De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), “el aislamiento social (la falta de suficientes de relaciones sociales que provoca soledad) y el dolor de no sentirse vinculado socialmente están muy extendidos. Contrariamente a la creencia de que el aislamiento y la soledad afectan principalmente a las personas mayores en los países de ingreso alto, ambos problemas están presentes en todas las personas de todo el mundo, independientemente de su edad, y afectan a la salud y el bienestar de estas”.
En la misma línea, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, plantea que las “altas tasas de aislamiento social y soledad en todo el mundo tienen graves consecuencias para la salud y el bienestar. Las personas que no tienen suficientes relaciones sociales estables corren un mayor riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares, ansiedad, demencia, depresión, suicidio, etcétera”.
Para conceptualizar esta situación, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) plantean que la soledad “significa sentirse solo independientemente de la cantidad de contactos sociales”, mientras que el aislamiento social “es la falta de conexiones sociales”. Asimismo, la OMS indicó que “una de cada cuatro personas mayores sufre aislamiento social, tasa muy similar en todas las regiones”.
En resumidas cuentas, el médico clínico y gerontólogo Luis Cámera (MN 51995), tras la consulta de Infobae, indicó: “¿Cómo darnos cuenta si alguien está solo? Cuando deja de tener contactos con la gente. Por lo tanto, la familia y los amigos tienen mucho impacto en saber en qué momento un amigo o un familiar puede estar sufriendo de soledad”.
“A lo largo de la historia, la soledad ha acompañado a la humanidad en mayor o menor medida; sin embargo, hace tiempo que es un fenómeno social cuyo impacto negativo en los individuos ha aumentado”, señaló Benno de Keijzer, médico por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor en los Másters de Salud Pública, Estudios de Género y Salud, Arte y Comunidad de la Universidad Veracruzana de México, en una reciente publicación de la Universidad Nacional de México (UNAM).
En ese sentido, advirtió que “no únicamente es que nos sintamos solos, sino que también corremos un mayor riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, un infarto al miocardio, depresión o demencia, o cometer suicidio. La OMS asegura que el riesgo de mortalidad en las personas que se sienten solas aumenta 32%”.
Por su parte, el médico clínico Ramiro Heredia (MN 117.882), del departamento de Medicina Interna del Hospital de Clínicas José de San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, explicó a Infobae que “la soledad y el aislamiento social impactan de lleno a la salud: desde un mayor riesgo de enfermar, hasta dificultades a la hora de cuidar y/o acompañar a los individuos una vez enfermos”.
1- Muerte prematura
Según la OMS, “la falta de conexión social conlleva un riesgo equivalente, o incluso mayor, de muerte prematura al asociado con otros factores de riesgo más conocidos, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la inactividad física, la obesidad y la contaminación del aire”.
Desde la AARP de Estados Unidos, que se dedica a la atención de adultos mayores, postulan que la desconexión social “acorta la vida casi tanto como fumar 15 cigarrillos al día”. Y añaden que las personas “con lazos sociales fuertes viven más tiempo y tienen menos probabilidades de morir por cualquier causa. Una revisión de 148 estudios que hicieron un seguimiento de sus participantes durante un promedio de más de siete años determinó que esos vínculos aumentaron las probabilidades de supervivencia en un 50%”.
Bajo estos preceptos, desde los CDC aportan: “El aislamiento social aumenta significativamente el riesgo de una persona de morir prematuramente por todas las causas, un riesgo que podría rivalizar con el del tabaquismo, la obesidad y la inactividad física”.
Y Cámera profundizó: “Se sabe, desde hace tiempo, que todas las enfermedades crónicas, incluso el cáncer y los procesos infecciosos que pueden aparecer de repente, están muy relacionados con la soledad, la cual está simultáneamente asociada con la depresión. Esto está bastante claro desde el punto de vista fisiopatológico: hay factores inmunológicos y genéticos que se ven alterados, así como reacciones frente al organismo que afectan esta situación”.
“Para combatir de manera efectiva las enfermedades crónicas, como las cardiometabólicas, se requiere una predisposición por parte de la persona enferma; esto implica tener el deseo de luchar contra la enfermedad. Por lo tanto, si una persona está deprimida, esas ganas desaparecen y los controles médicos se descuidan; con frecuencia, dejan de tomar los medicamentos o se complican en su administración. Por consiguiente, estar solo y deprimido es una situación que agrava todas las enfermedades crónicas y, además, como mencioné anteriormente, puede favorecer las enfermedades infecciosas y la aparición de cáncer”, añadió Cámera.
2- Enfermedades del corazón y del cerebro
Para la OMS, “el aislamiento social también tiene un grave efecto en la salud física y mental: diversos estudios muestran su relación con la ansiedad y la depresión y cómo puede incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares en un 30%”. A su vez, desde los CDC citan que las relaciones sociales escasas “(caracterizadas por el aislamiento social o la soledad) se han asociado a un aumento del 29% del riesgo de enfermedad cardiaca y a un aumento del 32% del riesgo de accidente cerebrovascular”.
En 2022, la Asociación Estadounidense del Corazón emitió un resumen en el que detalló que el aislamiento social y la soledad “pueden aumentar el riesgo de sufrir o morir a causa de un ataque cardíaco o un derrame cerebral”. Además, “las personas que están socialmente aisladas o solitarias pueden tener comportamientos que dañan aún más la salud del corazón y del cerebro, como comer menos frutas y verduras, no hacer suficiente actividad física y ser demasiado sedentarios”.
Un estudio publicado por la revista científica BMC Medicine ha puesto de manifiesto que la frecuencia de interacciones sociales y el vivir solo influyen en el riesgo de muerte por todas las causas, especialmente enfermedades cardiovasculares (ECV). La investigación, que tuvo una mediana de seguimiento de 12,6 años, tuvo como muestra a 458.146 participantes del Biobanco del Reino Unido.
Los investigadores encontraron que aquellas personas que reciben visitas de amigos o familiares menos de una vez al mes presentan un riesgo aumentado de fallecer por diferentes causas, entre ellas las enfermedades cardiovasculares. Además, quienes viven solos y carecen de interacciones tienen una probabilidad mayor de morir.
“En el año 2019 se publicó una investigación finlandesa, en la que analizaron información del Biobanco del Reino Unido, una gran base de datos que contiene datos biométricos, de hábitos y de salud de casi 480.000 adultos británicos, e identificaron que al aislamiento social y la soledad como factores de riesgo de infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y mortalidad”, resaltó Heredia.
Y agregó: “El riesgo de tener un infarto agudo de miocardio fue un 43% mayor, así como el riesgo de tener un accidente cerebrovascular, un 39 % mayor, en las personas solas. Estos se atenuaron al analizar los factores de riesgo convencionales, como el fumar, la inactividad física y el colesterol, entre otros. Si el aislamiento social, pero no la soledad, se asoció con una mayor mortalidad en los participantes con antecedentes de infarto agudo de miocardio (25 % más) o accidente cerebrovascular (32 % más), comparado con las personas que no sufrían aislamiento social. Y otros estudios encontraron que el aislamiento social y la soledad se asocian con un riesgo 30% mayor de sufrir un accidente cerebrovascular y/o enfermedad cardiovascular”.
Los expertos de la AARP advierten que, según los estudios, “las personas con vínculos sociales débiles tienen más probabilidades de padecer diabetes y son menos capaces de llevar un buen control de la enfermedad. También son más propensas a sufrir complicaciones de este cuadro, como ataques cardíacos, pérdida de la vista, problemas de los pies y daño renal, independientemente de sus niveles de azúcar en la sangre”.
En ese tono, William A. Haseltine, presidente y director del grupo de expertos en salud mundial ACCESS Health International, afirmó en un artículo en Psychology Today que las personas solitarias, incluso, “corren un mayor riesgo de problemas de salud como diabetes”.
En tanto, en 2022, un estudio publicado en Diabetología, la revista de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) reveló que los sentimientos de soledad están relacionados con un riesgo significativamente mayor de desarrollar diabetes tipo 2.
Asimismo, el profesor asociado Roger E. Henriksen y sus colegas de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Noruega Occidental, además de analizar la relación entre la soledad y el riesgo de desarrollar diabetes, estudiaron si la depresión y el insomnio juegan un papel en la génesis de la enfermedad.
Según las investigaciones previas, la evidencia que señala el vínculo que existe entre el estrés psicológico y el riesgo de un individuo de desarrollar diabetes tipo 2 es creciente. Para los especialistas, “la soledad crea un estado de angustia crónico y a veces duradero, que puede activar la respuesta fisiológica al estrés del cuerpo. Si bien los mecanismos exactos no se comprenden por completo, se cree que esta respuesta desempeña un papel central en el desarrollo de la diabetes tipo 2 a través de mecanismos como la resistencia temporal a la insulina provocada por niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés”.
Los investigadores utilizaron para el trabajo, que se realizó entre 1995 y 2019, una base de datos que contiene la información de salud -a partir de cuestionarios autoinformados, exámenes médicos y muestras de sangre- de más de 230.000 personas en Noruega obtenida a través de cuatro encuestas de población: HUNT1 (1984-1986), HUNT2 (1995-1997), HUNT3 (2006-2008). ) y HUNT4 (2017-2019).
La información de referencia para 24.024 participantes se tomó después de excluir a las personas con trastornos metabólicos, diabetes tipo 1 y tipo 2 y aquellas para las que no se disponía de datos de análisis de sangre.
Meses atrás, una investigación sugirió que la soledad también puede hacer a las personas más vulnerables a la enfermedad de Parkinson, un trastorno progresivo que afecta el sistema nervioso y las partes del cuerpo controladas por los nervios. Entre más de 490.000 personas incluidas en el Biobanco del Reino Unido, que fueron seguidas durante y hasta 15 años, la soledad pareció aumentar las posibilidades de un diagnóstico de esta enfermedad en un 37%. El informe se publicó en JAMA Neurology.
“La asociación entre la soledad y la aparición de la enfermedad de Parkinson no se debió a factores de riesgo genéticos, clínicos o conductuales compartidos”, dijo la investigadora principal Angelina Sutin, profesora en el departamento de ciencias del comportamiento y medicina social de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Florida en Tallahassee.
Aunque este estudio no puede probar que la soledad cause la enfermedad de Parkinson, parece haber una conexión, dijo Sutin. “Demostramos que hay una asociación entre la soledad y el desarrollo de la enfermedad de Parkinson, no que la soledad cause la enfermedad de Parkinson”, enfatizó.
La soledad y su impacto en la salud preocupa a los expertos. No por nada, en 2023, la OMS anunció la creación de una comisión de expertos para promover la Conexión Social a nivel mundial y combatir la soledad. La nueva Comisión para la Conexión Social está conformada por 11 especialistas y es copresidida por el excirujano general del gobierno estadounidense Vivek Murthy y la enviada especial de la Unión Africana para la juventud, Chido Mpemba (Zimbabue), según anunció en un comunicado la organización.
Según una encuesta de Meta-Gallup en más de 140 países, casi una de cada cuatro personas en todo el mundo (lo que se traduce en más de mil millones de personas) se siente muy o bastante sola.
Para el doctor Cámera, “cuando por cuestiones estructurales, por ejemplo, alguien queda viudo o se separó y no tiene a nadie más con quien convivir y tiene otros familiares lejanos, hay que tener un reaseguro por parte de las amistades y de la familia de tener un contacto permanente con esta persona”.
“El principal punto para combatir la soledad, y la depresión asociada a la misma, es este justamente sociabilizar, y en eso, es fundamental el rol de la familia y de los amigos -y en todo caso la comunidad-. Por ejemplo, las comunidades en las ciudades chicas en las que alguien sabe cuando el otro está solo porque hay mucho contacto. No es lo mismo en las grandes ciudades”, continuó el médico.
Y completó: “No cabe duda de que nosotros, como animales sociales y gregarios, debemos estar permanentemente en relación con otros; el núcleo primario siempre ha sido la familia. Sin embargo, en la ciudad, debido a su gran tamaño, el núcleo familiar puede no ser tan cercano a veces, ya sea por cuestiones de distancia, trabajo u otras actividades cotidianas. Por lo tanto, es necesario contar con agrupaciones que estén relacionadas con la comunidad, donde algunas actividades lúdicas, por ejemplo, suelen ser muy importantes. También es relevante tener actividades que estén relacionadas con la cultura, como sesiones para ver películas en grupo, discutir libros, participar en talleres literarios o disfrutar de diferentes juegos, e incluso pasar vacaciones juntos”.
Mientras que Heredia concluyó: “Los médicos, en el consultorio y en los distintos puntos de contacto con los pacientes, así como preguntamos y abordamos distintos aspectos de la salud, como la dieta, la actividad física, el peso corporal, el reposo nocturno, la presión arterial, el azúcar en sangre, y distintas enfermedades de base, deberíamos hacer el tamizaje y preguntar acerca de signos de depresión, ansiedad, soledad y grado de aislamiento social (algo que muchas veces, tratamos de hacer)”.
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