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“El piso del Madrid asustó al padre” | Relevo

El mundo del fútbol mirará este martes a Barcelona. Iniesta de mi vida (Fuentealbilla, 1984) oficializará una retirada que ya desveló Relevo hace una semana. Y de forma indirecta, pero decisiva, los recuerdos volverán a apuntar bastante lejos, en concreto a Albacete. Allí, en el siglo pasado, comenzó toda una leyenda. No es casualidad que desde el corazón de La Mancha vayan a salir en unas horas siete de las personas más importantes en la carrera del centrocampista para estar junto a él en su despedida. Don Andrés no se olvida de sus raíces, ni sus paisanos se cansan de darle las gracias.

Precisamente, sobre sus primeros pasos, se ha escrito y hablado muchísimo a lo largo de su increíble trayectoria, en la que hizo campeona del mundo a España, logró dos Eurocopas y, ya vestido de azulgrana, levantó cuatro Champions, nueve Ligas, seis Copas del Rey, siete Supercopas de España, tres de Europa y tres Mundiales de clubes. Sin embargo, no todo está contado, o al menos aclarado con mil detalles inéditos. Valgan para entenderlo algunos de estos ejemplos que seguramente más de uno desconocerá: Iniesta pasó primero por las fructíferas Escuelas de Albacete a las órdenes de Juanón antes de que sus primos le condujeran al Queso Mecánico; un espía le ató en una edición del campeonato de Brunete anterior a la que se conoce y en la que se exhibió; pudo cobrar con 12 años el mismo sueldo que Morientes, quería ir al Real Madrid pero la propuesta de vivienda que le hizo el club espantó a la familia…

Los ojeadores del Alba que le echaron el guante en 1993, los responsables de su cantera en aquella época y todos sus entrenadores antes de poner rumbo a La Masia desvelan los entresijos de cómo prendió la mecha. Unas pruebas para arrancar esas prolíficas categorías inferiores, como ya es vox populi, fueron determinantes. Se realizaron en un pequeño campo de tierra -hoy convertido en residencia- en el que los vestuarios eran los coches particulares de los familiares y que estaba situado a orillas del Campo de la Federación (ahora estadio José Copete) donde tantas veces se entrenaba el primer equipo de Conejo y Zalazar. Lo que no es tan popular es qué pasó exactamente esa mañana y qué pensaron los presentes.

El sentir general de los que no olvidan la escena (Ginés Meléndez, Antonio Flores, Víctor Manuel Hernández, su padre Andrés…) es éste: “Iniesta se animó a hacer las pruebas porque ya jugaba con nosotros León, un primo suyo, y otro familiar más. Esa mañana llegaron unos 80 o 90 niños para jugar los partidillos donde se hacía la criba. Estábamos casi todos los técnicos. Y a los 10 minutos, o incluso menos, nos miramos y, tras darnos varios codazos, dijimos: ‘No perdamos más tiempo, fichado’. Hacía unos controles y unas conducciones… Marcó tres o cuatro goles en nada de tiempo”.

Víctor, Andrés, Balo y Catali

Víctor Manuel Hernández, su primer entrenador en benjamines es en la actualidad buen amigo del internacional. “Unos días antes de esas pruebas sus familiares ya nos avisaron: ‘Va a venir Andrés y le vais a coger seguro’. No le di mayor importancia. Cosas de niños… Pero nada más verle tuvimos que ser claros: ‘Quitadle ya que va a desmoralizar a los demás’. Era formal, obediente, tácticamente increíble, con una gran colocación, visión de juego… Era un escándalo verle jugar al fútbol-tenis con las dos piernas. Hasta los adultos no podían con él. Parecía endeble pero… Fue el segundo máximo goleador, y eso que era muy generoso, en una temporada en la que fuimos campeones invictos”.

Andrés empezó a entrenar con el equipo de su tierra los martes y jueves por las mañanas, después del cole, en un campo anexo que hasta poco antes era una erial. Su primer partido de competición fue en el Pozo Majano, en el Club Los Llanos. Y esa mañana comenzó a entender que la responsabilidad fue, es y será inherente a la calidad: “Ese día le elegí como capitán”, recuerda Víctor Manuel. “Todos los chicos estaban expectantes y lo tenía claro porque era un alumno aventajado. No se lo esperaba. Nadie se quejó porque todos pensaban igual que yo. Le adoraban. Era muy amigo de sus amigos. Se quedaba muchas veces a dormir en Albacete en casa de algún compañero”.

Andrés Hernández, padre de Víctor Manuel y otro de los formadores que fueron referencia en el Alba, lo corrobora. “Le destaco como jugador, pero sobre todo como persona. Una maravilla. Parecía frágil, pero le veías controlar el balón y conducirlo… Y eso que entrenábamos en un campo con piedras que se ponía hasta arriba de charcos si llovía. Cómo sería que, en ese mismo terreno, otro fenómeno que salió de aquí, el portero Alberto Cifuentes, me decía entonces que le echáramos toda la hierba que segaban del campo del al lado para ponerla en el área y que no se hiciera tanto daño al tirarse. Iniesta tenía la habilidad para no chocar nunca. Con esa calidad, no le hacía falta”.

Su exhibición tan precoz no sólo le valió el sueño de firmar la ficha del Alba de inmediato en el Instituto Municipal de Deportes, pegado al Carlos Belmonte, con el objetivo de comenzar de blanco la temporada 1993-94, sino que los entrenadores de la casa ya se lo rifaban. “En las reuniones que teníamos los jueves y los viernes en la sede del club, Víctor ya decía ‘el chiquillo este de 9 años al que entreno es tremendo… Y yo, claro, tenía muchas ganas de que llegara la siguiente temporada para tenerle. Alucinaba cuando le veía”, reconoce José Manuel Balo, exjugador y uno de los técnicos en esos tres años que permaneció en el Albacete y que le llevó incluso a Brunete una edición antes -pese a ser menor que los demás- del campeonato televisado en Canal Plus que todo el mundo recuerda un año después. “Era sencillo, tímido y humilde. Y no decía ni pío pese a los palos que le daban. ¡Qué pulmones tenía! Era diferente a todos. Se divertía y hacer divertirse a los demás. ¡Qué pases daba al hueco!”.

Aparece el Barça… y muchos más

Ahí surgió el primer gran contacto con el Barça y no en la primavera siguiente, como se creía. Balo da fe: “Un año antes de darse a conocer en Brunete, en aquella edición que ganó el Racing con Jonatan Valle, Andrés había estado allí. Y puedo asegurar que ya dio el cante. En nuestros partidos las gradas estaban llenas para verle a él. Y eso que era de primer año e iba con los grandes. Nos eliminó la Real Sociedad, que luego ganó el torneo con dos o tres torres que debían tener más años… A uno, cuando cogía el balón, le gritaban ‘ahí va el abuelo’ (risas). Era el doble que Iniesta”.

¿Qué pasó entonces? Balo lo resume: “El entrenador alevín del Barcelona, Albert Benaiges, fue el primero que lo vio en esa primera aparición. Seguramente ya le tenía el ojo echado de antes porque siempre estaba viendo a nuestro equipo. En el segundo torneo, remataron la jugada. Luego hemos revisado las fotos de aquel torneo, ya triunfando en el Camp Nou, y el ojeador que luego fue coordinador aparece varias veces por detrás del chaval con una bolsa en la mano. Le tenía bien vigilado”.

Pero antes del Barça, según varios testimonios, se interesaron otros clubes. Ahí estaba el Valencia, que fue el primero. Y el Atlético, después. En principio, el Madrid no movió ficha hasta saber que lo estaba haciendo el resto. Balo lo recuerda con precisión: “Los captadores de esos clubes empezaron pronto a pedirle el teléfono al padre y él venía a contárnoslo, para pedir permiso y hasta consejo. Qué buena gente. Cuando ya se salió en la segunda edición de Brunete, llegó el Valencia y le dije humildemente que esperara, porque había llamado sólo un día después de regresar a casa y estaba convencido de que era pronto e iban a llegarle más ofertas. Y cuando llamó el Atleti, a los dos días, le insistí: ‘Espérate más tiempo…’. Pero cuando llegó el turno de Oriol Tort, en nombre del Barça al final de esa semana, le fui muy claro: ‘La Masia es la mejor escuela del mundo. Yo, Dani, si fuese mi hijo, no me lo pensaría y le llevaba’. Sí, sí, Dani. Aunque el padre de Andrés se llama José Antonio, yo le digo así porque él también jugaba y en su pueblo cuentan que era de los buenos y que se parecía a Dani, aquel brillante extremo izquierdo del Athletic”.

El ojo de Ginés e Iñaki Sáez

El Alba ya sabía que el niño prodigio le iba a durar muy poco. Otro hecho lo confirma. A Iñaki Sáez, que dirigió al primer equipo en 1996, le gustaba mucho ir a ver a los chavales. Así que una mañana accedió a la propuesta de Ginés Meléndez, que entonces era su segundo y preparador físico antes de ser el padre de todos los campeones del mundo como responsable de la cantera en la Federación: “Un día le recogí en el Hotel Europa con mi coche y le dije que íbamos a ir a un campito de tierra que yo pedí en su día limpiar de escombros para que pudieran jugar las categorías inferiores: ‘Sube, que te voy a enseñar algo que no has visto en tu vida’. Y él me contestó: “Lo mejor de lo mejor ya lo he visto en Lezama; he llegado a presenciar cómo Fidel Uriarte era máximo goleador con 16 años, así que nada me sorprende”. Nos pusimos detrás de la portería: ‘No te diré quién es el jugador del que te hablo’, le avisé. Y ¡zas! a los dos minutos dijo: ‘El 6. Escóndelo que te lo van a quitar. Con esa edad no he visto nada igual”.

Ahí comenzó el idilio de Iniesta con la Selección. Palabra de Ginés: “Cuando Iñaki Sáez dejó el Albacete y a los pocos meses le llamó Javier Clemente para hacerse cargo de la Sub-21 en la Federación, de donde había salido Goikoetxea, no dejó de pensar en él. Cuando Andrés ya iba a la Sub-15 me llamaba y me decía: ‘¡Qué bueno es el de tu pueblo!’. Luego, al ficharme para la RFEF, me lo recordaba a diario. Él tuvo la suerte de ser de los primeros en la Federación en verlo en acción cuando era un crío”.

Ginés, ahora en casa tras salir de la RFEF con Rubiales, va más allá: “Intentamos que Iniesta siguiera en el Albacete y no se fuera al Barça. Pero fue imposible. Por un lado te alegras por él, por su progresión, y por otra te da pena perder a un talento así tan pronto. Hablamos con el presidente José Ramón Remiro y le llegamos a hacer una propuesta, con un contrato de tres o cuatro años, para que siguiera con nosotros más tiempo. Era un contrato modelo de los que se hacían en el Albacete. Le ofrecíamos venir a vivir a la ciudad (Fuentealbilla está a 45 kilómetros), para que viviera en la residencia y estudiara en los Escolapios, y a su padre le ofrecíamos 15.000 pesetas al mes. Eso, en la cantera, sólo lo cobraran en esa época Morientes y Jesús Muñoz en juveniles antes de dar el salto al filial y al primer equipo”.

Pese a agradecer el gesto del Albacete, Andrés se marchó. La oportunidad de crecer era irrechazable. Para Antonio Flores, mano derecha de Ginés en la cantera, era lo normal: “Todo el mundo hablaba de él. Pese a que esas categorías en las que jugaba solían tener sus partidos a las 9 y 10 de la mañana, los campos estaban llenos para seguirle. Se corrió la voz. Sorprendía y llamaba la atención. Para Ginés y para mí era una pena no poder verle siempre porque estábamos viajando con el primer equipo o haciendo informes. Pero en las reuniones al final de la semana nos enterábamos de todo lo que hacía. No sólo destacaba como jugador, sino también como persona. El Albacete hizo una cosa muy buena entonces y es que la mayoría de entrenadores eran docentes especializados en esa faceta educadora. Y eso se notaba mucho. No queríamos que se fuese tan temprano para no separarle de su entorno. Cuando él se marchó, el equipo en el que jugaba de partió, dejó un gran vacío y, claro, el nivel bajó”.

Flores complementa con otras pinceladas jugosas cómo se fraguó su llegada a Barcelona. “En 1996, antes de que todos se lanzaran a por él, estuve en dos reuniones presente para que se viniera a Albacete a vivir. Los juveniles estaban en el Hotel Albal y luego en el Hotel Europa, y los demás estaban en un hostal en la Calle Tinte con Bruno, un educador que convivía con ellos y luego, además, hacía de ayudante y delegado. Hay que tener cuidado a esas edades, porque sacarlos de sus ambientes les trastoca… Iniesta se lo pensó mucho entre el Barcelona y el Real Madrid. El Madrid quería meterlo en un piso y eso hizo dudar demasiado a la familia y asustó al padre. El Barça ofreció La Masia y no había comparación. Si no, yo creo que se hubiera ido al Madrid. Cuando se lo llevaron, fue una alegría para todos, aun a sabiendas que perdíamos a un fenómeno. Lo hacía todo con mucha facilidad. Era muy noble, humilde y sensato. Se lo merecía todo”.

Víctor Manuel Hernández también reconoce que Iniesta podía haber seguido otro camino diferente al de Barcelona. Como todo el mundo sabe, por sus propias palabras en aquel vídeo que hizo viral junto a su inseparable amigo en La Masia Jorge Troiteiro (“yo era del Madrid a todo poder”), el blanco del Alba no era el único que le tiraba: “El Madrid no tenía una residencia como la del Barça; eso suponía algo más descontrol y esa diferencia pesó mucho en la decisión final de la familia”.

Aun así, la operación con el Barça casi se trunca, como recuerda Balo, buen amigo de la familia. “Tras llegar a un acuerdo, se fueron con Andrés a Barcelona la madre, el padre y el abuelo. Cuando le dejaron allí, en La Masia, y tras hacer una noche, emprendieron el camino de vuelta por carretera, pararon a cenar y fue entonces cuando el padre dijo lo que dijo con lágrimas en los ojos: ‘Me vuelvo a por el guacho’. Si no llega a ser por la madre, Dani (por José Antonio) se lo trae de vuelta a Fuentealbilla. Pero la madre fue contundente y le dijo que no fuera egoísta y que le dejara volar”.

Y vaya si voló. Como nadie. De los 11 niños que compartieron vestuario con él en aquel torneo de Brunete auspiciado por José Ramón de la Morena, únicamente dos -Pruden y Carlos Pérez- pisaron la élite y llegando a jugar en el primer equipo sin lograr consolidarse. A ellos y a Isidro, Remi, Chapi, Juan, Chispas, José Carlos, Pedro, Manolo y José Miguel los dirigió en aquella edición del campeonato Víctor Manuel, ayudante de Catali esa temporada, porque la leyenda del Alba de Benito Floro, que era el técnico titular, tuvo que ausentarse. Para el capi del gran Alba aquello, con el vuelo que cogió después, fue un palo. Pero lo recuerda con retranca: “Le entrené ese año y, sin embargo, no pude disfrutar del torneo. El primer equipo estaba pasando unos momentos muy complicados y el presidente me pidió que estuviera con ellos. No sé el cargo que me dio. Iba más bien de moralero. Estaba allí para subir la moral de la tropa (risas). El caso es que nos jugábamos la categoría con el Extremadura, contra el que descendimos justo aquel mismo fin de semana, y no pude estar junto a los niños. Fue Víctor, que era mi ayudante esa campaña, y lo hizo de maravilla. Y como era tan joven, le acompañó su padre. Para mí fue una putada”.

Ligado al pasado

A Catali al menos le queda el recuerdo de aquellos entrenamientos que compaginaba con sus diferentes negocios en la ciudad: “Yo les enseñaba a los chiquillos cosas que luego son necesarias a lo largo de una carrera deportiva. A cada uno en su posición. El problema es que Andrés hacía ya cosas que yo no sabía pese a haber jugado en Primera División. Siempre solía cogerle como modelo en los ejercicios para que le vieran los demás. Era como un profesional: miraba hacia atrás antes de recibir el balón. Increíble. Decidía siempre antes que el resto. Todo el mundo sabía que iba a llegar lejos, pero igual no tanto. Su carrera ha sido alucinante”.

Catali vive emocionado estos días. Si ya estuvo junto a varios de aquellos compañeros de equipo en la despedida de soltero de Iniesta y luego en su boda (con Anna Ortiz, el 8 de julio de 2012), ahora repetirán en la retirada oficial del héroe de Sudáfrica junto a más íntimos con Ginés Meléndez. Víctor Manuel ha tenido que pedir permiso especial en el colegio de La Roda donde es profesor de educación física. Y para eso se ha visto obligado a salir del anonimato, donde está más cómodo: “En principio no iba a ir. Si no dan la autorización pierdes unos 90 euros por cada jornada laboral… Me llamaron Bruno y Balo y me dijeron que teníamos que viajar sí o sí. Andrés me aprecia un montón y lo agradezco. Fui su primer entrenador, pero no llevo una camiseta que lo anuncia. No me gusta ser protagonista”. Catali, a sus 63 años, también se las ingeniará en la empresa de molinos de viento donde espera alcanzar la jubilación: “Tenemos un grupo de whatsapp y todo. Aquello era un equipazo que barría. Me da mucha alegría que sigamos en contacto”, reconoce el legendario centrocampista.

“Vamos siete el martes para allá”, recalca Balo antes de la excursión. Y da pelos y señales del operativo que tienen preparado: “Salimos, casi de madrugada, Bruno, Chapi, Carlos Pérez, Juan Carlos, Víctor y yo, y de camino recogemos a Vicente, uno de los hijos de Benito Floro. Qué ilusión. Es que todos los españoles somos unos afortunados de haber tenido a Iniesta. Un elegido por Dios para hacernos felices. Merecía el Balón de Oro. ¡¿Cómo no se lo dieron a él o a Xavi!? Es digno de elogiar como, pese a quién es, mantiene el contacto con los suyos. Yo siempre tuve relación con él, y eso que, por la edad, es más difícil hacerlo con un entrenador que con los jugadores. Pero cuando iba a venir a Albacete me llamaba y me preguntaba, ‘Balo, cuándo libras en el Bingo para vernos’. Ese día íbamos a comer o cenar. Le gustaba mucho ir a Los dos Castillas. Hasta que ya era tan conocido que no dejaba de hacerse fotos y firmar autógrafos y teníamos que quedar en algunos merenderos de carretera como en el de Barrax. La última vez cenamos en una noche de verano en Alcalá del Júcar, en la orilla del río. Así es él. Un crack que nunca olvida a su gente”.

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