(CNN) – Las sorpresas de octubre se suceden a un ritmo vertiginoso. Pero la cuestión es si las graves crisis nacionales e internacionales pueden romper el empate entre Donald Trump y Kamala Harris en unas elecciones que ya han estado marcadas por una gran agitación.
La Casa Blanca está lidiando con tres desafíos que podrían amenazar las esperanzas de la vicepresidenta y ofrecer una apertura a la narrativa del candidato republicano sobre la negligencia de la era Biden. A un mes de las elecciones, EE.UU. se enfrenta a la grave posibilidad de verse arrastrado a un conflicto en Medio Oriente; una huelga de trabajadores portuarios podría afectar a los consumidores, preocupados por la inflación; y la presión política está aumentando como consecuencia del huracán Helene.
Trump, por su parte, fue golpeado este miércoles al hacerse público un documento de 165 páginas en el que el fiscal especial Jack Smith da la imagen más completa del caso federal de interferencia en las elecciones de 2020. El expresidente se declaró inocente, pero la presentación volvió a enfatizar su intento de robar las últimas elecciones en el frenético final de una campaña parcialmente moldeada por las afirmaciones de los demócratas de que supone una amenaza existencial para la democracia estadounidense.
Cada situación pone de relieve las vulnerabilidades potenciales de ambos candidatos mientras los votantes se deciden. El trío de pruebas al que se enfrenta Harris conlleva posibles consecuencias económicas, políticas y humanitarias si el Gobierno se equivoca. Y el nuevo escrutinio del comportamiento de Trump tras las elecciones de 2020 podría hacer que algunos votantes cuestionen de nuevo su idoneidad para el Despacho Oval.
Uno de los aspectos más desconcertantes de las elecciones de 2024 es que un expresidente acusado de intentar subvertir las elecciones anteriores tenga incluso posibilidades de ganar estas.
La profundidad de la supuesta trama de robo de elecciones de Trump quedó al descubierto en la presentación de Smith, que dijo que “utilizó ampliamente actores privados y la infraestructura de su campaña para intentar anular los resultados de las elecciones”. Smith, tratando de eludir la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de este verano que concedió a los presidentes inmunidad sustancial por actos oficiales, añadió que Trump “operó a título privado como candidato a un cargo”.
En una de las partes más condenatorias de la presentación, Smith dijo que tenía pruebas que demostraban que el entonces presidente dijo a los miembros de su familia: “No importa si ganaste o perdiste las elecciones. Tienes que luchar como un demonio”.
Trump afirmó falsamente que toda su exposición legal prueba que el Gobierno de Biden armó a la justicia contra él para entrometerse en estas elecciones. El portavoz de la campaña, Steven Cheung, afirmó que “el presidente Trump está dominando, y los demócratas radicales en todo el Estado profundo están entrando en pánico”.
Trump también obligó a sus compañeros republicanos a adoptar sus falsas afirmaciones de fraude en 2020. En el debate vicepresidencial del martes, su compañero de fórmula J.D. Vance no se atrevió a decir públicamente que su jefe perdió las últimas elecciones.
Aunque los votantes republicanos parecen dispuestos a tragarse la falsa narrativa de Trump, sigue sin estar claro hasta qué punto los acontecimientos de hace cuatro años siguen pesando en la mente de los votantes de los estados indecisos y en qué medida, si es que lo hace, el documento revelado de Smith marcará la contienda.
La mayor vulnerabilidad de Harris puede residir en la sensación de que la normalidad pospandémica que Joe Biden se comprometió a restaurar en 2020 aún no se ha hecho realidad, mientras los republicanos argumentan que el liderazgo demócrata se ve superado por la cascada de acontecimientos en el país y en el extranjero.
Una guerra largamente temida entre Irán e Israel podría obligar a Estados Unidos a enfrentarse a Teherán tras más de cuatro décadas de antagonismo por vía de otros y poner a los estadounidenses en peligro. Cualquier crisis energética podría disparar los precios de la gasolina y hacer añicos las credenciales económicas de Harris.
El paro portuario está haciendo que el Gobierno se debata entre su apoyo a los sindicatos y la necesidad imperiosa de evitar la escasez en los supermercados y la subida de los precios. Mientras tanto, Helene es el segundo huracán más mortífero que ha azotado el territorio continental de Estados Unidos en los últimos 50 años, después del Katrina en 2005, que se convirtió en un símbolo de cómo los desastres naturales mal gestionados pueden crear cataclismos políticos.
“Miren el mundo de hoy: miren los misiles que vuelan ahora mismo en Medio Oriente, miren lo que está pasando con Rusia/Ucrania, miren la inflación que está destruyendo el mundo. ¡NADA DE ESTO OCURRIÓ MIENTRAS YO ERA PRESIDENTE!”, escribió Trump en la red social Truth Social el martes. Su argumento ignora el caos diario que se desató cuando él estaba en el cargo. Pero a diferencia de 2020, en medio de su fallida gestión de la crisis de la covid-19, Trump no está en el cargo y su puesto podría ser un argumento electoral contra el actual Gobierno. Las crisis proliferantes también permiten a Trump revivir uno de los temas clave de su campaña: que él ofrece fortaleza y Harris y Biden son débiles.
Cada uno de los problemas que se ciernen sobre la carrera hacia la Casa Blanca podría calificarse como el cliché sorpresa de octubre. Sin embargo, su impacto es difícil de evaluar, ya que los numerosos giros de esta campaña aún no han tenido una repercusión decisiva. Trump, por ejemplo, fue condenado por un delito y ha escapado a dos intentos de magnicidio. Un presidente en funciones que se presentaba a la reelección abandonó su campaña pocos meses antes del día de las elecciones.
Aun así, tras el debate vicepresidencial del martes por la noche, no hay ningún acontecimiento programado que ofrezca la perspectiva de un giro importante en la campaña. Esto significa que la gestión eficaz de las crisis que surjan podría ser aún más vital.
En teoría, cualquier acontecimiento podría tener una enorme importancia entre los cientos de miles de votantes de un puñado de estados indecisos que definirán estas elecciones. Harris tiene una estrecha ventaja en algunas encuestas nacionales, pero la mayoría de las encuestas en los estados indecisos no muestran un líder claro y los márgenes están dentro de los errores de muestreo.
Es difícil imaginar un factor intangible más inoportuno a pocas semanas de unas elecciones que una crisis de seguridad en Medio Oriente, una región que ha confundido a los presidentes estadounidenses durante décadas.
Tras la ofensiva terrestre de Israel en Líbano y la muerte en un ataque con misil del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, la región se encuentra aún más en el filo de la navaja después de meses de guerra de Israel contra Hamas en Gaza, tras los atentados terroristas del 7 de octubre. Estados Unidos y sus aliados ayudaron a repeler el ataque con misiles balísticos de Irán contra Israel esta semana, pero la atención se desplazó ahora a la respuesta de Israel tras la advertencia del primer ministro, Benjamin Netanyahu, a Teherán de que ningún lugar está fuera del alcance de las fuerzas israelíes.
Los partidarios de Netanyahu en Israel y Estados Unidos le instan a aprovechar un momento de debilidad para la República Islámica tras el éxito de las fuerzas israelíes en la eliminación de líderes clave de los grupos de presión iraníes. Netanyahu aumentó las expectativas de otra escalada al advertir que Irán cometió un gran error con sus ataques de represalia y “pagará por ello”.
Pero Biden dio este miércoles el inusual paso de advertir públicamente a Israel contra cualquier intento de atacar las instalaciones nucleares iraníes. “La respuesta es no”, dijo al ser preguntado por una posible operación de ese tipo, y afirmó que EE.UU. discutiría con los israelíes cómo podrían responder.
Pero el problema de Biden es que Netanyahu ha adquirido el gusto de ignorar las preocupaciones de Estados Unidos sobre sus acciones en Gaza y Líbano. Esto ha dañado la autoridad del Gobierno. Pero el líder israelí también ha actuado con la expectativa de que Washington se verá obligado a salir en defensa de Israel en cualquier caso.
También hay una importante dimensión política en el empeoramiento de las tensiones. Trump y sus aliados están animando a Netanyahu, tanto por la sinergia ideológica con su Gobierno de extrema derecha como quizás también porque una sensación de crisis creciente podría impulsar las esperanzas del expresidente de ganar un segundo mandato no consecutivo. Y los movimientos militares de Israel, que causaron miles de víctimas civiles en Gaza y Líbano, también amenazan con ampliar las divisiones en el Partido Demócrata por el fracaso de Harris y Biden a la hora de frenar a Netanyahu.
Algunos líderes comunitarios, por ejemplo, advierten de un descenso de la participación progresista y árabe-americana en estados clave, como Michigan, el mes que viene.
La huelga de casi 50.000 miembros de la Asociación Internacional de Estibadores (ILA, por sus siglas en inglés) en los puertos de la costa este y del Golfo está bloqueando el flujo de importaciones y exportaciones de Estados Unidos.
Si las piezas se retrasan, las fábricas estadounidenses podrían paralizarse. Y la escasez de productos al por menor podría generar subidas de precios que recordasen a los estadounidenses lo peor de la crisis inflacionaria de la que Trump culpó a Biden y Harris. El Gobierno puede tener cierto margen de maniobra: los productos ya enviados y almacenados pueden mitigar el impacto inmediato de la huelga salarial. Pero las presiones políticas aumentarán cada día para lograr una resolución.
Biden, en el ocaso de una carrera política definida por su reverencia a los sindicatos, dice que no utilizará sus poderes para suspender la huelga. Tanto él como Harris defendieron que la negociación colectiva es la mejor forma de poner fin al conflicto.
La transformación del Partido Republicano por parte de Trump y sus intentos de cortejar a los obreros se reflejan en su petición de que los trabajadores tengan la oportunidad de negociar mejores salarios. Un candidato más tradicional del Partido Republicano podría haberse puesto del lado de las compañías portuarias y navieras. Pero el expresidente también intentó convencer a los votantes de que Harris es la culpable del estancamiento.
La candidata demócrata dijo este miércoles que la huelga tenía que ver con la “justicia” y los derechos de los estibadores a participar en los enormes beneficios de las navieras. Y advirtió que la retórica pro-laboral de Trump era falsa. “Donald Trump quiere hacernos retroceder a una época en la que los trabajadores no tenían libertad para organizarse”, dijo, acusando al candidato del Partido Republicano de bloquear los beneficios de las horas extraordinarias y de apoyar a los antisindicales cuando era presidente.
Sin embargo, la disputa es lo último que quiere Harris en un momento en el que trata de aprovechar algunas encuestas que la muestran reduciendo la ventaja de Trump en economía, el tema que los votantes dicen sistemáticamente que más les preocupa de cara a las elecciones.
Las administraciones presidenciales son ahora muy conscientes de la impresión de haber fallado a los estadounidenses atrapados en catástrofes naturales.
Por ello, la vicepresidenta se apresuró este miércoles a mitigar las repercusiones políticas del huracán Helene, que provocó terribles inundaciones, incluso en partes de dos estados indecisos, Georgia y Carolina del Norte, y causó la muerte de al menos 189 personas, muchas más aún en paradero desconocido. Harris voló a Augusta, Georgia, para inspeccionar los daños y ofrecer información actualizada sobre la aceleración de los esfuerzos federales de socorro. Biden, que hizo un recorrido aéreo por los daños en Carolina del Norte, pidió al Pentágono que apruebe el despliegue de 1.000 soldados en servicio activo que se unirán a los cientos de efectivos de la Guardia Nacional que ya participan.
Pero Trump ya ha tratado de manipular la tragedia en beneficio político, acusando a Biden de “dormirse” tras la tormenta. Un expresidente que será recordado por su fallida gestión de las emergencias federales también dijo falsamente que el gobernador republicano de Georgia, Brian Kemp, no había podido contactar con el presidente.
“Está mintiendo, y el gobernador le dijo que estaba mintiendo”, dijo Biden el lunes. “No me importa lo que diga de mí, me importa lo que él comunica a la gente que lo necesita”, dijo el presidente. “Da a entender que no estamos haciendo todo lo posible. Lo estamos haciendo. Lo estamos haciendo”.
El enfado del presidente no solo resumía su frustración por el intento de Trump de explotar a Helene. Puso de relieve el poder de permanencia del movimiento característico del expresidente de reinventar la realidad. Hace cuatro años, Biden pensó que lo había erradicado para siempre. Pero Trump sigue aprovechando el tumulto en su propio beneficio.