persona. Es decir, como que tú te autoimponías cuánta presión ibas a soportar.

“Antes no había coaches ni psicólogos en el fútbol. El que valía valía y el que no tenía la cabeza en su sitio normalmente no podía jugar a ese nivel”

Paco Jémez
Exjugador y entrenador de fútbol

Yo he tenido la suerte de jugar muchos años en Primera división, de jugar con la Selección, y ha habido momentos muy bonitos, momentos en los que siempre quería hacerlo bien y simplemente por eso ya eran momentos de muchísima presión. No existían los coches, no existían los psicólogos, no existía nada, era todo mucho más natural. Era selección natural pura y dura, el que valía, valía, y el que no pues no valía. El que no tenía la cabeza en su sitio normalmente no podía jugar a este nivel. Hoy en día hay mucho más recursos para los jugadores, para poder aliviar y llevar esa presión, pero también es verdad que hay mucha más repercusión mediática de todo lo que haces.

¿Cuál ha sido el peor momento que has vivido desde que empezaste a entrenar en 2006 en el Alcalá?

Me quedaría posiblemente con el descenso del Rayo. Tuvimos cinco años a un nivel espectacular y el último año mío descendimos. Ese descenso a mí me dolió particularmente porque creo que fue totalmente injusto. Creo que el equipo hizo méritos más que suficientes para, por lo menos, poder haber estado otro año más en Primera. Fueron muchos años allí de conseguir muchísimas cosas, de hacer que los equipos jugaran muy, muy bien, de que la gente se lo pasara bien en Vallecas viendo al equipo y me supo mal que el final de aquella etapa fuese con un descenso.

Yo aquel año me marché. Fíjate que yo no me suelo arrepentir de lo que hago, porque yo creo que las decisiones hay que tomarlas en el momento. Hay mucha gente que dice: ‘Oye, ¿te arrepientes de haber ido a Irán?’ Pues mira, no puedes valorar ahora lo que yo valoré hace un año y medio porque la información que tengo ahora es totalmente diferente a la que tenía entonces, es injusto. Es como decirle a un torero que si volvería a torear a un toro que le ha pegado una cornada. Una vez que te ha pegado la cornada tienes una información bastante diferente de antes de que te la pegara. Pero en aquel momento yo creo que aunque el equipo bajase -y es verdad que tuve una reunión con Raúl (Martín Presa, Presidente del Rayo Vallecano) e hicimos un esfuerzo por quedarme-, si volviera a estar otra vez en la misma situación posiblemente me quedaría en el Rayo. No me marcharía. Son errores, son errores que hay a veces. Bueno, tomas una decisión en un momento dado creyendo una cosa y luego, cuando pasa el tiempo, dices: ‘Pues si volviera al mismo sitio en el mismo momento, pues sí, la cambiaría’.

Un Rayo que, además, te había dado la oportunidad de debutar en Primera, doblemente.

Sí, nosotros veníamos desde Córdoba, de hacer una temporada espectacular como te he dicho antes y Felipe (Miñambres, director deportivo del Rayo Vallecano) habló conmigo, me dijo que quería que yo fuese el entrenador del Rayo. Yo tenía contrato con el Córdoba, pero hablé con Carlos (González), el presidente, pudimos rescidir y yo llegué con muchísima ilusión, porque el Rayo ha sido el equipo que me dio la posibilidad de jugar en Primera división como jugador y de entrenar en Primera división. Es decir, el Rayo para mí es un equipo que va a ser diferente a todos los demás, porque con él he vivido muchísimas cosas muy importantes para mi carrera, tanto como jugador como entrenador. Llegué a un sitio que conocía pero que te hace cambiar. La gente de Vallecas es diferente, el fútbol en Vallecas y cómo se vive es diferente. Pasar por Vallecas posiblemente sea una de las cosas mejores que me ha pasado en mi vida, no sólo profesional sino personal.

Hablas de Vallecas. ¿Cómo ves el tema del estadio? Que quieran trasladarlo, que la afición se oponga…

Siempre que tú quieres cambiar a un equipo de estadio va a pasar. Pasó con el Atlético de Madrid, nadie se quería ir del Vicente Calderón y ahora está todo el mundo encantado con el Wanda. Siempre que pasa esto normalmente hay conflicto porque la gente tiene su costumbre de tener su campo, el campo de Vallecas está muy cómodo porque está justo en el centro de donde vive prácticamente casi todo el mundo y los cambios normalmente suelen ser difíciles de aceptar.

“Vallecas ya va teniendo una edad, va teniendo goteras y ya mismo hay que ponerle hasta pañales, pero para la gente de Vallecas es su campo y moverlos de ahí va a costar”

Paco Jémez
Exfutbolista y entrenador de fútbol

Es verdad que el campo de Vallecas ya va teniendo una edad y va teniendo goteras y ya mismo hay que ponerle hasta pañales, pero para la gente de Vallecas es su campo y hay que entenderlo, que moverlos de ahí va a costar. ¿Qué pasa? Hombre, si llega el momento en el que hay que moverlos porque no queda otra, hay que intentar que sea en un sitio acorde con la calidad y con la categoría de un equipo como el Rayo Vallecano. Es decir, que no se le meta en cualquier sitio; que se sientan cómodos, que no va a ser su campo pero que poco a poco lo vayan asimilando y lo vayan haciendo. Yo creo que más tarde o más temprano eso tiene que pasar porque los campos, como todo, tienen su caducidad y hay un momento en el que hay que cambiar. Espero que el día que se haga sea para tener un campo mejor que el que tiene ahora el Rayo.

¿Siempre quisiste ser entrenador después de futbolista, Paco, o cuándo te lo empezaste a plantear?

Sí, fue una mala idea que tuve yo… (Sonríe). No sé cuándo me lo planteé, pero no, yo de jugador ni me lo planteaba, nunca se me había ocurrido. Es verdad que ya en los últimos años no eres tonto y tú vas viendo que esto ya mismo se acaba, que puedes alargar un año más, dos años más, pero que esto va llegando a su fin y entonces te planteas un poco el qué hacer. Cuando acabe, ¿qué va a pasar? ¿Qué vamos a hacer? Me empecé a sacar el título de entrenador ‘y ya luego iremos viendo qué pasa cuando me retire’. Ese mismo año acabé el tercer nivel, que era el que me faltaba, y me puse a entrenar muy prontito. Justo al año siguiente me puse a entrenar al Alcalá, que fue mi primer equipo como entrenador. Eso era como todo, yo dije: ‘Bueno, yo quiero ser entrenador’, pero había que probar porque no tenía ni idea si valía para esto o no. Una cosa es ser jugador y otra cosa es ser entrenador, son muy diferentes. Y arranqué. Me decía la gente: ‘Joder, ¿y te vas a ir a Tercera división de Madrid?’ Y yo: ‘¿Qué pasa? En algún sitio hay que arrancar, no voy a estar esperando a que me llame el Madrid para empezar en el Madrid’. Como el del chiste: ‘¿Tú de qué has hecho la mili?’ ‘Yo, de capitán general’. No, hay que empezar de soldados rasos. Pues me llamó el Alcalá de Henares y se lo agradezco muchísimo.

“Cuando eres jugador siempre estás con tus compañeros. Cuando eres entrenador estás más solo que la una y si las cosas va mal, más solo todavía”

Paco Jémez
Exjugador y entrenador de fútbol

Cinco meses estuvimos ahí y luego ya salté al Córdoba, y me gustó, al principio me enganchó porque ésta es una profesión muy vocacional que te tiene que gustar mucho porque tiene cosas muy bonitas pero tiene cosas muy feas. Ves el peor lado del fútbol, sobre todo, porque lo ves desde la soledad. Tú cuando eres jugador normalmente siempre estás con tus compañeros, tienes más apoyos por donde navegar. Cuando eres entrenador estás más solo que la una y si las cosas van mal, peor todavía, más solo todavía. Cuando van bien, bueno, la gente medio se te acerca, pero cuando van mal el primer parapeto eres tú, eso está ya inventado. Empecé en el 2007 y llevo 17 años casi de entrenador, o sea que vamos p’alante.

Tú te convenciste de ser entrenador pero ¿cómo se convence a un padre cantaor de flamenco de que su hijo quiere ser futbolista?

Me oyó un día cantar y dijo: ‘No, tú cantar no, dedícate a otra cosa. Lo que tú quieras, pero dedícate a otra cosa’. (Se ríe). Mi padre siempre me dio libertad para hacer. Yo empecé a jugar al fútbol pero a la vez estudiaba, eso sí que era innegociable, y como todos los niños tenía la ilusión de un día poder jugar en una división… Pero yo estudiaba. Yo estudié Ingeniería Técnica, hasta 2º, hasta que ya el fútbol era totalmente incompatible con la carrera. Y la verdad que tuve suerte porque mis padres no me dieron mucha bola. Es decir, no son como estos padres ahora que van con los niños, que se pelean con los padres de los otros, que insultan a los árbitros…

No, mi padre yo creo que fue a verme ya cuando tenía 17 o 18 años, ya por pesado, porque le dije: ‘A ver, ven a verme un día’. Y recuerdo, además, hice un partido de la leche, en El Arcángel, y cuando acabó el partido: ‘¿Qué? ¿Qué te ha parecido?’ Y me dice: ‘Pues bueno, pues no sé, la verdad. Pues no lo haces todo mal’. No era un tipo que te alegrara los oídos con relativa facilidad. Luego la cosa ya se puso más seria, vio que me iba a dedicar a esto y que ya podía ganarme la vida con esto y entonces sí se volvió un forofo empedernido y siempre que podía me veía y compartí con él momentos muy bonitos, desde lo deportivo, desde el fútbol. Le doy las gracias por ser un padre que no me dio ni bola, de verdad, porque creo que hubiera sido una presión añadida en una edad muy temprana. Yo creo que el gran mal de los padres es meterle presión a sus hijos en edades donde todavía no están preparados para soportarla.

Edades donde todavía no están preparados para soportarla. En esa edad tú querías jugar de interior izquierdo, como Maradona, ¿no? Pero no hubo forma.

Sí. Yo fíjate que era derecho, era malo técnicamente ahí pero quería jugar de extremo izquierda. Cuando llegué al Unión de Levante siendo alevín ya a medía casi 1.78-1.79, era el más grande de todos y a mí me vio el entrenador y dijo: ‘Paco, yo te veo más de central’. ‘Joder, central…’ Poco a poco me fueron retrasando, me fueron retrasando y ya me quedé de central ahí. No había que ser demasiado listo para darse cuenta de que yo no iba a jugar de extremo izquierda nunca, pero también es cierto que me lo dijeron en un momento bueno, cuando estaba empezando y ahí poco a poco me fui reconvirtiendo, le fui tomando el gusto a mi posición, porque una de las cosas que pasaba en mi época era que nadie quería jugar de defensa, lo mismo que nadie quiere jugar de portero. Pero es que no sólo te tiene que gustar tu profesión, sino que te tiene que gustar lo que haces. Yo era defensa y le fui cogiendo el gusto a defender, a retarme todos los partidos con un delantero, a ganarles los duelos y disfrutaba con lo que hacía, y yo creo que eso es muy importante. El futbolista que no disfruta con lo que hace en el campo o que quiere hacer otras cosas diferentes, al final está abocado al fracaso.

¿Qué recuerdas de aquel Maradona que te fascinaba? ¿Alguna imagen que tengas de él? ¿Qué fue lo que más te impactó?

Yo he tenido la gran suerte de vivir con Maradona mi niñez. No voy a entrar en discusiones, pero sin duda es uno de los mejores de la historia y seguirá siéndolo por siempre. Y luego Dios me dio la gran fortuna de poder jugar contra él en el Sevilla y yo en el Rayo. Tengo una foto muy chula, muy chula, muy chula, muy chula con él. Verlo de cerca cuando fue el ídolo, no mío, de toda la generación mía… Todo el mundo queríamos ser como él, lo veíamos en los programas de televisión… Recuerdo un anuncio que hacía de Coca-Cola y salía dando unas patadas al balón… Bueno, espectacular. Para los que queríamos jugar al fútbol fue nuestro camino. Y luego pasan los años y te lo encuentras en un partido, hay que ver las vueltas que da la vida y lo que parece que nunca va a pasar resulta que ocurre. Tuve la gran fortuna de poder marcarlo, de poder tener una foto con él y de disfrutarlo de verlo en el campo, porque era una auténtica delicia.

¿Cómo eras como central, marcando a tus oponentes?

Guapo, guapo. Yo era un tío guapísimo. La vida me ha tratado muy mal pero yo era un tío bastante guapo. Te voy a mandar otra foto con pelo también para que veas lo guapo que era, para que veas que no te engaño. (Bromea, nos reímos). Volvemos a lo que he dicho antes: otro tipo de fútbol, otros tiempos donde se permitía muchísimo más que se permite ahora, donde no había tantas cámaras, donde no había un VAR, donde los árbitros solo veían las zonas cercanas al balón… cuando lo veían. Era otra manera de jugar el fútbol. Muchos me dicen: ‘Oye, ¿y tú crees que tú podrías haber jugado hoy?’ Pues claro. Tú te tienes que adaptar a las nuevas normas, a los nuevos momentos, pero claro que podríamos haber jugado en esta época, lo que pasa es que nos tocó una época mucho más dura, una época donde la permisividad era tremenda, donde el fútbol era muy duro, muy duro. Durísimo… Yo veo un partido ahora y recuerdo los partidos que yo jugaba y joer, macho, vaya diferencia. Otros tiempos. Eras central, pues tenías que pegarte con todos los delanteros, tenías que ser un tío duro, tenías que ser un tío aguerrido, cada posición tenía sus características, pero, sobre todo, era un fútbol tremendo. Vamos, comparado con lo de ahora… Ahora son Hermanitas de la Caridad.

En esa dureza, ¿cuál ha sido el mayor rifirrafe que has vivido en un partido? Algún pellizquito que recuerdes…

Tengo muchísimos… Recuerdo un partido contra Alemania, aquello fue una batalla campal. Muchas veces no hacías las cosas voluntariamente. Había veces que sí, pero la mayoría de las veces era una cuestión de supervivencia pura y dura. He tenido que marcar a delanteros que medían dos metros y pesaban 110 kilos, por ejemplo, 100 kilos… Claro, yo medía 1.80 y he pesado 78, 79, 80 kilos. Yo tenía mis condiciones, tenía mis características, tenía mis virtudes y la mayoría de las situaciones era una pelea cuerpo a cuerpo. Claro, pelearte con un tío que mide 20 centímetros más que tú y pesa 20 kilos más que tú, pues no es fácil, necesitas ser muy agresivo. Y recuerdo partidos de en los córners, de todo: codazos, puñetazos, patadas, el árbitro miraba para un lado, pitaba para otro… Había de todo. No era siempre, indudablemente no era siempre, pero cuando los partidos se ponían atravesados, se ponían bragados…

Hoy en día se caen los jugadores pero se caen para perder tiempo. A mí me da mucho coraje que se pierda tiempo porque creo que le estamos haciendo mucho daño al fútbol. En mi época se caían porque se tenían que caer, no había más remedio que se cayeran… Mira, yo recuerdo mi debut en Primera División, fue en el Luis Casanova contra el Valencia marcando a Lubo Penev. Era un buen tallo. Lubo era un tío, aparte de muy buen jugador, era un tipo grande, con muy mala hostia y, claro, era mi primer partido en Primera. Imagínate, en el Luis Casanova marcando a Lubo Penev. Yo salí al campo con los ojos ensangrentados, llenos en sangre, y recuerdo aquel partido con Lubo durísimo. Empatamos y entro al vestuario y me dice Camacho: ‘¡Paco! ¡Muy bien! ¡Muy bien!’ Digo: ‘¿Cómo muy bien? Si he tocado dos balones’. ‘Pero le has matado a patadas. ¡Muy bien! Eso es lo que tienes que hacer’. Y encima tenías a alguno que te animaba… pues así nos iba. Como te digo, eran otros tiempos.

¿Enumeras algunos de esos zamarros con los que te mediste cuerpo a cuerpo?

Lo eran, lo eran… De Alemania, Jancker, era uno pelado. De aquella época tenías a Lubo Penev, Rommel Fernández, que en paz descanse, Dertycia, el pelado del Tenerife; Urzaiz… Se llevaba el delantero grande, el delantero fuerte. Normalmente casi todos los equipos tenían un delantero de ese tipo. Anton Polster, que luego fue compañero mío en el Rayo. Es decir, había delanteros de aquella época y luego tenías los típicos, te estoy hablando de Ronaldo, de Romario, de Bebeto, de Zamorano, otro estilo distinto, pero los grandotes eran muy grandes.

Empezaste en el Córdoba, de ahí pasaste al Murcia, luego al Rayo y llegas al Dépor, al Súper Dépor. Vaya época bonita viviste allí…

Sí, me tocó vivir una época bonita. Además fue una apuesta importante, porque yo sabía que Arsenio no contaba conmigo de inicio. Yo fui más un fichaje del Lendoiro que de Arsenio. Camacho, después de haber acabado en el Rayo, se fue al Espanyol en Segunda y él me quería llevar, pero claro, cuando me dijeron de ir al Dépor, que jugaba en Europa, que era el primer año aquel que había hecho… Y eso que me dijeron: ‘El entrenador no te quiere’. Digo: ‘Da igual, yo voy. Yo acabaré jugando’. Y, efectivamente, llegué y al principio no jugaba, al principio no conté para Arsenio mucho pero acabé jugando y fue un salto grandísimo. Fue un salto del Rayo, de un equipo que peleaba por la permanencia a un Dépor que empezó a transformarse sin que nadie se diera cuenta y sin que nadie supiera por qué. Y que luego fuese capaz de ganar Liga, de ganar Copa del Rey, de ganar Supercopa… Fue una época muy bonita en Coruña sobre todo porque nadie se lo podía esperar de un equipo como el Deportivo, que había estado un año en Primera, dos en Segunda y no tenía una historia detrás como para pensar que ese equipo pudiera estar peleándose con los grandes de este país. Ha sido también de las cosas más bonitas que he vivido como jugador.

¿Cuál fue la clave para ti de ese Súper Dépor de los Bebeto, Donato, Mauro Silva, Fran…? Daba gusto ver jugar a ese equipo.

Pues mira, indudablemente eso fue mérito de Augusto César Lendoiro, que fue el que promovió, el que buscó, el que trajo y el que potenció que un equipo que podía estar en Segunda, algún año en Primera, empezara a poder codearse con el Madrid, con el Barça, con el Atlético de Madrid… También en otra época. Yo creo que hoy en día eso es más complicado, porque traer a un Bebeto, Mauro Silva… tienes que tener mucho dinero para poder traerlo, y creo que antes había también, a ver si me explico, más jugadores de alto nivel.

Hoy en día los jugadores de alto nivel están sólo en el Madrid, en el Barça, en el Atlético. Bueno, alguno está en algún otro equipo pero en la época en la que yo jugaba nosotros teníamos a Bebeto, teníamos a Mauro Silva, teníamos a Fran… Teníamos jugadores de un nivel altísimo. Pero es que el Valencia también los tenía, y es que el Sevilla tenía a Davor Suker, fichó a Maradona… Pero es que te ibas al Celta y tenía a Gudelj y tenía a Revivo y tenía a Mostovoi. Es decir, yo creo que ese nivel medio-alto era mucho más grande, había muchos más jugadores para todos los equipos de los que hay ahora. No sé por qué, o a mí me da la sensación, que ahora hay menos jugadores de ese nivel medio-alto y los pocos que hay están contados y valen muchísimo más dinero. Yo creo que ésa fue un poco la clave y, luego, el arroparlos muy bien. Augusto fue capaz de traer a López Rekarte del Barça, a Aldana, a Martín Vázquez, a Begiristain, Claudio, Manjarín… Me trajo a mí, a Donato, a Alfredo del Atlético de Madrid… Fue capaz de formar alrededor de esos jugadores a un muy buen equipo.

¿Cómo convenciste a Arsenio Iglesias? ¿Cómo era? Un hombre con un perfil tan auténtico en el mundo del fútbol.

Si tú preguntas a todos los jugadores que hemos tenido la gran fortuna de tener a Arsenio todos te van a decir lo mismo: que era como un padre. Todos. Yo creo que es lo primero que te sale. Era un tipo muy gallego, galleguísimo, un tipo tremendamente entrañable. Es difícil encontrar en el fútbol personas como él. Desgraciadamente, nos ha abandonado hace poquito tiempo y yo guardo un recuerdo fantástico. Siempre que me veía: ‘¡Paquiño, Paquiño!’, me daba un abrazo, siempre cariñoso. Era un tipo excepcional, de verdad. Y, fíjate, que muchas veces los jugadores hablan de los entrenadores en función de si juegan, si no juegan… Parece que la visión es diferente. Fue un entrenador con el que no jugué demasiado y, sin embargo, mi opinión de él está muy por encima de eso. Ojalá hubiera más personas como ésa en el fútbol.

“Debo ser de los pocos jugadores en el mundo que han perdido una Liga en el último minuto y de penalti”

Paco Jémez
Exjugador y entrenador de fútbol

Ganasteis Copa, Supercopa… y ¿cómo recuerdas la liga que se os escapa con aquel penalti de Djukic que recordamos cada año? Y tú, a lo mejor, con alguna frecuencia más.

Cada año, cada mes y cada día. Sí, yo debo ser de los pocos jugadores que hay en el mundo que han perdido una Liga en el último minuto y de penalti. Ya me gustaría tener otro récord pero tengo ése. Aunque todo apuntaba que sí, se ve que no era el momento, el momento fue unos años después. Pero fue una pena porque yo creo que nos lo merecíamos. Ese equipo hizo una temporada realmente espectacular, puso las bases para lo que fue luego el Dépor posterior y hubiera sido un gran regalo para nuestra afición haberla ganado en ese momento y también para muchos de nosotros, que la única oportunidad que íbamos a tener de ganar una Liga fue ésa. Se nos fue y ya no pudimos. Es verdad que ganamos la Copa, Supercopa, pero era la oportunidad de ganar una Liga y se nos escapó, y se nos fue y nos quedamos sin ella. Menos mal que no hubo que esperar demasiado ni hubo que lamentarse demasiado y se consiguió un poquito más tarde.

Llegó en el 2000 aunque tú ya no estabas en el Dépor, te habías marchado al Zaragoza, pero sí estabas en aquella última jornada a la que llegáis dos puntos sobre el Barça y vivís ese penalti que se atreve a lanzar Djukic. El lanzador era Donato, ya había sido sustituido y Bebeto estaba en el campo pero no quiere lanzarlo y Djukic da un paso adelante. ¿Cómo recuerdas aquella escena?

Mira, Donato había jugado todos los partidos, o casi todos, y todo los penaltis que había que tirar… Es verdad que Bebeto el año anterior había fallado un par de ellos y dijo que ya no tiraba más penaltis, de hecho, él no tiró ningún penalti ese año, pero fíjate lo que son las cosas: te presentas en el último partido y uno de los cambios que hace al final Arsenio es Donato y justo se produce el penalti. Bueno, pues Djukic los tiraba muy bien y era uno de los que los tiraba en los entrenamientos y decide tirarlo. La suerte fue esquiva y lo falló. Era un penalti de muchísima presión, era un penalti de muchísimo peso, no era un penalti cualquiera, no era un penalti de un partido de liga normal. Era un penalti para ganar una Liga, para hacer historia, y pasó así. No hay que reprocharle nada a nadie, al revés, todo lo contrario, creo que Djukic fue lo suficientemente valiente como para tirarlo. Yo lo recuerdo con mucha tristeza porque para muchos de nosotros fue, como dicen aquí, una torta con la mano abierta porque lo teníamos tan, tan, tan en la mano y era tan, tan nuestro… que se nos escapara así, de un penalti a otro, pues nos resultó muy injusto.

Eso fue en el 94 y en el Valencia volvéis a vivir ante el Valencia otra final, en este caso ‘La final del agua’ en el Bernabéu. Has vivido situaciones de todos los colores, ¿no? Lo tuyo…

Yo soy un imán… para lo malo. (Se ríe). No sé si se habría vivido alguna vez que una final se tuviera que suspender. Es que caían unos granizos como mi puño de grande, algo espectacular, y luego es verdad que se reanuda y fuimos capaces de con aquel gol de Alfredo ganar una Copa y darle una satisfacción a nuestra afición tremenda.

“El fútbol muchas veces te hace llorar y otras veces te hace reír, como la vida. Una comedia y luego una tragedia y luego otra comedia…”

Paco Jémez
Exjugador y entrenador de fútbol

Para mí fue mi primer título también, para muchos de nosotros fue nuestro primer título en el fútbol español y de alguna forma sirvió para mitigar todo el dolor y toda la pena y todo el llanto que tuvimos que pasar el año anterior. El fútbol tiene estas cosas, muchas veces te hace llorar y otras veces te hace reír, y es así, como la vida, una comedia y luego una tragedia y luego otra comedia y luego otra tragedia… Y así vamos surcando el camino de la vida.

Un camino que te llevó a Zaragoza, donde ganas otra Copa del Rey, te conviertes en internacional. Imagino que también fue una etapa muy importante para ti después del Dépor.

Sí, sobre todo porque estuve cinco años y medio en Zaragoza, allí nació una de mis hijas, he pasado mucho tiempo y guardo algún cariño especial y allí es donde, nada más llegar, fui internacional. Yo creo que eso fue por el trabajo previo del Deportivo, porque prácticamente no había jugado un par de partidos de Liga con el Zaragoza y Camacho me llama para la Selección. Esos son los momentos de tu vida que no olvidas nunca: ser internacional, cuando debutas, cuando debutas en Primera División… Esas cosas son importantes y siempre las asocias a un sitio, que es donde estás.

Como dices, me tocó irme del Dépor. También hubo la oportunidad de seguir, pero también creía que era un momento para cambiar de aires. El Dépor estaba creciendo a un ritmo brutal y me aparece el proyecto del Zaragoza y a mí me encanta. Me lo propone Pedro Herrera y allí pasó otros cinco años y pico de mi carrera fantásticos, donde jugué todo. Es un sitio al que siempre que puedo me escapo, dejé muchísimos amigos y siempre hay una comida o una cena pendiente. Me encanta pasar por Zaragoza.

Es Camacho quien te convierte en internacional, lo habías tenido como entrenador en tu debut, lo contabas antes, pero… ¿quién tiene más genio de los dos?

Ufff. Lo hemos hablado muchas veces cuando nos juntamos en vacaciones, porque tenemos muy buena amistad y muchas veces me decía eso: ‘Joer, Paco, es que yo te veía a ti de jugador y me veía a mí’. Y yo he aprendido muchísimas cosas de él, como jugador y como entrenador, pero es verdad que tenemos un carácter muy, muy parecido. Extremadamente parecido. Yo me veo ahora muchas veces en los vestuarios y me recuerdo a él. Me recuerdo mucho a él, sí. Entre que somos de carácter muy parecido, y que hemos trabajado mucho tiempo juntos, pues yo creo que se nos ha pegado todo. A mí más, por supuesto, que a él de mí.

¿Algún recuerdo especial que tengas de aquella Eurocopa?

Casi siempre te vienen los malos recuerdos más que los buenos. Otro penalti. Mi carrera está llena de penaltis. Aquel penalti que falló Raúl que no nos permitió, por lo menos, poder pelear con Francia, que a la postre fue campeón de Europa. En aquel partido, si me tengo que acordar de algo… de eso y de que ahí fue donde me pelé, en una apuesta.

¿A qué apostaste?

Fue cuando le ganamos a Yugoslavia. Todo el mundo decía: ‘Es que Yugoslavia, hay que ganar…’ Digo: ‘Vamos a ganar bien y vamos a pasar, tranquilos’. ‘No, es que tú…’ ‘Tú qué dices, ¿que no pasamos?’ ‘Yo te digo que sí vamos a pasar y vamos a pasar bien. Y como vamos a pasar me voy a pelar’. Y recuerdo que estaba delante Sergi Barjuan, el del Barça. Y, efectivamente, ganamos el partido, y justo cuando entro en el vestuario estaba Sergi con una máquina de estas de pelo en la mano. Digo: ‘Joder, anda que se le ha olvidado al cabrón’. Y, total, me sentaron ahí en mi silla y me pegaron mi peladito, y ya me quedé tal y como estoy ahora.

¿Nunca más volviste a dejarte crecer el pelo?

Nunca jamás.

Una apuesta cambió tu look para siempre.

Perdí mi pelo en Bélgica.

Dices que tu carrera está marcada por los penaltis, pero también por las incógnitas hasta el último partido porque con el Zaragoza en aquella Liga que gana el Dépor vosotros estáis en la pelea otra vez con el Valencia y el Barça de por medio, hasta el último partido, en Mestalla.

Sí, se tenían que dar unas carambolas un poco raras, pero si nosotros ganábamos, perdía el Dépor, perdía el Barça y demás… podíamos ser campeones de Liga. También fue muy bonito poder llegar con el Zaragoza a ese último partido en esa tesitura, estuvo bastante bien. Sabíamos que ser campeones era muy complicado porque se tenían que dar muchas, muchas carambolas, pero también fue el inicio de un equipo que hizo muy bien las cosas. En el Zaragoza fuimos capaces de crear un equipo muy competitivo que duró muchos años y que nos dio muchas alegrías a todos.

Entre esas alegrías, ¿cuál es el compañero con el que más has disfrutado en el campo?

¿De mi equipo o rival?

Me refería a tu equipo, pero ya que te pones, de los dos.

Bueno, rivales está clarísimo, no hay ninguna duda. Para mí ha sido el mejor pero de largo: Ronaldo, el delantero, como le llamábamos nosotros: Ronaldo ‘El gordo’. Ése ha sido el mejor delantero, el mejor jugador que he visto en un campo de fútbol de mi época. Mucha diferencia, era un portento.

Como compañero, si me tuviera que quedar con alguno, yo nunca he visto a nadie rematar como remataba Bebeto. La capacidad que ese jugador tenía para meter siempre el balón entre los tres palos era algo fuera de lo normal. Y luego técnicamente era tremendamente fino, tremendamente elegante.

Hablando de futbolistas, la semana pasada tu hija decía en el pódcast ‘La influencia’ que tú siempre le has dicho que nunca esté con un futbolista. ¿Te pregunto por qué?

Yo le tengo prohibido relacionarse con cualquier tipo de ser humano masculino. (Bromea). Mi hija ya es mayorcita. Se dedica también a este tema de Instagram y demás. Yo creo que en eso es más su madre que yo. Es decir, como su madre ha tenido que convivir conmigo, que he sido futbolista y sabe lo difícil que es eso, creo que ese consejo se lo ha dado más ella que yo. Yo, definitivamente, no es que sea futbolista, yo le digo que no se relacione con ningún ser de esta tierra que sea del género masculino. Prohibido. Fuera.

Fácil, fácil no has sido entonces, ¿no?

No, no, no. Yo siempre se lo he reconocido a mi mujer. Soy una persona extremadamente complicada para aguantarme. No me aguanto ni yo. Yo hay días que no me aguanto a mí mismo, imagínate que me tenga que aguantar otra persona. Debe ser… Tiene mucho mérito.

¿Cómo eres? ¿Es una cuestión de carácter esa dificultad para aguantarte o qué es?

¿Sabes lo que pasa? Una vez que ya te haces entrenador te acostumbras, por razones de trabajo, a vivir mucho tiempo solo y la gente como que te estorba, como que para un ratito está bien, pero ya para mucho… no. Por supuesto, quitando la familia, indudablemente. Yo con mis hijas ojalá pudiera estar las 24 horas. Pero mira que tengo amigos, tengo gente, y mí me encanta, pero un ratito, no hay que forzar la situación. El otro día veía un vídeo muy divertido en internet en el que salía un tipo diciendo que en un estudio que ha hecho ha comprobado que en relación presencial una persona puede aguantar a otra como mucho como mucho 3-4 horas al día, como mucho, pero imagínate estas personas que están veinte horas juntas. Es que eso no puede acabar bien. Entonces, como entrenador, cuando te acostumbras a estar más tiempo solo que acompañado, no voy a decir que moleste la gente -porque la gente no molesta- pero buscas tu comodidad, lo que es para ti cotidiano. Y, para mí, ¿cotidiano qué es? Bueno, pues de las 24 horas pasar igual 16 o 18 solo.

“Convivir con un entrenador es pegarte un tiro, tirarte por la ventana desde un séptimo piso. Es una cosa de locos. Yo no se lo deseo a ninguna mujer del mundo”

Paco Jémez
Exjugador y entrenador de fútbol

Entreno, por ejemplo, ahora en Irán. Entrenaba con los jugadores, hacía lo que tenía que hacer, te veías en la comida pero la mayoría del tiempo del día la pasas solo. Claro, de golpe y porrazo ahora llega a un sitio donde ¡pum!, los amigos, tu familia, no sé qué, tal… Hay que llevarlo con tranquilidad. Lo mismo que te acostumbras a vivir solo y luego te cuesta mucho trabajo acostumbrarte a vivir con personas, cuando te acostumbras a vivir con personas y luego tienes que vivir solo lo pasas realmente mal. Yo creo que por eso soy una persona difícil de convivir, porque tengo esos altibajos de ahora convivo, ahora no, ahora sí, ahora no… Eso conlleva tener que conocer muy bien a la persona, saber cuándo hay que dejarlo solo, cuándo hay que acompañarlo. Por eso digo que tiene mucho mérito todos los años que me ha aguantado mi mujer. Espero que Dios se lo recompense en otra vida.

Te consideras entonces un tipo solitario.

Sí, sí, sí. El fútbol me ha vuelto solitario. O mi profesión, el ser entrenador, me ha vuelto solitario, sí. Y me he acostumbrado a vivir solitario, no por vocación -a mí no me gusta estar solo, ni muchísimo menos-, pero creo que vivo en un mundo donde no vas a tener a nadie, salvo a tus compañeros de trabajo -o si tienes a tu familia-, y creo, fíjate, que desde la soledad se lleva mejor la profesión, porque si como jugador es difícil, como entrenador ya ni te cuento. Convivir con un entrenador es pegarte un tiro, tirarte por la ventana desde un séptimo piso. Es una cosa de locos. Yo no se lo deseo a ninguna mujer del mundo. Entonces creo que es casi hasta necesario si te vas a dedicar a esta profesión que seas más bien solitario.

Solitario aunque ahora con más compañía en este impás sin entrenar. ¿Hasta cuándo? ¿Con qué miras afrontas el futuro?

El otro día me decía un periodista: ‘Oye, ¿y tú qué prefieres?’ Pues yo qué voy a preferir, quedarme en España, joder. ¿Qué prefieres, jamón o palillito de pan? Hombre, pues jamón, jamón del bueno, claro, ¿qué prefiero? Mi idea es intentar encontrar un proyecto deportivo, primero, que me agrade. Yo no estoy mayor ni muchísimo menos pero no estoy para, como dicen en el pueblo, ya no estoy para tonterías. Y con esto, ¿qué quiero decir? Quiero decir que a mí el club que me quiera me tiene que mostrar un proyecto. Un proyecto no quiere decir que vayamos a ganar, no, no. Un proyecto de seriedad, un proyecto bonito, un proyecto de querer crecer juntos.

Es decir, lo que yo entiendo que es bueno para un club y que es bueno para un entrenador, y espero, desearía que sea aquí en España. Si no es aquí en España y es fuera, pues cogeremos las maletas y saldremos otra vez pitando a ver qué es lo que nos depara en esta ocasión el futuro. También creo que aquí hay clubes que este año van a necesitar proyectos importantes para bien volver a Primera o mantenerse. Con alguno ya estamos hablando de cara al año que viene y espero que pueda surgir una posibilidad de entrenar en España porque al final es lo que queremos todos los entrenadores españoles, trabajar en nuestro país, no tener que andar por ahí. Pero bueno, que tampoco lo descarto ¿eh?

Pues nada, si tienes que hacer maletas, mucha suerte, y si te quedas por aquí, también, y nos vemos por los banquillos pronto.

Maletas voy a tener que hacer igual. (Sonríe).

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