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“Me fui por la crisis, yo ganaba bien pero mis colaboradores no” | Relevo

No le gusta que le llamen gurú, porque se considera simplemente un enseñante. Acaba de ganar el primer oro olímpico con la selección italiana de voleibol femenino. Julio Velasco (La Plata, 1952) enseña precisamente a Relevo cómo se forjó su camino de vida hasta llegar allí, a París. La entrevista es por teléfono, mientras va por la autovía conduciendo camino de España. Pide disculpas una vez, cuando la conversación se interrumpe porque debe pagar el peaje. Es, probablemente, el mejor entrenador de todos los tiempos.

Vivió de lleno los años de la dictadura militar en Argentina con el general Videla. La represión, los desaparecidos… Cuénteme aquello, por favor.

Fue muy complicado. Tuve que dejar la universidad cuando me faltaba poco. Me marché de la ciudad. Tuve muchos amigos desaparecidos (algunos asesinados), incluso mi hermano estuvo desaparecido 45 días. Lo único positivo de ese periodo es que comencé a entrenar a voleibol. Fíjate, jamás pensé que después sería entrenador profesional. Al inicio tenía que trabajar, porque me fui a vivir solo. Estaba en una empresa de limpieza, mientras me enseñaba mi maestro Jorge Taboada. Luego comencé a entrenar a chicos de doce o trece años en Ferro Carril Oeste. Era una escuadra pequeñita que luego tuvo muchos éxitos.

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¿Por qué ese deporte y no otro? El fútbol, por ejemplo.

Comencé a jugar a los quince años. Antes estaba en el fútbol, sí. Pero, sabes, después llegó este entrenador, y me ilusioné con este deporte. El presidente de la Federación de voleibol (en Buenos Aires) tomó una decisión acertada: obligó a los clubes a tener cantera. El equipo éste se llamaba Universitario, aunque no dependía de la universidad. Estaba en cuarta división en La Plata, y era obligatorio tener solo un club al menos. Fuimos a Buenos Aires, porque necesitábamos un entrenador para formar un bloque de juveniles y así iniciar el campeonato. Este entrenador comenzó a buscar a chicos que quisieran jugar al vóley. Hicimos un equipazo; ganamos a todos los demás del país sin ser una entidad de primera categoría.

¿Qué estaba estudiando en la universidad?

Filosofía.

Esta pregunta está relacionada con la filosofía, la psicología, con sus dotes de motivador. Cuando estaba en los Juegos, en Relevo escribimos un artículo centrándonos en un punto de su decálogo de gurú. «Para ser entrenador, primero hay que matar al jugador que se lleva dentro. El ser humano alberga muchos personajes, máscaras dentro de sí. ¿Cómo se aniquila una de ellas?

Lo de gurú forma parte del folclore periodístico, que necesita crear personajes más allá de lo que son en realidad. No soy ningún gurú. Como mucho, un enseñante. Quería ser profesor de secundaria, no un filósofo. Me gustaba la docencia, porque mi madre era maestra. La diferencia es esto: cuando uno juega, hace las cosas. Sin embargo, cuando entrena ya deja de hacerlas, y su función es que los otros las ejecuten. El problema es que cuando uno ha jugado mucho tiempo, incluso en la élite… En realidad, no ha parado de hacer y hacer, para hacer de nuevo. Luego, cuando dan algún consejo, piensan que eso ya es ser entrenador, y no es así. Lograr que los otros hagan, cuando -por nivel, personalidad o características- son muy diferentes a uno mismo es complicado. Hay que matar al jugador, pero eso no significa olvidar todo, sino modelarlo. Muchos entrenadores fallan porque no empatizan con el jugador que dirigen. Por ejemplo, cuando uno no hace algo, algunos técnicos pueden hasta pensar que no tienen la motivación necesaria para llevarlo a cabo. Se cabrean. Ser una estrella en la cancha puede ser fallido en los banquillos.

Porque no entiende que el otro lo haga fácil como lo hacía él… Así se desespera, y es contraproducente.

Exacto, parece una obviedad, pero no es así. Otro error es repetir muchas veces las cosas, como si el problema es que no entienden. No es verdad, porque los chicos y las chicas sí que entienden, porque son inteligentes. Han ido a la escuela, y están acostumbrados a aprender. Muchas veces están entrenados a entender conceptos, pero no a ejecutarlos. Es ahí dónde hay que trabajar con ellos.

Ahí falla la escuela. El método.

Sí, porque al profesor basta con demostrarle lo que sabes para aprobar. Hacer las cosas es otra cosa. Es un oficio, como fontanero, guitarrista o jugador de voleibol. Si me enseñan a tocar la guitarra, con eso no es suficiente. Luego hay que entrenar, y además pretender que mi maestro no se enoje. Yo me equivoco porque no lo sé hacer, y no porque quiero.

A finales de los noventa, tras haber dirigido ya algunos clubes italianos, además de la selección azzurra, tanto masculina (ganó dos mundiales, un europeo y perdió el oro en Atlanta’96) como femenina, hace incursión en el mundo del fútbol. Primero Lazio, y luego Inter. ¿Cómo fue?

En Roma, con la Lazio, fue sobre todo un aprendizaje. Vi el deporte desde el ángulo de un dirigente. No lo había hecho hasta entonces. ¿Sabes? Muchas veces los entrenadores nos cabreamos con directivos porque no hacen lo que pedimos. Esta vez me tocó al otro lado, y aunque me ayudó comprendí que no me gusta. Bueno, en realidad me gusta más ser entrenador, pero aprendí la importancia y la dificultad de ser un buen directivo. Luego me ayudó en mi carrera.

Le llamó Sergio Cragnotti -por sus dotes motivacionales- para la Lazio. Estuvo solo un año: 1998. Con Eriksson. ¿Qué le pareció el mundo del fútbol?

Algo muy difícil. Fui muy futbolero. Me encanta. Conocerlo desde dentro fue interesante. Uno desde la grada piensa que quienes juegan son ya hombres hechos y derechos, muy maduros. La mayor parte son chicos jóvenes, que simplemente juegan al fútbol como otro podrían hacerlo a otro deporte. No lo hacen para hacerse rico, sino porque les gusta. Después, si les pagan bien, ¿tendrían que rechazarlo? Claro que no.

¿Por qué es tan difícil el fútbol? Insisto.

Porque todo lo que sucede es de dominio público. Imagina una empresa, por ejemplo, Apple. Si todo fuera de dominio público sería mucho más difícil dirigirla y manejarla. En el futbol, un directivo toma la decisión de vender un jugador que ha sido importante para el equipo, y es un problema porque los hinchas lo quieren. Luego, si pierdes dos partidos, parece que todo es un desastre. Es complicado todo, porque muchos jugadores en sí son grandes multinacionales. Mbappé gana más que muchas empresas españolas, por ejemplo. Lo mismo Messi, Cristiano Ronaldo… Tengo un gran respeto tanto por los entrenadores como directivos de este mundo, porque soy consciente de la tremenda dificultad. Una realidad complicada.

Coincidió con Iván de la Peña. ¿Qué sucedió con él? Clase cristalina, pero en Italia…

Los futbolistas hay veces que funcionan inmediatamente, y otras que no. Es normal. Jugar en el extranjero no es fácil, porque, aunque se parezcan Italia y España… En mi caso, como entrenador, cuando me vine sentí mucha nostalgia al inicio. Cuando eres joven eso pasa factura. Es complejo el tema. En Italia, los extranjeros normalmente el primer año les cuesta rendir. La adaptación es complicada. Ahora no sucede tanto, porque hay muchos… Tantos que para ellos el español es casi como un italiano. Recuerdo que hace tiempo, Mihajlovic (entonces entrenador del Bolonia) me llamó para dar una charla allí.

Coincidieron en la Lazio.

Sí, y esa acordaba de mis charlas. Bien, el caso es que me encontré con quince nacionalidades diferentes. Hablé en inglés e italiano, y había algunos que se dormían porque no entendían estos idiomas. Eso es dificilísimo, aunque también fascinante.

Para el Inter le llama Moratti en el 2000. La experiencia fue efímera, porque estaba ligado a Marcello Lippi y éste dimitió enseguida. ¿Fue así?

Me llamó el presidente para colaborar porque pensaba que había que mejorar ciertas estructuras alrededor del equipo, y no dentro del equipo. El en fútbol cuando se cambia un entrenador, normalmente se va también la gente de su confianza. Yo esto lo entiendo, porque los intereses son tan grandes que los técnicos necesitan un apoyo más cercano, además del propio club.

¿Algo así como hace Guardiola con Estiarte?

Sí, por ejemplo. Ancelotti tiene a su hijo… Pero me refiero en términos generales, más amplios aún. Hablo de otros colaboradores menos importantes. En mi caso, no formaba parte del cuerpo técnico directamente, pero aun así después llegó otro entrenador (Tardelli) y creo buscaba un grupo amplio del que se pudiera fiar a ciegas. Yo no lo era.

Vuelve al voleibol. Tras dirigir a la República Checa y algunos clubes italianos, se convierte en 2008 en seleccionador español. Tres años allí. Cogió un equipo que venía de conquistar el campeonato de Europa con Anastasi. ¿Qué sucedió?

Ese título fue increíble e inédito. Cuando llegué había jugadores con problemas físicos, otros comenzaron a bajar su nivel. Lo que pasa es que cuando se gana algo de forma inesperada… Ya sabes, ganar es difícil de por sí… Pero repetirlo es todavía más. Fue un momento de transición. Teníamos que renovarnos. Fuimos al Mundial, y con todos los problemas que hubo, cuajamos la mejor actuación hasta entonces. Lo que pasa con los técnicos que han ganado, como Ancelotti o Guardiola, es que si luego van a otro sitio y no vencen el campeonato suena a fracaso. Parece que la única opción es quedar primero, pero eso es una trampa. Nosotros en el Mundial perdimos con Cuba y Brasil, dos de los mejores del mundo. Llegamos a una posición que sólo se había obtenido una vez.

¿Y después?

Llegó la crisis financiera en toda Europa. Tenía garantías de mi contrato, porque lo pagaba el ministerio, pero no podía estar en una situación en la que yo ganaba muy bien y a mis colaboradores les habían bajado el sueldo. No me sentía cómodo. Nos pusimos de acuerdo con el presidente. ¿Sabes? España en la parte organizativa es muy buena. Hacen lo que pueden hacer. Saben ahorrar, adaptarse a las circunstancias. La famosa frase “Es lo que hay” la hemos copiado en Argentina. Me encanta esa mentalidad de apechugar sin excusas ni pretensiones muy altas.

En aquel periodo se habló de un posible, y clamoroso, retorno de Rafa Pascual a la selección, pero finalmente no fue así. ¿Usted lo pidió o lo rechazó?

Si hubiera sido más joven me habría encantado tenerlo. Es uno de los mejores que vi en mi vida. Extraordinario técnica y psicológicamente. Los años pasan para todos. Este es el problema del fútbol: si un genio se hace mayor y es momento de cambiarlo o venderlo, no pueden hacerlo porque la gente lo asocia sólo a sus momentos de gloria. ¿Entiendes?

Pasó con Totti, sí. ¿A Rafa le habría gustado volver?

No lo recuerdo, pero ya estaba retirado de la selección. Tenía muchos problemas físicos.

Después del trienio ibérico usted coge un vuelo a Teherán para dirigir a Irán.

Algo extraordinario. Buscaba un país con cultura diferente a la europea. Quería experimentar si los métodos funcionaban en un lugar tan distinto. Hay que respetar cualquier cultura. Yo allí hablaba en inglés, algunos entendían y otros no. Algo de farsi (lengua local) aprendí. Logramos, por vez primera, el campeonato asiático. Luego repetimos, y nos clasificamos para la Liga Mundial. Muy interesante desde el punto de vista cultural, humano. Te diré una cosa: uno ve ciertos países y los juzga sólo por la política o la religión. Nosotros en Argentina tuvimos una dictadura, y no por eso si alguien conoce a un argentino tiene que juzgarlo mal diciendo que apoya al gobierno. Es extrapolable a la España de Franco. Verás, mi relación con los directivos en Irán fue increíble. También con colaboradores, con la afición… Siempre quisieron que volviera, porque alcanzaron un nivel internacional importante.

Si se trabaja en un país con una dictadura -del tipo que sea- parece que ésta se está legitimando. Todo no puede ser blanco o negro.

En mi caso, no estoy de acuerdo con el veto a los deportistas rusos a nivel internacional. Sin embargo, apoyo completamente a Ucrania. Yo estuve cuatro años dirigiendo las categorías inferiores italianas, y los rusos no podían jugar. Chicos de 18 años. Entonces nosotros, argentinos, no habríamos podido jugar cuando teníamos a los militares. Se vetan a directores de orquesta rusos en muchos sitios. ¿Esto qué es? Apoyamos a Putin así, le hacemos un flaco favor. Es algo de locos. Cuando se descubrió el doping de estado en Rusia lo dejaron participar, y ¿después no por razones políticas? Debería haber sido al revés.

La última tiene que ver con París y su oro. Llegó con la mejor jugadora del mundo (Paola Egonu) y con otra súper estrella: Antropova. La gestión de esos egos, especialmente de la primera, fue clave. ¿Cómo lo hizo para meterles en la cabeza que esto es un deporte de equipo?

Egonu para mí se presentó a la gente como algo que no es. Tuvo problemas con su entrenador, pero es una chica normal. Quería aprender, recuperar su mejor nivel dentro del equipo. Aquí cada uno tiene un rol, y el suyo es muy importante. Nosotros hacíamos el doble cambio: cuando ella iba atrás, entraba una levantadora… Y cuando la levantadora estaba delante, hacía entrar Antropova, fortísima en ataque y bloqueo. No hubo nada particular que hacer, no tuve que resolver ningún problema ni individual ni colectivo. Nada complejo; todo fácil.

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