Chiclana de la Frontera (Cádiz).- Juan José Sandokán (67 años) mantiene el halo de celebridad en Cádiz pese a haberse retirado hace 33. Le asolan a fotos mientras desayuna en Chiclana, su hogar desde la pandemia, y él se lo toma con humor: “Me corté el pelo hace dos días para ver si no me reconocen, pero…”. La vida del mítico jugador de Cádiz, Real Madrid y la Selección ya dio para un libro (La vida tal cual viene, publicado en 2021), pero tiene la suficiente chicha como para escribir un segundo. Por lo deportivo, con escenas surrealistas que marcaron su trayectoria; y, sobre todo, por lo personal. Una vez retirado, el lateral se puso el traje de jefe de comedor de un restaurante, albañil, repartidor de publicidad, obrero de la multinacional de componentes para el automóvil Delphi o currito en los Astilleros de Puerto Real. En otro de sus empleos temporales, el desarme de una central térmica a las afueras de Cádiz, volvió a nacer: en cuanto terminó su turno y cedió el relevo, unos hierros mal sujetos se vinieron abajo y mataron a un compañero.
A finales de 2022 también estuvo “cerca de morir” por un problema grave de hígado. Le salvó un trasplante en Córdoba. Desde entonces no concedía entrevistas, pero dice sentirse en su “mejor momento” y desprende vigor. Ahora no deja de viajar durante los fines de semana por su nuevo puesto: embajador de las peñas del Real Madrid. Antes de coger de nuevo el coche y hacerse una panzada de kilómetros hasta Galicia, Barcelona o donde le reclamen, Sandokán se sienta con Relevo en la cafetería de un centro comercial cercano a su casa. Las anécdotas que guarda agradecen que la charla se prolongue más de una hora; y, si no fuera por las llamadas de su mujer para cumplir con su papel de abuelo y hacer recados, podían haber sido más de dos. Sus pasos por Cádiz (1978-82; 85-91) y Madrid (82-85) marcaron a una generación.
Ahora bien, pero lo pasé muy mal, fatal. El día 20 se cumplen dos años desde que me hicieron el trasplante. Voy cada seis meses a Córdoba a una revisión, pero estoy vivo y lo celebro. Perdí casi un año: se me subía la sangre a la cabeza, me desmayaba… Me mandaron a Córdoba, empezaron a mirarme y ya me operaron de urgencia. Se me acababa la vida.
Me tomo el café, corto el césped, voy al mercado… y para comer me meto en casa y no salgo. Tengo que limpiar la piscina y esas cosas. En un chalé siempre hay algo que hacer. Por la tarde me tomo mi cervecita 0,0, porque no puedo beber alcohol, duermo la siesta y hasta el día siguiente. Los fines de semana, cuando tengo que viajar, me voy un viernes y vuelvo el lunes. Esa es mi rutina.
Tal cual (risas). No puedo pedir nada más. Como viajo solo, me planifico y hago lo que quiero.
Sí. Llevo nueve años, desde 2015. Antes iba a las peñas por mediación de Tomás Roncero. Me llamaba, me pagaban el viaje y acudía. Una vez me encontré con Eduardo Fernández de Blas, el vicepresidente del Real Madrid, me vio y me dijo que por qué no me metía en el club. En un principio le respondí que no: hablar delante de tanta gente… Total, que volvimos a coincidir, me fui hacia él y rectifiqué: ‘Oye, que sí que quiero’. Me invitó a subir a Madrid a firmar y desde entonces ahí estoy. Al principio no sabía cómo iba eso, prefería viajar a mi aire y hablar a mi forma, pero ahora me gusta.
Empecé en las categorías inferiores del Cádiz en infantiles. Antes no había Infantil A ni Infantil B ni leches. En aquellos tiempos no se jugaba ni en la calle. No había sitio. La gente esperaba a los domingos para jugar en el campo. Los guardias te quitaban la pelota y te multaban si te ponías en la carretera o en las vías del tren. En el barrio ya se van viendo las cualidades de cada uno, pero necesitas amplitud para comprobar si eso se te da bien. Y así pasó conmigo. Crecí en el club, me cedieron un año al Jerez Industrial en Tercera y volví para quedarme en el 78. Ascendimos a Primera y en el 82 me marché al Madrid.
No. Lo normal. A la gente que trabajaba en los astilleros les daban unos pisos. Mi padre curraba allí. Todo el mundo nos conocíamos, no como ahora, que están todos con las maquinitas y cada uno va a su bola. Antes se charlaba y había unidad.
El primer año había muchos jugadores que habían bajado con el Cádiz a Segunda. Empecé a tener minutos, me fue bien la cosa, la siguiente temporada Milosevic apostó por mí… y ya me hizo un fijo. Ascendimos en Elche. En Primera mantuve el nivel.
Me llamó el presidente del Cádiz, Manuel Irigoyen, y me dijo que el Madrid quería hablar conmigo. Jugamos un partido no sé dónde, hicimos noche en Madrid, el equipo se volvió para Cádiz y yo me quedé. Me fui a las oficinas del Bernabéu. Irigoyen quiso venir conmigo y yo se lo prohibí. Si iba a hablar de las condiciones que quería, él no se tenía que meter en nada. Que se quedase fuera. Hablé un poquito con el Madrid, pasé el reconocimiento médico y firmé. La prensa ya se había enterado de que iba a fichar.
Sí. El Barcelona se interesó y me dijeron que tenía Puente Aéreo para ir a reunirme con ellos, pero el Madrid se adelantó y no lo dudé. Yo siempre había sido del Madrid.
No. Vivía en un bloque y tenía al lado a Miguel Ángel Portugal y Ángel de los Santos. Estábamos juntos, íbamos a entrenarnos en el mismo coche, compartíamos los cumpleaños de los niños… En el vestuario me sentí genial. El único serio era Stielike, pero por su forma de ser, no porque no fuese simpático en algunas ocasiones. Nos llevábamos todos genial.
En Las Rozas. No quería vivir en Madrid por el tráfico. Estaba a 30 kilómetros, en la Carretera de La Coruña. Estuve muy tranquilo en una urbanización. Era de las últimas que habían hecho.
Tú sabes que en Andalucía siempre se habla de usted, ¿no?
Pues yo llegué y a Juanito, que luego fue muy amigo mío, le hablaba así. En vez de decirle: ‘Oye, dame esto’, le decía: ‘Oiga, ¿podría usted darme esto?’. Luego ya me dijo que no lo hiciese más. Estaba acostumbrado a esa forma de expresarme.
Sí, hombre. Yo a Juanito lo quiero mucho porque, cuando llegué a Madrid y no tenía piso, me dejó uno suyo sin cobrarme el alquiler ni nada hasta que encontrase algo. Era excepcional. Un día tuvo una avería en su coche, lo llevó a Málaga, me llamó, yo fui desde Cádiz con el mío, le dejé el mío para que viajase con él a Madrid y yo me traje el suyo, que era mejor (risas). Luego se lo envié por el tren.
El Madrid intentó que me quitase la barba cuando llegué y les dije que no, que yo jugaba con los pies, no con la barba. Era una tontería. Y me quedé con ella. Antes de mí habían estado Sanchís Barrios y otros tantos que tenían barba. Ahora fíjate en las barbas del Rüdiger y el resto… Me lo pidió la directiva. Di Stéfano me cogió un día por banda: ‘Oye, me han dicho que a ver si te quitas la barba’. ¡Pero si a mí me firmaron para jugar! Yo ya era así.
Ese era un crack. No decía nada. Nos cogía en el vestuario y se ponía: ‘Van a jugar este, este y este. Y como somos mejores, vamos a ganar’. Ni pizarras ni tonterías. Ahora hay algún entrenador que empieza a poner flechas por aquí, hostias por allá… y al final no te enteras de nada. Es mejor más clarito. Si en los entrenamientos ya te mentalizas de lo que tienes que hacer, ¿luego para qué te lo van a repetir? Tú, a jugar. Con él estuve fenomenal esas dos temporadas. Luego llegó Amancio y ya no contaba con los andaluces. Terminé mi contrato y me volví a Cádiz.
Exjugador de Real Madrid y Cádiz
Él es gallego y tenía su forma de ser. A mí no me decía ni el nombre. Se ponía: ‘Agustín, Fulanito, Menganito… y usted’. Ni me mentaba. Son situaciones en las que no puedes hacer nada. Si te cabreas, mucho peor. Es preferible llevarlo con humor y entrenarte bien. Había más andaluces: Paco Bonet, que es de Granada; Salguero, de Málaga; Juanito, de Málaga y que también tuvo problemas esa temporada; Pineda, también de Málaga; y Ángel de los Santos, de Huelva. Amancio se comportaba igual con todos. Con Juanito mantuvo sus disputas. Son cosas que pasan en el fútbol. Debes adaptarte, porque no te vas a enfrentar al mundo.
Siempre. Nos daba libertad. A mí, por ejemplo, me decía que subiese. Yo era un lateral derecho que jugaba como un extremo más. Amancio ya no quería que subiesen los laterales. Camacho, Chendo y yo no podíamos pasar del medio del campo. Teníamos que quedarnos ahí. Te quita poderío para atacar. Por eso estuvo tan malamente el Madrid el último año, quinto o sexto.
Eso es verdad. Con la prensa era según le preguntasen los periodistas; si eras coherente, te contestaba a su manera, pero si no… te decía cosas. Pero era un tío fenomenal. Antes la prensa entraba en el vestuario. Yo no lo veía normal, como que ahora accedan las televisiones. El vestuario es sagrado. Tú no puedes entrar. Los clubes se equivocaron al permitirlo. Hay que tener una intimidad antes de salir y que nadie sepa lo que dices.
Me dijo que sí, que no me preocupase… y me estaba quedando sin equipo. Luego desapareció. Nunca había tenido agente, y por meterme con uno casi me quedo sin nada. Como no jugué en el Madrid el último año, creí que lo necesitaba. No tenía el mismo cartel. Jamás volví a saber nada de él. Ni me acuerdo de su nombre.
Irigoyen me dijo que no empezase a creérmelo. Yo nunca me lo había creído. Me dijo que seguía siendo uno más, que aunque viniese del Madrid no era nadie. ¿Que por qué no me quería fichar? Igual porque no le dejé entrar a la reunión cuando me quiso firmar el Madrid… Y eso que el Madrid pagó 75 millones de pesetas por mi traspaso y dejé un buen dinero. También vinieron a jugar un Trofeo Carranza que no cobraron. De eso se obtuvieron otros 25. Fueron casi 100 kilos.
Claro… En mi último año tenía una cláusula por la que, si jugaba 25 partidos, me renovaban. Disputé 24. En el último metí el gol de la permanencia en una tanda de penaltis. Yo pensaba que me renovaban seguro. 24 partidos, metí el gol… y no. Me quedé bastante jodido. Me tiré dos años sin ir al fútbol ni ná, ¿eh? Me agobié. No me retiré yo, me retiraron. Con 35 años que iba a cumplir el siguiente mes estaba bien, contento. El entrenador, Ramón Blanco, me reconoció después que se equivocó conmigo. Pero las equivocaciones… Yo no pedí explicaciones. El presidente y el secretario técnico me dijeron que no contaban conmigo. Fui al vestuario, recogí mi ropa y no volví más. Con 35 años ya no quería irme a ningún otro equipo. En el Cádiz sí me hubiera gustado seguir, estaba cómodo, pero llevarme a los niños a otro lado… Pasaba.
Sí. Y lo dijo Maradona, ¿eh? Mágico era un fenómeno. Qué cosas hacía. Increíble. No pude verlo cuando le hicieron el homenaje en Cádiz. Tenía viaje con el Madrid. Cuando te manda el Madrid… tienes que ir. Me fastidió, pero es mi trabajo. En los entrenamientos cogía un balón en el medio del campo y decía: ‘¿Quieres que le dé al larguero? ¿Le doy otra?’. Y le daba cinco veces. Qué tío.
Nada. Nada de nada. Yo en el Cádiz ganaba 200.000 pesetas (1.200 euros) cuando me firmó el Madrid. Al Madrid sí me fui ganando un dinero. Cuando volví al Cádiz me pagaron tres millones, tres millones y medio y cuatro. La mitad se lo llevaba Hacienda. Te quedabas con lo justito. Ahora un tío que juegue dos o tres años en Primera ya no tiene problemas en la vida, a no ser que sea un gastón. Yo, cuando me retiré, me fui al paro. Tenía dos años de desempleo. Que no me renovasen en el Cádiz me quitó un año de salario y me quedé tieso. Yo pensaba que iba a seguir y que iba a cobrar lo mismo.
Sí. Estuve en Navantia, en la construcción, en General Motors… Cuesta cambiar el chip, pero yo tenía que llevar dinero a casa. Debía acostumbrarme a un trabajo que no había realizado nunca. Antes había currado en un comercio de ropa, pero esto era diferente. Me dieron la oportunidad en los astilleros, empecé y estuve muy a gusto durante unos años. Es la vida. El papeo hay que llevarlo a casa y buscarse las habichuelas donde sea. No pensé en ser entrenador. Te va bien un año, luego pierdes, te echan y… ¿de qué comes? Y tampoco estaría cotizando.
Exjugador de Real Madrid y Cádiz
Había una… ¿Te acuerdas del regate de Maradona en el Bernabéu?
Esa siempre me la hacen. ¿Qué quieres que te diga? Era el número uno del mundo. Me la hizo, sí, pero… ¿le rompí las piernas? No. Fui a cubrirle y me regateó. Yo no fui a por él como Goikoetxea. Lo hubiera roto, pero yo nunca he lesionado a nadie de gravedad. Iba al balón, no a partir piernas. Y por cierto: hay que jugar con Maradona para que te regatee.
Qué va, hombre. No volví porque, después de un partido en el que me quitaron del once y pusieron a Señor de lateral derecho, dije en la prensa que pensé que el entrenador me iba a mantener, pero que él manda. Los periodistas cambiaron la forma de decir yo las cosas y se armó una buena. Miguel Muñoz me había llamado antes para decirme que no me preocupara, que contaba conmigo y que aquel había sido un partido especial; después de publicarse aquello, no me llamó más.
Nada, nada. Luego eso no se publica. Pasó como cuando no continué en el Cádiz. Un día Ramón Blanco me dijo: ‘Oye, mira, perdona, lo siento, pero te tenía que haber renovado’. Pero eso no sale. Como era amigo mío y fuimos compañeros, acepté la explicación. Hay que respetar las decisiones de los demás. Tampoco vas a ir con una pistola y pegarle un tiro si no cuenta contigo.
Y tanto. Me cambié de ropa y, justo cuando iba a salir, se cayó la estructura y murió un hombre aplastado. Lo pasé muy mal. Aquel día hacía mucho frío, estábamos a la intemperie, llovía… Aquello no se cayó por el tiempo. Ahí hubo una negligencia.
Exjugador de Real Madrid y Cádiz
Sí, sí lo sé. Claro que lo sé. Menudo cabrón… (risas). Si nos conoces, la diferencia es grande. Si a mí sólo me habías visto en la tele o en fotos, podía colar.
Las permanencias. El primer año en el Madrid llegamos a cinco finales y no ganamos ninguna. Fue un mérito, pero no tuvimos la suerte necesaria para ganar. Con el Cádiz estábamos hasta el final acojonados. La alegría, cuando lo conseguías, era como si hubieras levantado una Liga. Cuando llegó Víctor Espárrago hasta llegamos a quedar en la mitad superior de la tabla. Nos pidieron que bajásemos y no ganásemos más, que estábamos salvados y no había para pagar tantas primas. Nos obligaron a dejarnos ir. Si hubiera sido como ahora, que el séptimo juega la Conference, hubiésemos peleado por meternos en Europa. Antes sólo iban los campeones de Liga y Copa y uno o dos a la Copa de Ferias.
Sí, sí. Cuando empecé a entrenarme con el primer equipo del Cádiz me llevaron a una Copa de Andalucía. La jugaban los reservas. Tuve a mi lado a futbolistas que eran mis referentes. El respeto era reverencial.
Espárrago era impresionante, perfecto. Luego se marchó al Sevilla. Un tipo sensacional.
Lo pasé mal con Amancio. Si hubiera jugado con él como en los dos años anteriores, hubiese renovado en el Madrid. Mi trabajo con él era sólo ir a entrenarme. No iba a contar.
He tenido muchos muy buenos. Jorge Dos Santos, en el Cádiz, era mi hermano. Juanito tenía un temperamento fuerte, pero lo quería mucho.
Mucho. Pero no lo echo de menos. El fútbol de hoy en día es más aburrido que el de mi época o el de los 90. Esos eran partidos de ida y vuelta, con ataques constantes, un juego vivo y más entradas que no eran falta. Ahora te tosen detrás y te sacan amarilla. Es increíble.
Durar 50 años más (risas). Si no me pudiera valer por mí mismo, preferiría irme cuanto antes, morirme y dejarlos tranquilos a todos. Ahora, afortunadamente, he pasado de estar muerto a vivo. Ojalá sume muchos más. He recuperado la alegría y las ganas de vivir. No me rindo.
Gracias a vosotros por la visita. O a ustedes, que le diría si fuese Juanito.
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