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estas son las claves que marcan el rumbo de la guerra en Ucrania

La guerra en Ucrania entra en su tercer año y la reciente caída de la ciudad de Avdiivka en manos de las tropas rusas es ahora un punto crucial para que Moscú lance nuevos ataques hacia más territorios en el este del país invadido. Sin embargo, este es el primer gran avance de las fuerzas del Kremlin en nueve meses y llega en medio de una guerra de posiciones y de desgaste en la que las victorias pueden ser temporales. Kiev advierte que el retraso de la ayuda en armas de sus aliados occidentales ha sido aprovechado por Rusia en sus objetivos de ocupación. A continuación, los principales factores que impactan el desarrollo del mayor conflicto en suelo europeo en décadas.

1. El frente de batalla: estancamiento y guerra de desgaste

Dos años después de que el presidente ruso, Vladimir Putin, enviara a sus tropas por el norte, sur y este de Ucrania en su plan de invasión a gran escala, la guerra se encuentra en un “estancamiento”, “no detenida”, incluso con el reciente retiro de las fuerzas locales de la ciudad de Avdiivka, en el este del país.

¿La razón? Durante meses “ninguna de las dos partes ha sido capaz de avanzar sustancialmente en sus objetivos estratégicos (…) Avdiivka es la primera victoria de los rusos desde mayo de 2023, están en un punto de equilibrio”, subraya en entrevista con France 24 Yago Rodríguez, analista militar y fundador de ‘The Political Room’.

Los feroces y extendidos combates por esa ciudad dejan numerosas muertes en ambos lados. Capturarla tomó mucho tiempo y representa “algunas victorias tácticas de los rusos, con algunos kilómetros”, pero es probable que “el frente se vuelva a parar y viva unos meses de bastante menor intensidad”, evalúa el fundador de ‘The Political Room’.

Tomar la devastada Avdiivka se convirtió en un objetivo de Moscú en un intento por asegurar lo que quedaba fuera de su control en la provincia de Donetsk. Una de las cuatro regiones, junto a la vecina Lugansk, así como Zaporizhia y Jersón, en el sur, que Rusia anexó tras los cuestionados referendos en 2022, pese a no tener un completo dominio.


Mapas que muestran de izquiera a derecha: las zonas de Ucrania, en naranja, donde Rusia lanzó sus operaciones de invasión, en febrero de 2022 y las áreas que controló al 27 de agosto de 2022 y al 5 de febrero de 2024. © FRANCE24

Los enfrentamientos se mantienen enraizados en el este y sur del territorio ucraniano.

Sin embargo, la ofensiva “estática” puede permitir a Rusia fortalecer su poder militar, reconoció el recientemente sustituido comandante en jefe de las Fuerzas Armadas del país atacado, Valerii Zaluzhnyi, durante una entrevista con ‘The Economist’, el pasado noviembre.

El Kremlin, por su parte, niega el estancamiento. “No está en un punto muerto. Rusia continúa llevando a cabo su operación militar especial. Todos los objetivos establecidos deben alcanzarse”, aseguró el portavoz presidencial, Dmitri Peskov, tras las declaraciones de Zaluzhnyi.

Están en una guerra de posiciones, un esquema que lo único que hace es desangrarlos.

El frente de batalla ha caído en lo que también se conoce como un ‘enfrentamiento de trincheras’, una suerte de lo que ocurrió en la Primera Guerra Mundial, de ahí la prolongación del conflicto en Ucrania, destaca el experto en geopolítica y estrategia militar Luis Alberto Villamarin.

“Están en una guerra de posiciones, se siguen causando daño las dos partes; la guerra en sí no se ha estancado, sino el espacio de maniobra. Es una limitación en el espacio, se concentraron en repetir un esquema que lo único que hace es desangrarlos a ambos”, indica Villamarin.

Pese a algunos avances expuestos desde las fuerzas ucranianas, su tan anunciada contraofensiva –finalmente lanzada el pasado verano– no logró recuperar grandes territorios en las áreas ocupadas por Moscú. Los limitados resultados decepcionaron a los aliados, mientras los militares del Kremlin redoblan sus esfuerzos en el este para arrebatar lo que queda fuera de su alcance en las provincias de Lugansk y Donetsk y presionar hacia Járkiv, la segunda mayor ciudad del país.

No obstante, Kiev ha perpetrado ataques específicos contra posiciones de Moscú en el mar Negro e incluso en territorio ruso, como los ataques en Belgorod.


Archivo-Archivo-Miembros de la Guardia Nacional de Ucrania, Omega Special Purpose, disparan un lanzagranadas antitanque SPG-9 hacia las tropas rusas en la ciudad de Avdiivka, en medio de la invasión rusa. En la región de Donetsk, este de Ucrania, el 8 de noviembre de 2023. © Radio Free Europe/Radio Liberty/Serhii Nuzhnenko/Vía Reuters

“Si medimos los terrenos ganados y perdidos en diferentes momentos de la guerra, observaremos que son batallas durísimas, muy devastadoras, para contener unos pocos kilómetros de ventaja, que luego se pierden. Estamos ante una suerte de empantanamiento de la guerra y hasta que no pase el invierno no vamos a ver una gran ofensiva por parte de los dos actores”, apunta Chema Gil, codirector del Observatorio Internacional de Seguridad.

El clima y la orografía lo facilitarán cuando se desvanezcan las condiciones de nieve y agua, que hacen que muchas zonas se conviertan en auténticas trampas en las que quedan atrapados, incluso, vehículos de combate.

“Los avances no van a ser significativos en estos momentos y podemos esperar nuevas ofensivas en la primavera y el verano”, resaltó el codirector del Observatorio Internacional de Seguridad.

La guerra no se alargaría si hubiera un desequilibrio favorable para alguna de las partes, ninguno es claramente superior a la otra parte.

Poco a poco, las tropas invasoras se acercan, además, a Kupiansk y Lyman, dos puntos estratégicos, también en el este. Perderlos no solo asestaría un fuerte golpe, sino un revés para el Ejército de Ucrania, ya que se trata de ciudades que estuvieron entre las primeras en ser liberadas por las fuerzas locales tras la invasión.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, sugirió que las tropas del Kremlin han logrado poco y destacó que desde octubre atacó Avdiivka “con todo el poder que tenía”, perdiendo miles de soldados. “Eso es lo que Rusia ha logrado. Es un agotamiento de su Ejército”, señaló durante la Conferencia de Seguridad, en Munich, el pasado 17 de febrero.


Archivo-El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, visita una línea del frente de batalla, en medio de la invasión de Rusia a Ucrania, en la región de Zaporizhia, Ucrania, el 4 de febrero de 2024. © Servicio de Prensa de la Presidencia de Ucrania/Vía Reuters

Ante la equiparación de fuerzas en el este y otros puntos en disputa, las dos partes prolongan una guerra de desgaste.En el estancado esquema de guerra de posiciones, estas (las localidades arrebatadas por los rusos) pueden regresar al poder ucraniano”, resalta Luis Alberto Villamarin.

“Si las Fuerzas Armadas rusas ahora mismo no pueden imponerse a Ucrania, se debe a que están igualadas. No habría estancamiento ni la guerra se alargaría si hubiera un desequilibrio favorable para alguna de las partes, pero no lo hay precisamente porque ninguno es claramente superior a la otra parte”, agrega Rodríguez.

Un reposicionamiento en la balanza que cambie el rumbo del conflicto recae en golpes contundentes, que, hasta ahora, las partes se resisten a permitir. Un objetivo para el que se renuevan dos necesidades cruciales: tropas y armas.

2. Reclutamiento adicional: desafío clave para desatascar la guerra

Para salir del “punto muerto”, tanto el Ejército local, como las tropas invasoras encaran desafíos, pero Kiev tiene un problema, que ni Occidente puede solventar, a menos de que entrara directamente al terreno, algo que reiteradamente ha descartado: el número de tropas.

Ucrania es un país con 45 millones de personas frente a los 145 millones de habitantes de Rusia. La ley marcial, que impide a los hombres entre 18 y 60 años salir de la nación, y los extranjeros en sus filas aún no logran despuntar frente a esa superioridad del lado ruso.

Aumentar la cuota de militares en el terreno está en el centro de los objetivos del presidente ucraniano, que el pasado 8 de febrero anunció drásticos cambios en la cúpula militar, incluido el relevo del entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Valerii Zaluzhnyi, reemplazado por el hasta hace poco comandante de las Fuerzas Terrestres, Oleksander Sirski.


Archivo-Soldados ucranianos se reúnen en un lugar indicado como Avdiivka, región de Donetsk, en el este de Ucrania, en esta captura de pantalla tomada de un vídeo publicado el 16 de febrero de 2024. © Tercera Brigada de Asalto/Vía Reuters

Zelenski había criticado la lentitud del reclutamiento y además cruzó desacuerdos con el popular Zaluzhnyi, luego de que este declarara que la guerra se encontraba en “un punto muerto” y que no preveía avances en al menos un año, afirmación que negó el mandatario ucraniano. Pero más allá de las tensiones, Zelenski apunta a una renovación en la estrategia, con un enfoque más agresivo.

Mientras que Zaluzhnyi fue un impulsor de la guerra de defensa activa –al tiempo que buscaba los puntos débiles de Rusia y ordenaba ataques aéreos de retaguardia de largo alcance– Oleksandr Sirski busca aumentar los contraataques.

En la necesidad crucial de aumentar el reclutamiento de hombres para estos objetivos, el pasado 7 de febrero el Parlamento ucraniano dio el primer visto bueno a la propuesta de ley del presidente, anunciada desde diciembre, para la movilización de 500.000 militares adicionales. Entre las medidas, propone reducir de  27 a 25 años la edad de alistamiento y limitar los aplazamientos para hombres con discapacidades menores.

El nuevo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Kiev también señaló que en sus objetivos inmediatos está aprovechar el poder de la nueva tecnología y proceder a la rotación de tropas en el frente para “mantener un equilibrio entre el cumplimiento de las labores de combate y la restauración de unidades con la intensificación del entrenamiento”. Y es que la escasez de soldados ha contribuido a minar la moral, con hombres agotados tras dos años consecutivos de combates.

Del lado ruso, “juegan con una carta a su favor, bajo el régimen de Putin, como ocurrió en el pasado con Stalin: no hay ningún freno a la hora de movilizar y mandar soldados, independientemente de que estén más o menos preparados o equipados. Utiliza su fuerza humana como una verdadera trituradora de carne, ya es conocida por esas acciones como en la Segunda Guerra Mundial (…) Ucrania es un país con una inmensa menor capacidad militar y es mucho el mérito de poder mantenerse en la guerra contra una potencia”, resalta Chema Gil.

Sin embargo, las pérdidas humanas de Moscú en la guerra son enormes. Incluso, muchos de sus militares mejor entrenados murieron. Entre ellos, miembros de la Fuerza Aérea y paracaidistas de élite, cuyo entrenamiento toma años y es costoso.


Archivo-Miembros del servicio ruso marchan en columnas antes de un ensayo para un desfile militar, que marca el aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, en Moscú, Rusia, el 7 de mayo de 2023. © Reuters/Maxim Shemetov

Aunque ninguna de las dos partes ha revelado por completo el número de decesos, los servicios de inteligencia de Reino Unido indicaron el pasado diciembre que alrededor de 70.000 combatientes rusos, entre militares y mercenarios, han muerto desde el inicio de la invasión. Y además, entre 220.000 y 280.000 han resultado heridos. Por su parte, las agencias de inteligencia de Estados Unidos señalan que las bajas para Moscú, entre muertos y heridos, ascienden a 315.000 hombres.

El hasta hace poco comandante en jefe de las fuerzas ucranianas reconoció que fue “un error” creer que podía frenar al bando ruso “desangrándolo”.

“Rusia ha perdido al menos 150.000 soldados. En cualquier otro país este tipo de pérdidas hubiesen detenido la guerra”, dijo Zaluzhnyi. Pero no para el Kremlin, ya que, aseguró, para el presidente Putin la vida no vale y se guía por las dos guerras mundiales en las que su nación perdió millones de personas.

Necesitar de más soldados también es un talón de Aquiles para uno de los ejércitos más poderosos del mundo, que ha buscado desesperadamente incorporar a sus filas a hombres de otras naciones, desde África hasta América Latina, denuncian algunos gobiernos. De hecho, el pasado enero, el ministro de Asuntos Exteriores nepalí, Narayan Prakash Saud, pidió al Kremlin detener de inmediato el reclutamiento de nepalíes, que devuelva inmediatamente a aquellos que ya están sirviendo en la guerra y repatríe los cuerpos de los que murieron.

En Cuba, las autoridades arrestaron a 17 personas el pasado septiembre, con relación a lo que aseguran era una red para reclutar ciudadanos de la isla para luchar por Rusia en Ucrania.

Asimismo, Moscú eliminó recientemente algunas exenciones militares relacionadas con enfermedades y aceleró el proceso de ciudadanía para los extranjeros que se alistan en el Ejército.


Archivo- Soldados ucranianos asisten a ejercicios militares, en medio de la invasión de Rusia a Ucrania, en la región de Zhytomyr, Ucrania, el 30 de enero de 2024. © Reuters/Gleb Garanich

En esta carrera por tropas adicionales, el grupo de mercenarios Wagner vuelve oficialmente a la batalla. Tras la cuestionada muerte de su fundador, Yevyeny Prigozhin, el grupo pasa a formar parte del Cuerpo de Voluntarios de la Guardia Nacional rusa, según confirmó a inicios de este mes el nuevo comandante jefe de la fuerza privada, Anton Yelizarov. 

Pero la ayuda de los mercenarios a Moscú “no es total, sino parcializada, van hasta donde les conviene (…) Van a la guerra por el pago, sin ideología, es difícil incluirlos, tienen negocios oscuros, como drogas, tráfico de personas, no van a aceptar las reglas el Ejército y tampoco serían muy bien recibidos por los soldados regulares”, apunta Luis Alberto Villamarin, quien además subraya la desconfianza latente en el grupo hacia Moscú por la misteriosa muerte de Prigozhin tras su sublevación.

Pese a los esfuerzos, las nuevas incorporaciones, “más que cambiar la dinámica profundamente, lo que harían es estancar completamente el conflicto”, evalúa Yago Rodríguez, ya que sería un reclutamiento de fuerzas por las dos partes. “Cuando un bando ataca, se destaca y a los pocos meses el equilibrio se va a ver restablecido a favor de la otra parte, que a su vez lanza su propio ataque (…) Es la dinámica de ver quién aguanta más”, remarca.

3. El aumento de armas podría suponer un giro en el conflicto

Según indicó el hasta hace poco comandante en jefe de las fuerzas ucranianas, para salir del estancamiento es clave que el país atacado gane superioridad aérea, amplíe su eficiencia en la lucha contra la artillería rusa y aumente capacidades de guerra electrónica.

En medio de un retraso en la entrega de armas –que Ucrania asegura da tiempo a Rusia para aumentar sus artefactos de defensa y ataque– Kiev urge a sus aliados por munición de artillería, armas de largo alcance, sofisticados sistemas de defensa aérea, como aviones de combate F-18 Hornet, drones, helicópteros Apache y Blackhawk, los prometidos aviones de combate F-16, aeronaves de transporte C-17 Globemaster y C-130 Super Hercules.

También elementos que le suministraron o solicitó en el pasado, como tanques Abrams, drones y misiles ATACMS de largo alcance, según una lista del Ministerio de Defensa ucraniano, citada por Reuters el pasado diciembre.


Gráfico que señala una lista de armas y equipos militares que Ucrania solicitó a Occidente, según un documento del Ministerio de Defensa ucraniano, citado por Reuters. © France24

Las aeronaves F-16, en las que Kiev confía para equiparar la guerra en los cielos, tienen la capacidad de disparar misiles modernos aire-aire, como los AIM-120, que pueden impactar objetivos sin que el lanzador esté en la línea de visión del atacado. Los F-16, además, son más intuitivos para los pilotos, con controles y pantallas más claras, lo que constituye una ventaja importante frente a los aviones rusos.

“Mantener a Ucrania en un déficit artificial de armas, particularmente en un déficit de artillería y capacidades de largo alcance, permite a Putin adaptarse a la intensidad actual de la guerra”, aseguró el presidente Zelenski tras sugerir que el retiro de sus tropas de Adiivka, superadas en número, se debió justamente a la falta de armas, por lo que la decisión de retirarse fue tomada para salvar vidas entre sus filas. “Nuestra arma hoy son nuestros soldados, nuestra gente”, remarcó.

Entretanto, el lado ruso, pese a ser una potencia militar, ha perdido grandes cantidades de elementos en esta guerra, como tanques de combate, que su sector de defensa intenta reemplazar, mientras acelera la fabricación de más armas.

A pesar de las sanciones contra su economía, el principal conglomerado de la industria castrense rusa, Rostec, sostiene que su producción militar ha crecido 10 veces más en equipos como misiles, drones, vehículos de combate y artillería.

La empresa asegura que multiplicó por 50 la producción de munición para armas ligeras y de misiles para lanzaderas múltiples, desde el comienzo de la guerra en Ucrania, en 5,5 veces la creación de transportes blindados y en siete veces la producción de tanques de guerra.


Gráfico que muestra una lista de vehículos y elementos militares de los que el Kremlin aumenta la producción, según difundió la Corporación estatal rusa Rostec. © France24

Además, este febrero Washington denunció que Rusia desarrolla un arma nuclear espacial. El aparato, cuya fabricación fue inmediatamente negada por el Kremlin, podría utilizarse contra los satélites de Occidente, causando daños como socavar las comunicaciones, la vigilancia y el mando y el control a nivel mundial, incluso en la esfera nuclear.

 “¿Cuántos tanques pueden dar (los occidentales) a Ucrania? ¿400-450? En un año reformaremos 1.600”, aseguró Putin el pasado 1 de enero.

Según el Instituto Foreign Policy, antes de la guerra, Rusia producía en promedio 650 nuevos tanques cada año, lo que coincidiría con las previsiones de Putin de fabricar 1.600 de esos vehículos de combate durante tres años, a lo largo de lo que representó el 2023 y hasta 2025.

“Salvo que se produzcan acciones o colaboraciones con un armamento mucho más estratégico y potente (…) vamos a ver cómo se mantiene el conflicto estancado porque ese estancamiento a Rusia no le duele”, destaca el codirector del observatorio internacional de seguridad, Chema Gil.

La escasez de municiones y militares amenazan con debilitar las líneas ucranianas, mientras los rusos presionan con ataques. Este invierno, las fuerzas locales han pasado principalmente a la defensa, con el objetivo de mantener el territorio que controlan, al tiempo que los retrasos en la apremiante ayuda militar ponen en peligro la planificación castrense de Kiev.

4. Financiación: la voluble e imperiosa ayuda a Ucrania

Dos años después de que Putin lanzara la mayor embestida en suelo europeo desde la Guerra Fría, la ayuda de los aliados occidentales a Ucrania ha ido encarando vientos de incertidumbre. Un punto crucial para el desarrollo de las tropas de la nación invadida, que proviene de dos principales frentes: la Unión Europea (UE) y Estados Unidos.

En los últimos meses, las promesas de ayuda a Kiev “durante el tiempo que sea necesario” se han visto amenazadas en ambos lados del Atlántico. El pasado 1 de febrero, la UE aprobó un paquete de 54.000 millones de dólares para Kiev, para desembolsar entre 2024 y 2027. Alrededor de 12.000 millones de dólares al año. Lo hizo tras los obstáculos de Hungría, que finalmente levantó el veto.

En Washington la situación no ha sido muy diferente. Aunque el Senado, liderado por los demócratas, aprobó el martes 13 de febrero un paquete de asistencia militar arduamente buscado por 95.340 millones de dólares, para Ucrania, Israel y Taiwán –60.000 de ellos para Kiev– aún enfrenta un camino incierto en la Cámara de Representantes controlada por los republicanos.


Miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos suben las escaleras del Capitolio para votar por segunda vez la destitución del secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, en Washington, Estados Unidos, el 13 de febrero de 2024. © Reuters / Evelyn Hockstein

El primer paso en la Cámara Alta llegó tras dos meses de negociaciones y luchas políticas internas, condicionadas por los conservadores a mayores medidas de seguridad fronteriza. Y la Administración de Joe Biden aún no puede cantar victoria. No solo debe ser aprobado ahora por la Cámara de Representantes, de mayoría conservadora, sino que el presidente de ese cuerpo legislativo, Mike Johnson, sugirió que ni siquiera convocaría a una votación a corto plazo.

¿Qué alternativa queda? En caso de que se mantenga la negativa, los demócratas podrían verse obligados a activar una inusual maniobra conocida como “petición de descarga”, que permite forzar a los legisladores a una votación en la Cámara Baja si obtienen las firmas de 218 representantes. Es decir, más de la mitad de sus miembros.

Pero aun superando los recientes obstáculos, dos años después de la guerra aumentan desde Occidente las muestras de un camino rocoso para la asistencia económica a Ucrania, que en gran parte se traduce en armas, y de las que dependen las defensas de la nación invadida, aunque también van destinadas a gastos para necesidades humanitarias y funcionamiento del Gobierno ucraniano.

De hecho, la Cámara de Representantes no ha aprobado ayuda importante para Kiev desde que los republicanos tomaron el control de esa cámara en enero de 2023.

Desde el inicio de la guerra y hasta enero de 2024, Estados Unidos ha entregado más de 75.000 millones de dólares a Ucrania. De ellos, más de 44.000 millones de dólares destinados a asistencia militar.  

Si bien la primera potencia es el mayor apoyo en armas a la nación invadida, hasta el momento la asistencia financiera general –incluida humanitaria, atención a refugiados y destinada al funcionamiento de Gobierno ucraniano– de la Unión Europea es superior, con 93.000 millones de dólares, según cifras del Instituto Kiel para la Economía Mundial y del Consejo Europeo. En apoyo militar, la UE ha asignado hasta ahora a Kiev alrededor de 30.000 millones de dólares.

 


Gráfico que muestra el total de la ayua de Estados Unidos y de la Unión Europea a Ucrania, desde que inició la invasión rusa, en febrero de 2022, hasta enero de 2024. © Graficación France24

 

Sin embargo, según el Instituto Kiel, por parte de Washington, las promesas de nueva ayuda alcanzaron su nivel más bajo, entre agosto y octubre de 2023, con una caída casi del 90%, con respecto al mismo periodo del año anterior. La guerra en curso entre el Ejército israelí y el grupo Hamás, en Gaza, también juega en contra de Kiev, al eclipsar la atención de Occidente.

Ahora, Ucrania espera un repunte del apoyo por parte de sus aliados occidentales. Sin esos aportes colapsaría, ya que no solo no podría doblegar a Moscú en el terreno militar, sino que tendría enormes dificultades para el propio funcionamiento del Gobierno y en proveer ayuda a la población civil.

5. Elecciones en EE. UU.: los riesgos para Ucrania y la OTAN

Ahora la lupa está puesta en lo que pueda pasar a miles de kilómetros de distancia, con las elecciones presidenciales en Estados Unidos que se celebrarán en noviembre de este año. Y en Rusia, Putin se alista para su probable reelección en los comicios presidenciales entre los próximos 15 y 17 de marzo, a los que se presenta sin rivales.

Con una probable reedición de lo que fue la contienda en 2020, entre el presidente demócrata Joe Biden y el exmandatario Donald Trump, las opciones se reducen a una posible continuidad en el enfoque de ayuda –al menos desde el Ejecutivo– o a un giro que podría ser drástico.

No solo por los obstáculos que ya ha mostrado el Partido Republicano, aunque sujeto a concesiones políticas internas, sino por parte del mismo Trump. En plena campaña para obtener la candidatura de la bancada conservadora, el pasado 10 de febrero, el expresidente Trump acusó de “morosos” a miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por no aportar lo que él considera una cuota justa de la alianza político-militar, y señaló que alentaría a Rusia a atacarlos.

Desde la OTAN y la Unión Europea prometen mantener un frente unido. El secretario general de la alianza, Jens Stoltenberg, respondió que las declaraciones de Trump ponen en riesgo a las Fuerzas Armadas, tanto de Estados Unidos, como de Europa. Al mismo tiempo, recalcó que la organización no puede convertirse en una alianza a la carta, que funcione dependiendo del humor de quien ocupe la Oficina Oval.


Archivo-El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ruso Vladimir Putin en Helsinki, Finlandia, el 16 de julio de 2018. Brendan Smialowski / AFP

“El solo hecho de que gane Trump podría afectar sustancialmente la ayuda y empoderar a Rusia para que ataque con mayor contundencia, a viva cuenta de que Corea del Norte e Irán le están dando un apoyo sustancial y desde luego China. Da la sensación de que China, Corea del Norte e Irán seguirán apoyando a Rusia cada vez más, pero depende de quién gane la elección. Si es Trump, van a recrudecer (los rusos) la ofensiva para finales de 2024 a 2025 porque saben que Trump no quiere comprometerse”, destaca el experto en geopolítica y estrategia militar, Luis Alberto Villamarin.

Y es que un posible regreso a la Casa Blanca del magnate convertido en político también podría reeditar la cercanía que mantuvo con el líder del Kremlin en su gobierno, de 2017 a 2021. Un nivel de sintonía que hubiera sido difícil de creer entre Washington y Moscú en la Guerra Fría. Sin embargo, la relación Putin-Trump no necesariamente retira del mapa la rivalidad histórica entre las dos potencias por la hegemonía mundial.

En su tercer año de guerra, Ucrania se mantiene en el centro de la creciente tensión entre Rusia y Occidente, mientras se aferra a salvar su soberanía.

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