Ha pasado de marcar a una ‘mole’ como era Emile Heskey en una final de la UEFA a conducir una Fenwinck en una empresa conocida en Gasteiz como es Bebidas Pepsico SL. Y no se le caen los anillos por ello. Todo lo contrario. “Estoy más a gusto que en brazos”. Son palabras de Óscar Téllez (Madrid, 1975) que atiende muy amablemente la llamada de Relevo desde su retiro vacacional para hablar de la cara más amarga del fútbol, la que le tocó vivir una vez colgadas las botas. Se confiesa asimismo como “un juguete roto” y tuvo que protagonizar una larga travesía por el desierto para ver la luz. Se tuvo que subir a un trailer donde pasaba hasta 16 horas. Estuvo trabajando en el aeropuerto de Foronda. “La situación era insostenible y tenía que trabajar”, reconoce. Gasteiz y su actual pareja, Ainhoa, acudieron al rescate de este exfutbolista que no se muerde la lengua. No lo hacía sobre el terreno de juego y no lo hace ahora tampoco.
Sí. Esta es mi segunda semanita y la última. Empiezo a trabajar el 2 de septiembre. Hemos venido a conocer Asturias, que es lo más parecido a nuestra zona y tenía curiosidad por venir.
Muy bien. Estoy muy contento y muy feliz en algo totalmente opuesto, digamos, al mundo del deporte. No hago prácticamente nada, alguna cosa con chavales y algunos trabajos personales, pero bueno, estoy trabajando, y al final he encontrado el equilibrio. Pasé unos problemillas, unas dificultades, porque no es fácil pasar de un mundo donde te valoran solamente por jugar al fútbol y te recompensan muy bien por ello y pasar a otro más real. Por circunstancias de la vida, ese ritmo de vida ya no se podía llevar, tanto en lo físico como en lo económico, y tocó hacer otro tipo de cosas, como trabajar. Estoy contento, feliz, a gusto y a mí esta situación no me repercute para nada, ni me siento una persona inferior por estar como estoy.
Con la gente que rodea el fútbol, sí. Y por supuesto que no me refiero a la afición. Eso es lo mejor. Yo ahora soy un aficionado. Y me parece maravilloso el mundo del aficionado. Yo lo viví en mi época más jovencita, pero no tan de lleno como estos últimos años. Pero la gente que lo rodea nunca me ha gustado. No me atrae. Hoy en día el deporte es menos deporte que hace años. Es más negocio. A mí me gustaba el fútbol como deporte, la pasión que transmitía. No sé si tuve alguna posibilidad de poder estar en ese mundillo, pero sí se hubiese dado, no lo hubiera aceptado. Yo he sido deportista y punto.
El fútbol es algo muy complicado y un tanto surrealista. Yo, al final, sigo siendo muy popular en Vitoria. No sé si es el término adecuado es famoso, pero me conocen. Yo tampoco lo veía como algo lógico, porque solamente jugaba al fútbol. Es un deporte, nada más y nada menos. ¿Dónde está el problema del futbolista que tampoco es tan bonito? Aquí no todo el mundo gana como ha ganado Messi o como Cristiano. Creo que los futbolistas estamos en un mundo irreal, con mucha repercusión y hoy en día más por las redes sociales. Hablo desde la percepción que tengo yo de las cosas. Hay jugadores normalitos que los quieren hacer grandes rápido. Hay mucha prisa por ser un gran jugador. Lo que sí estoy siguiendo más, por el chaval de mi pareja con la que convivo, es el fútbol base. Es un mundo a analizar. Lo que quiero transmitir a través de mis palabras es que se dejen tanto de preocuparse por el fútbol de élite y se pongan a trabajar en el fútbol de base. Ahí hay un gran problema. Es lo que he visto yo en estos últimos años en Álava y me parece que esto es a nivel estatal.
No, yo nunca lo pasé mal. Yo lo dejé cuando yo quise. Estuve jugando, más o menos, donde yo quise, con algunos matices y lo dejé cuando quise, no esperando a estar mal o a ir bajando de categorías. Hubo un año en el que dije que se acabó porque mentalmente ya no me encontraba. Creo que yo, personalmente, tenía que estar muy a tope mentalmente para poder entrenar con condiciones y así competir de forma más fiable para el rendimiento. Me di un tiempecito corto y ya me di cuenta. Pero no sufrí por dejarlo, ni mucho menos. Si que es verdad que luego, por ejemplo, en la vida personal… Yo lo dejé de forma prematura y sin preparar esa salida. No me arrepiento de lo que hice, pero no me preparé una salida. No estaba capacitado prácticamente para nada, porque yo había hecho solamente fútbol. No era una persona que tenía estudios. No me preparé. Se podría decir, y es algo que parece que le puede molestar a algunos, pero yo me lo digo a mí mismo, que quizá fui un muñeco roto en un momento puntual de mi vida. Me encuentro que no juego al fútbol, que no voy a entrenar todos los días, pero tampoco tengo que ir a una oficina. Tenía dinero y creo que me convertí un poco en esto, en un juguete roto durante un tiempo. Pero no dejas de ser un muñeco roto a la semana siguiente, al final es mucho trabajo y ahí sí que igual pasé más calamidades y sí que hubo un poco de preocupación también de mi entorno porque andaba perdido. No sé cómo decirlo. Así de una manera vulgar, como una cosa tonta por ahí hasta que ya pude ir centrando un poco mi vida. Aún así, todavía cuesta y cuando me consigo centrar es cuando llego a Vitoria-Gasteiz.
Yo creo que nunca en mi vida le voy a poder ofrecer tanto como lo que me ha ofrecido Gasteiz a mí. Yo he ido dos veces a Vitoria, digamos, una profesional y otra personal. Y te digo una cosa, la profesional fue muy bonita, muy buena y muy exitosa bajo mi punto de vista, pero la personal creo que la supera, con lo cual, con respeto a todos, creo que es mi tierra. Me ha dado tanto que yo creo que jamás en la vida podré ofrecerle todo lo que me ha ofrecido a mí. Dejar el fútbol, mejor dicho, dejar de jugar no fue traumático, pero sí lo fue luego afrontar lo que es la vida de a pie, de uno más de la sociedad, que es ahí donde está también el problema de lo que se van a encontrar muchísimos jugadores de fútbol en su retirada por más que la alarguen. Muchos estarán preparados, pero estoy convencido de que otros muchísimos no.
Pues al principio no, porque bueno, seguías en esa burbuja. No estás en el fútbol, pero bueno, acabas de dejarlo y continúas en esa burbuja porque donde vas todavía sigues siendo Téllez. Luego, ya con el tiempo, pasas de ser Téllez a ser Óscar. Ya cambian las cosas, cambian los términos. Y ahí, bueno, hay una realidad. Es la realidad de que antes te cogía todo el mundo el teléfono, te llamaban y luego ya no te lo cogen tanto. Te empiezas a dar cuenta de las cosas cuando te invitaban en restaurantes, donde ahora tienes que pagar. Tú te vas dando cuenta de que ‘ostras, ya no soy Téllez, que soy Óscar’. Esa es tu vida real. Igual, en ese sentido, alguien se ha llevado un fracaso porque igual el Óscar de ahora es diferente al Téllez de antes. Pero bueno, yo, a día de hoy, he superado todo eso. Sí he tenido baches porque afrontar esta nueva tiene sus cosas. Te tienes que poner a trabajar. Yo lo he hecho y no he tenido ningún problema. Claro, pero para los demás el que viene es Óscar Téllez a trabajar. Tienes que convivir con el qué dirán, los rumores: ¿Por qué está aquí? ¿qué le ha pasado? ¿se habrá arruinado? ¿dónde se lo ha gastado? Eso lo tienes que tener en cuenta y asimilar que va a ocurrir hasta que pase un poco de tiempo y todo se normalice otra vez.
Para mí, no, pero sé que hay gente que sí, que padece muchos problemas. Somos gente joven, con mucho dinero, que no tiene problemas porque hay un velo ahí que nadie sabe ni nadie ve. Tienes dinero, popularidad… ¿Qué ocurre? Cuando tienes algún tipo de problemita, tienes a mucha gente que te lo soluciona. Pero llega un punto en el que los problemas los tienes que solucionar tú. Y cuanto tienes que solucionarlos, eres bastante torpe e inútil porque te has criado así. Pero a ver, que lo mío tampoco es un drama. Dramas hay por ahí de echarte a llorar. Lo mío no es ningún drama. Sigo siendo Óscar Téllez, me gusta la cerveza, tengo los dos brazos, las dos piernas… Soy una persona que a día de hoy puedo aportar cosas más buenas que negativas. Yo podría ser un ejemplo para mucha gente. Incluso te iba a decir más. Podría trabajar para la Federación, para ir vestuario por vestuario para decir lo que se van a encontrar en la realidad.
Ahora no lo tengo muy claro. No sé si encontraría las palabras perfectas, pero hablaría de naturalidad, de humildad, de tranquilidad. Les diría que no piensen que son más que nadie porque estén en los medios o en la redes sociales. Hay que intentar llegar a esa persona y hacerle entender que eso no es así, aunque sé que es muy complicado. Yo puedo ser un ejemplo, pero no sé si tengo la capacidad para transmitir lo que se pueden encontrar. Credibilidad creo que también podría tener. Pero no sé si podría llegar a todos los jugadores a decirles esta situación. ¿Sabes qué ocurre? Es que esto va a ocurrir porque yo ya lo veo en el fútbol base. Los niños pequeños, cuando saben quién soy porque sus padres se lo dicen, lo que me preguntan es si soy rico o qué coche tengo o si he ganado mucho dinero. Es lo que más les preocupa. No te preguntan si era zurdo, derecho, si le había marcado al Real Madrid… Te preguntan por el dinero que tienes. Creo que ahí hay un problema mucho más grande. Lo más importante ahí es también tener un buen entorno, y no me refiero a tus padres porque a veces tampoco tienen capacidad de poder ayudarte tanto. Yo creo que los deportistas de élite al final de nuestra carrera tendríamos que tener la disponibilidad de abogados o de psicólogos porque no todo el mundo tiene las mismas posibilidades. La gente que venimos de barrios, de pueblos, de familias obreras y demás, creo que esos padres, en su mayoría, no digo todos por supuesto, no están capacitados para aconsejar al hijo, ni mucho menos llevar económicamente las cuentas del chaval.
Jamás. Mi primer trabajo fue en un tráiler, en una empresa de un amigo mío ahí en mi pueblo, en Madrid. Le dije: ‘Necesito trabajar. Esto ya es insostenible’. Y me subí a un tráiler, de acompañante vamos, y eran 14-16 horas trabajando en el tráiler. A partir de ahí empecé en el mundo laboral. Vine a Vitoria y también estuve trabajando en el aeropuerto. Tienes contactos y te pueden ir dirigiendo. He tenido hasta tres trabajos a la vez. En Vitoria conseguía trabajo a través de una ETT, sin vacaciones, cubriendo bajas. Tengo que decir que, cuando vine aquí, conocí a una chica, que es mi pareja actual y ella me ayudó infinito. Otra persona de Vitoria que no tiene conocimiento de lo que me ha ayudado. Luego se empezaron a juntar varias cosas positivas seguidas y poco a poco pues encuentras también esa estabilidad. Porque claro, mucho depende de ti, pero también de lo que tú te vayas rodeando. Es decir, si sigues con lo mismo que te va mal, mal te va a ir. Quiero decir, por más pena que quieras dar…
Y además yo soy de las personas que dicen que a problemas, soluciones. Que me puedo echar a llorar, lo que tú quieras, pero, ¿de qué serviría? Me tengo que levantar y seguir trabajando. Es que yo lo he vivido toda mi vida con mi familia. Lo he visto siempre y lo veo normal lo de trabajar. Es la gente la que no lo ve normal hacia mí. No ven normal que trabaje. Me pasó un episodio con alguien de aquí. Me vio, me vino y me dijo: ‘Qué pena’. Yo ya sabía por dónde venía: ‘¿Pena? ¿qué pasa? Mira, que yo tengo dos manos, dos pies y tengo mucho carácter y mucho orgullo’. No hay ningún tipo de problema con lo del trabajo, ya sea en verano, invierno, Nochebuena, Nochevieja, vacaciones… Me da igual. Había que solucionar cosas, había que poner la carnaza en la sartén. Siendo así he conseguido una estabilidad que incluso ni cuando jugando la tenía. Antes, esa popularidad, esa economía, camuflaba también muchas carencias de uno.
Sí. Yo ahora soy aficionado, me voy a mi asiento en la grada. Todo lo que te pueda contar de Gasteiz es poco. No creo que haya ningún gasteiztarra que hable mejor que yo de esta ciudad y eso que soy madrileño. Iraultza 1921, que son los jóvenes seguidores del Alavés, cuando yo pasé un momento complicado con una operación por una infección de oído y demás, se hicieron una foto con una pancarta dándome ánimos. Eso me mató, me hizo llorar. Contacté con ellos y les di la camiseta de la final de Dortmund. Al poco me volví a Vitoria y ya me metí en la grada con ellos. Oye, me aceptaron tan fabulosamente que no he salido de allí. Y viajamos en autobús y lo que haga falta y siempre les he dicho: ‘Para lo que me necesitéis, aquí estoy’. No se puede aceptar a uno tan bien porque, además, no son de mi generación. Son muy jóvenes y que todavía tengan un recuerdo para mí, algo que no tuvo el Alavés, me llena de respeto y de orgullo.
Ahora, porque no depende de mí. Voceo, chillo y me enervo. Lo que pasa es que también hago siempre un poco de analista, que siempre me ha gustado un poco analizar las cosas del juego, porque bueno, al final también algo queda, por mucho que no quiera, o no tenga nada que ver con el fútbol, algo queda en la cabeza. Soy un aficionado con 49 años, que me junto con los jovencillos, pero todavía sigo dando un poquito de guerra en la grada, hasta donde pueda, hasta donde me dé el cuerpo.
No. Estaremos de vuelta y no voy a poder ir. Rabia me da, porque me encanta cuando viene la Real a Vitoria o cuando hemos ido allí. La gente todavía tiene de mí en Donosti un concepto un poco chungo, pero, poco a poco, se les va pasando por aquello que pasó con De Pedro. Yo, por aquel entonces, estaba en el Villarreal esa temporada. Ese pique viene de esa última jornada de la temporada 98/99. Nosotros teníamos que ganar al Extremadura y el Alavés a la Real. Nosotros íbamos ganado 0-2 y nos empataron a dos y el Alavés le ganó 2-1 a la Real. Marcó De Pedro un gol y pidió perdón, yendo perdiendo la Real. Es eso lo que a mí me pareció mal. Entiendo que haya esa comunión con un equipo cercano a ti, pero eres un profesional y haciendo eso perjudicas a tus compañeros de profesión, en este caso a la gente del Villarreal. En ese momento lo vi de una forma, de la misma que hoy, pero nunca tuve ningún problema con la Real, un equipo simpático. De hecho, he sido más simpatizante de la Real que del Athletic. Aquello de De Pedro fue algo puntual y todo el mundo se me echó encima, incluso en Vitoria. Todo pasa, son momentos. Al año siguiente volví a Vitoria y ya estabais todos ahí para recordarlo.
Sí. Fueron años en los que el Alavés estaba por encima de la Real y del Athletic y lo decíamos. Gente que no somos de allí, quizá no tenemos ese vínculo. Desio metía caña, yo, también. Luego me recibían bien los socios seguidores de la Real. Mi madre estaba la pobrecita. Pero bueno, que yo lo perdono todo, ¿eh? Si antes hubo alguna rencilla fue por ese tema. Hoy en día, por supuesto que no hay ni cicatriz, ya te digo. Es un club que siempre me ha caído simpático y me ha gustado. Me parece muy hermoso lo que están haciendo allí ahora y lo que están creciendo poco a poco.
Sí, claro, porque al final éramos el Alavés. Esos años estuvimos compitiendo muy bien. Ya estamos viendo lo que es meterse en Europa. Los que lo ven ahora dicen que es más difícil ahora que antes. Era igual de difícil. Nosotros nos metimos con solvencia un par de años y en uno llegamos a una final. Ya era un éxito tremendo sacar por Europa el nombre de Gasteiz. Eso ya era un triunfo. Pero no solo eso sino que encima llegamos a la final y mira qué final. Fueron años muy potentes. Yo conseguí con Javi Moreno ir a la Selección española. Son éxitos para un jugador del Alavés quizás impensables. Tienes que estar en clubes con más repercusión. Y resulta que lo conseguí con el Alavés. Una de las cosas de las que más orgulloso me siento es de lo siguiente: cuando llegué en el año 97-98, yo veía a los niños con camisetas del Baskonia, del Athletic, de la Real, del Madrid, del Barcelona, pero muy pocas del Alavés. Pero después de la final 2001 creo que se generó un sentimiento de alavesismo brutal, del cual me siento partícipe. Hoy en día en Gasteiz se respira el alavesismo por todos los sitios.
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