Es posible que usted, querido lector, haya visto en alguna ocasión, navegando por alguna web un poco turbia, uno de esos anuncios del estilo “Clara, de (localidad cercana), quiere conocerte”. O “conoce maduras solteras en tu zona”. U otros del estilo.
Lo instintivo es ignorarlos, pero hay quien hace click en ellos, y el anuncio les lleva a una página que se presenta como una web donde conectar con otras personas que buscan una relación, sea romántica o simplemente sexual. Están llenas de perfiles de mujeres porque quienes más llegan a ellas son hombres en busca de féminas.
Lo que estos hombres no saben es que ninguna de estas mujeres es real. Son perfiles creados artificialmente, usando fotos robadas de señoritas que no tienen ni idea de lo que está ocurriendo. Y tras esos perfiles no hay mujer alguna, sino operadores de chat que se hacen pasar por ellas porque es su trabajo. La mayoría son hombres y su jornada consiste en responder este tipo de mensajes y prolongar la conversación.
Quienes acuden a estas páginas buscando entablar conversación con alguna mujer tienen que pasar por caja para hablar con ellas. Funcionan con un sistema de créditos: packs de mensajes de prepago. Un mensaje enviado, un crédito. Y cuando se acaban, Insert Coin para seguir hablando con la susodicha.
Hemos hablado con una de las supuestas susodichas, Jorge (nombre modificado para garantizar su anonimato). Vive en una provincia del sur de España y desde su domicilio familiar se conecta casi cada día para dedicar unas horas a responder mensajes de hombres que buscan el amor
, una nueva pareja sexual o simplemente compañía y complicidad, aunque sea virtual. Bajo muchas identidades, todas de mujeres.“Todo empezó en 2020, durante el confinamiento. Buscando trabajo en una plataforma de empleo encontré el anuncio. Decía algo así como ‘trabajo flexible desde casa, conviértete en operador de chat’. Me llamó la atención y decidí contactar. A los dos días me llegó un correo para que hablara con ellos y me dijeron que el trabajo consistía en responder mensajes de distinta índole. Me dejaron caer que podían ser mensajes de carácter familiar o incluso sexual“.
Así empezó la historia de Jorge. En ese momento era un veinteañero que quería compaginar sus estudios universitarios con algún trabajo que le permitiese costeárselos. Cuatro años después, Jorge, quien sigue trabajando para esta página, ha respondido cientos de miles de estos mensajes en los que ha visto absolutamente de todo.
“Hay algunas directrices. Por ejemplo, nos piden un mínimo de 200 mensajes semanales. Al empezar nos dan un temario donde te explican cómo debes redactar los mensajes. Y tenemos que responder ocupando la mitad de extensión de lo que escribió el target (el emisor del mensaje, el usuario de la página). Si nos escribe 500 caracteres, tenemos que responder unos 250. Y siempre con preguntas, para poder mantener enganchada a la otra persona a la conversación”, nos explica Jorge.
El incentivo para mantener al usuario siempre respondiéndonos es el financiero. El sistema de créditos le hace pasar por caja cada vez que se queda sin ellos para poder seguir respondiendo.
Una vez el cliente aterriza en la página puede empezar a hablar con los perfiles que le resulten interesantes. Todos incluyen datos personales como nombre, edad, ciudad, rasgos físicos, estatura, profesión, complexión… Incluso si es propietario de un vehículo o si vive de alquiler o en propiedad, además de varias fotos y una pequeña biografía.
Los de los usuarios reales (hombres) son auténticos, al menos en la medida en que son sinceros en sus descripciones. Los de los operadores de chat (mujeres) son ficticios, pero a ojos de los usuarios son reales. Y ahí empiezan las conversaciones, a menudo en forma de cortejo. La interfaz de estas webs recuerda a la que tenía Tuenti en su época.
“En la web tenemos unos logs, un cuaderno en las que los operadores vamos escribiendo anotaciones tanto sobre nosotros mismos —el perfil falso— como sobre el usuario. Imagina que uno me explica que es ingeniero de caminos, que se acaba de comprar una moto y que va a ir a ver el partido del Sevilla con un amigo. Pues todo eso lo tengo que apuntar, porque así si otro operador se pone a hablar con él otro día desde ese mismo perfil, puede tener el contexto suficiente, saber sobre qué preguntarle…”.
Es decir: a Carmencita87 pueden controlarla muchas personas distintas que no se conocen entre ellas. El usuario que suele hablar con Carmencita87 ni se entera y cree que siempre habla con la misma persona, porque además de que en realidad habla con operadores de chat formados para generar el mismo tipo de conversaciones, le saben hacer preguntas derivadas de conversaciones anteriores.
Preguntamos a Jorge si alguna vez sucede que el usuario sospecha que su interlocura no es la misma de un día para otro, por incurrir en alguna contradicción o por escribir con estilos distintos. “Alguna vez pasa, es normal. Si me pasa a mí le digo que me perdone, que ayer estaba muy cansada, que tuve un mal día, que lo último que quiero es pagarlo con él…”, explica Jorge.
Hay algunas conversaciones que duran unos días o unas semanas, y cuando el interesado no logra arrancar una cita presencial a su falsa interlocura, desiste y abandona la página. Otras conversaciones, en cambio, duran meses e incluso años. Hay gente que se pasa años hablando casi cada día con alguien que no es quien dice ser.
“Hay perfiles de señores mayores que están solos y buscan una relación. Los que más duran son esos, los mayores. Tienen más poder adquisitivo, están más solos, no tienen casi nada en lo que gastar el dinero…”.
Y por supuesto, el operador tiene que saber modular su tono y sus conversaciones al papel que interpreta en cada momento. “No es lo mismo escribir como una chica atrevida de 25 años que como una mujer tímida de 50. Una gran parte de este trabajo es ingeniería social, tanto para generar conversaciones y ser creíble como para no incurrir en contradicciones o poder salir bien de ellas”.
La inmensa mayoría de los usuarios buscan convertir estas conversaciones en una cita presencial. Frente a eso, los operadores usan distintas fórmulas no solo para declinar, sino también para hacerlo de una forma que no ahuyente al usuario, porque lo que necesita es que siga enviando mensajes.
“Es distinto si lleva tres días hablando contigo que si lleva un año. Si lleva tres días le puedes decir algo como que quieres que todo salga bien, que tienes reparos por si el encuentro resulta artificial por ser muy pronto, que te da miedo hacerlo ya porque has tenido malas experiencias… Y si llevas un año puedes hacer referencias a un trauma de tu pasado, a que quieres sentirte preparada del todo, o a decirle que si te presiona no te está ayudando a sentirte preparada”, dice Jorge.
Como los usuarios creen que hablan con mujeres que también son usuarias de la web, y por tanto también pagan créditos para poder enviar mensajes, es más fácil para los operadores apuntalar el engaño: “También le puedes decir si cree que yo estoy haciendo el esfuerzo de estar aquí, hablando durante tanto tiempo, gastándome el dinero en créditos, como para no quedar en algún momento”. Y así se alarga la mentira y el usuario sigue comprando créditos.
En ese sentido, también es común que a partir de adquirir una cierta confianza, el usuario intente mantener la conversación fuera de estas páginas, por WhatsApp, Instagram o un servicio similar, para poder ahorrarse los créditos. Las respuestas siempre son las mismas: “No me gusta ir tan rápido cuando conozco a alguien, he tenido problemas al dar mi número…”.
“Los clientes que duran mucho tiempo son pocos, se suelen ir renovando. Llevo cuatro años y hay diez o doce clientes con los que llevo hablando casi todos los días desde entonces. Un peluquero de Majadahonda, por ejemplo, me sé toda su vida”, añade el operador.
Hablar durante tanto tiempo con la misma persona hace que la imaginación se vaya quedando sin recursos, por lo que para Jorge es natural acabar llevando a esas conversaciones problemas de su propia vida, pero contados en clave femenina. “Si tengo un problema en la universidad, se lo cuento a esta gente como si se lo contara a mi novia, por ejemplo. Me llevo mi día a día al trabajo para que se me haga más llevadero”.
Muchos usuarios acaban desarrollando una fuerte dependencia emocional de estas conversaciones. Incluso aclaran en su biografía que “Claudia” es la única persona con la que habla en esta página, o que aquí ya ha encontrado a alguien especial, como muestra de compromiso.
Sobre si esta actividad le hace sentir mal al formar parte de un engaño, Jorge explica que “el 90% del tiempo no me siento mal, porque el 90% de la gente que me habla son hombres casados que quieren una amante o una nueva pareja sin dejar a la que ya tienen. Incluso hay casos… por ejemplo, un médico cuya mujer tiene una enfermedad muy grave, y me habla diciéndome que ella ya no puede cubrir sus necesidades físicas, así que tiene que satisfacerlas por otra parte, por lo que me invita a su segunda residencia. No me hace sentir mal encontrar gente así”.
El factor financiero también es delicado: enviar mensajes sale muy caro y hay quien destina más recursos de los que debe a mantener vivas estas conversaciones. “A veces me encuentro a gente que me dice que durante lo que queda de mes solo podrá comer arroz, porque se ha gastado todo lo que le quedaba en hablar conmigo. Ahí no me siento bien, cierro la página y ni respondo. Le responderá otro operador. Aunque soy consciente de que a veces me dicen cosas así y es mentira porque no cuadra lo que dice con la información que nosotros vemos, como su ubicación o los créditos que le restan”.
En esas conversaciones hay de todo, y Jorge ha visto situaciones que no esperaba. “Me han llegado a enviar fotos de armas, fotos desde el hospital, confesiones sobre la práctica de zoofilia, hasta una carta de divorcio de alguien que quería dejarme claro que su mujer ya no iba a ser un problema. Hay una que nunca se me olvidará: una foto de un pene erecto con una línea de cocaína encima, preguntándome ‘¿cuál te meterías antes?'”.
En la interfaz del operador de chat hay un botón (“el botón del pánico”) que tiene que ser pulsado en situaciones límite, como cuando el interlocutor resulta ser un menor de edad, se comparte contenido pedófilo, se recibe una amenaza de muerte o si comparte información sensible como los datos de una tarjeta de crédito. Jorge lo ha tenido que usar unas pocas veces y no sabe lo que ocurre después: a sus ojos solo se le cierra el chat y son los administradores de la página quienes se ocupan de la situación.
“No te dan un manual de cómo tratar con un cliente agresivo”, explica Jorge. “A veces se ponen muy agresivos si pasa mucho tiempo y no consiguen la cita presencial. Yo les intento calmar, les explico que no sirve de nada enfadarse, les aseguro que no estaremos aquí para siempre o que también estoy haciendo un esfuerzo económico para hablar con él”.
Hay otro tipo de situaciones límite no contempladas para el botón del pánico y para las que tampoco se recibe una formación específica: las de peligro físico para una persona ajena a estas conversaciones pero víctimas de una confusión.
Por ejemplo, si el perfil de una de las falsas usuarias es una mujer de 30 años, que vive en una ciudad pequeña y ha dicho que trabaja en una clínica dental y tiene un BMW, ha ocurrido que un usuario, harto de no poder quedar con ella tras dos años hablando, se ha pateado esa ciudad buscando todas las clínicas dentales, buscando un BMW aparcado cerca y esperando que salga de ella alguien con el aspecto de la mujer con la que está hablando.
“Una vez me pasó esto: el usuario encontró una coincidencia así y pensaba que era yo. Me enviaba fotos desde debajo de la clínica dental diciéndome que por fin iba a conocerme. Si no hay amenaza de muerte, no hay un protocolo. Solo puedo intentar calmar a la persona”.
Todos estos mensajes que paga el usuario (a entre 0,9 y 2 euros por mensaje enviado) son lo que puede responder el operador, quien cobra entre 9 y 12 céntimos de euro por cada mensaje enviado, en función de la cantidad de mensajes que haya despachado a la semana.
“Yo tengo bastante fluidez y envío muchos mensajes por hora, casi el doble que la mayoría de mis compañeros, envío unos 100 o 120 mensajes por hora. Eso son unos 12 euros por hora. Los que no pueden escribir tantos cobran la mitad”.
Con el tiempo que le puede dedicar a esto, Jorge suele ingresar entre 800 y 1.000 euros mensuales por este trabajo, aunque en ciertas épocas puede dedicarle menos tiempo. “Esta semana he estado liado con las prácticas de la universidad y he trabajado menos. El horario es flexible, te conectas cuando quieras. Y según sea tu tasa de mensajes respondidos, tienes una nota. A mayor sea, más prioridad tienes para recibir mensajes en momentos de mucha actividad, como las horas nocturnas”.
A veces la sospecha de un usuario puede estar en qué hace una mujer joven y atractiva usando una web para ligar en la que tiene que pagar para poder enviar mensajes, cuando a priori lo debería tener mucho más fácil para conocer interesados, al menos sin pagar.
“Ahí siempre les pones el mismo tipo de excusas: que estoy harta de niñatos, que he tenido malas experiencias, que quiero encontrar a hombres con experiencia…”. Suele colar.
Aunque esta página no permite de ninguna forma que los operadores se conozcan entre sí, pues no hay ningún espacio virtual donde puedan interactuar más allá de los logs de cada usuario, que son anónimos, Jorge sí conoce a muchos de ellos. Pero simplemente porque a muchos los ha llevado él mismo a este trabajo, o porque son conocidos de estos. Juntos forman parte de un grupo de WhatsApp en el que se limitan a contar alguna anécdota extravagante o a consultar dudas del tipo de si ya han cobrado.
Los cobros, por cierto, llegan mediante una transferencia bancaria desde las Islas Seychelles. “Siempre he estado tranquilo porque son pagos bajos, semanales, lejos del mínimo del IRPF…”, dice Jorge sobre el tema.
Aunque la mayoría de los trabajadores de estas páginas son operadores como él, hay otros dos tipos de empleados. Por un lado, los moderadores, que revisan cada mensaje enviado por el operador antes de que le llegue al usuario, simplemente para evitar estropicios en forma de alguien destapando el chiringuito, o solicitudes de derivar la conversación hacia un entorno ajeno a esta página. También dan toques de atención si detectan que alguien está copiando y pegando los mismos mensajes a distintos usuarios.
Entre el tipo de mensajes que no pueden enviar están los que hablen de drogas, de suicidios o los que pidan dinero o regalos de cualquier forma. El único beneficio que tiene la página llega mediante los créditos, y el pago por mensaje es la única forma que tienen los operadores de chat de ganar dinero.
Por otro lado, quienes se dedican expresamente a la creación de estos perfiles falsos. Son los encargados de configurar perfiles creíbles, encontrar fotos y asegurarse de que hay perfiles tan variados que cualquiera pueda localizar a alguien que le interesa. Por edad, ubicación, aspecto, estilo de vida…
“Hay gente de todas las edades, desde los 18 hasta los 80 años. Aunque quienes más tiempo pasan y más mantienen las conversaciones son los más mayores. Lo que no hay es mujeres. Todo son hombres. En cuatro años que llevo aquí solo me ha tocado hablar con dos mujeres. Y no sé si realmente eran mujeres”, añade Jorge. “Hay de todo: funcionarios del Estado, catedráticos universitarios y camareros. De todo”.
Incluso le ha ocurrido hablar con una misma persona desde tres cuentas diferentes y tener que responder a lo mismo como tres chicas distintas. “Me pasa bastante. Hace poco por ejemplo un chico me envió la foto de su pene y tuve que halagarla de tres formas diferentes”.
Los operadores de chat como Jorge reciben feedback continuamente en el que les resumen sus mensajes respondidos durante la semana, la cifra promedio de caracteres de cada mensaje y algunos comentarios de un superior sobre si están haciendo bien su trabajo.
Tras esta web está la empresa Axton International B.V. En los términos y condiciones, ese texto infinito lleno de tecnicismos que nadie lee, se menciona que la web “tiene el entretenimiento como objetivo, no es explícitamente su objetivo establecer citas o encuentros en persona”, así como la existencia de “perfiles ficticios” con los que “no es posible concertar una cita ni encuentros físicos”, además de advertir que “se reserva el derecho de enviar llamadas a través de sus propios perfiles creados”.
Además, los perfiles de los usuarios reales se eliminan automáticamente si no se inicia sesión en ellos durante noventa días, un plazo sorprendentemente bajo. Ese borrado destruye mensajes, créditos pendientes y cualquier información acumulada. No es lo habitual en ninguna plataforma, y menos sin la indicación expresa del usuario. El interés de las plataformas suele ser el opuesto: mantener vivos los perfiles el mayor tiempo posible para recuperar todos los usuarios posibles.
Hipotéticamente, esta es una forma de destruir pruebas si un usuario se da cuenta del engaño y busca reclamar. Si han pasado más de tres meses ya no quedará ni rastro de su perfil.
Desde Xataka hemos contactado con un par de despachos jurídicos para entender la legalidad de este tipo de webs y si la práctica de perfiles distintos a la persona que realmente está hablando por el chat, aunque se deje caer en los términos y condiciones, podrían dar pie a algún tipo de demanda.
La respuesta es afirmativa.
Carmen Aguilera, responsable del Departamento Jurídico de Protección de Datos en Atico34, consultora especializada en protección de datos, habla directamente de catfishing, un tipo de estafa en el que alguien se hace pasar por otra persona frente a un tercero. “Aunque en sus términos digan lo de que no es posible concertar citas o que puede haber perfiles ficticios, en todo momento dejan ver en la página que las usuarias con las que hablarán son mujeres. En los términos dejan claras algunas cuestiones, pero en su página están vendiendo otra cosa, te dicen que te registres para conocer mujeres. Esto se trata de una estafa“.
En esa misma línea apunta Antonio Benítez Ostos, socio, director y fundador de Administrativando Abogados. “La web puede considerarse legal siempre y cuando los usuarios sepan por qué están pagando. Debe asegurarse de que sus usuarios saben que pueden estar hablando con personas ficticias o de su mismo sexo, y ser conscientes de que no será posible tener un encuentro real con estas personas. De lo contrario, si se induce al error a los usuarios de la web, dicha conducta podría incardinarse presuntamente ante un delito de estafa tipificado en el Código Penal en el artículo 248″. Este artículo contempla penas de entre seis meses y tres años de prisión para los condenados.
Esto en lo que respecta a los administradores de la página, pero el abogado apunta a una posible consecuencia penal para los trabajadores: “Al igual que la actividad de los administradores, la clave está en la información. Si los usuarios no conocen que dichos operadores de chat pueden ser hombres, los mismos podrían ser considerados autores igualmente del delito de estafa o cooperadores necesarios si son conscientes de que están estafando a los usuarios”.
Además, el hecho de que las fotografías de las mujeres sean robadas añade otra capa de ilegalidad a la propiedad de la página. “Está prohibido publicar imágenes de otras personas sin su consentimiento”, dice Carmen. “Estaríamos ante un presunto delito tipificado en el art. 197.7º del Código Penal”, añade Antonio.
“Las víctimas del robo de imágenes podrían ir a la Agencia Española de Protección de Datos y hacer una reclamación de que están atentando contra su derecho de imagen, que está publicada en una web de citas sin su consentimiento”, finaliza Carmen antes de rematar con una frase muy directa: “Esta web debería estar cerrada, pero nadie ha debido denunciarla todavía”.
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