Durante finales de abril y hasta el pasado 11 de mayo, Portugal llevó a cabo su mayor ejercicio militar anual, Orión24, que reunió en el campo militar de Santa Margarida, al nordeste de Lisboa, a 289 vehículos y 1.400 militares, de entre los cuales había un contingente de 129 españoles pertenecientes a la Brigada Extremadura 11, además de 25 rumanos y 17 eslovacos. España participó además con varios de sus carros de combate Leopardo 2E, así como vehículos de combate de Infantería Pizarro y vehículos de Zapadores M-113 VCZ, junto a los carros y blindados lusos: Leopard 2A6, M-113, obuses autopropulsados M-109 y transportes blindados Pandur II.
Pero no es extraña esta colaboración entre las fuerzas armadas de ambos países, que trabajan juntas de forma habitual en ejercicios y maniobras tanto bilaterales como formando parte de misiones internacionales en el ámbito de la OTAN o de la Unión Europea.
Y es que estamos antes dos países tan unidos pero también tan distantes tantas veces. Dos países que combatieron antaño, que fueron uno durante casi un siglo bajo el reinado de Felipe II, que han vivido de espaldas durante siglos pese a su vecindad y que ahora, sin embargo, viven un matrimonio tranquilo y sólido, con alguno de esos pequeños roces que provoca la convivencia, pero conscientes de que son más fuertes juntos que por separados.
Y en el ambiente de tensión bélica en el que vive el mundo en los últimos años, sobre todo a partir de la invasión rusa de Ucrania, acentuado ahora con el conflicto que se vive en Oriente Próximo con la incursión en Gaza de Israel y el clima de guerra entre este último país e Irán, Europa busca su lugar en el mundo. Para ello, prácticamente todos los países han aumentado sus gastos militares y algunos están sumando esfuerzos y realizando compras conjuntas de material o desarrollando proyectos armamentísticos aunando esfuerzos, impulsados por la propia Unión Europea.
Sin embargo, llama la atención que ni siquiera en estas iniciativas España y Portugal van de la mano. No hay iniciativas industriales bilaterales en materia de defensa y prácticamente no coinciden en programas conjuntos excepción hecha de alguno en el que participan muchos países. De hecho, sus fuerzas armadas parecen vivir de espaldas y apenas hay coincidencias en sus arsenales y armamento excepción hecha de los carros de combate Leopard, que ambos países tienen, y algún otro elemento. España, por su tamaño y potencial, trata en la mayoría de los casos por la producción nacional o la transferencia de tecnología para fabricar dentro de nuestras fronteras, mientras que Portugal tiene que acudir a los mercados internacionales pero, curiosamente, raramente opta por productos españoles, al menos en tiempos recientes.
¿Y si fuera el momento de que España y Portugal unieran sus fuerzas armadas? Sí, parece una locura pero, visto desde un punto de vista geoestratégico, ambos países podrían compartir intereses y objetivos, ambos tienen territorios extracomunitarios en el Atlántico, las Azores en el caso de los lusos, Canarias en el de España; comparten su condición peninsular con muchos kilómetros de costa…
¿Serían militarmente compatibles? Evidentemente, los efectivos de España y Portugal son dispares. Sin que las Fuerzas Armadas españolas sean una gran potencia mundial, sí que se sitúan en una posición intermedia, entre las 20 primeras del ránking mundial, mientras que las portuguesas son mucho más pequeñas, pero no por ello dejan de tener su relevancia.
Según un informe realizado en 2017 por el Real Instituto Elcano y el Instituto Português de Relações Internacionais (IPRI) sobre las relaciones bilaterales entre España y Portugal, la cooperación militar entre ambos países hasta entonces, había sido “prometedora en las formas y decepcionante en los resultados”, aunque reconocían que “el cambio del contexto estratégico al sur de la Península Ibérica y los nuevos esquemas dentro de la OTAN y la UE ofrecen la posibilidad de superar ese diagnóstico”.
El 28 de octubre de 2021, ambos países firmaban en Trujillo un Tratado de Amistad y Cooperación entre el Reino de España y la República Portuguesa. Previamente, en 2015, se firmaban en Bayona un Acuerdo entre el Reino de España y la República Portuguesa de cooperación en materia de defensa. Estos acuerdos demuestran el interés de ambos países por trabajar unidos en este sentido, aunque luego falta concretar acciones. En el tratado de amistad de 2021 se planteaban reuniones anuales entre los ministros de Asuntos Exteriores y ministros de Defensa de ambos Estados para coordinar el diálogo político en materias estratégicas de seguridad y defensa. Asimismo, en su artículo 11, llamado Cooperación en materia de seguridad y defensa, se fija que “las Partes promoverán la cooperación en el área de seguridad y defensa, estableciendo un diálogo político-diplomático y político-estratégico regular, incluido el ámbito del mecanismo citado en el apartado c) del artículo 3, así como una cooperación estrecha entre las fuerzas armadas y en el terreno de los equipos e industrias de defensa, con los objetivos de reforzar la interoperabilidad en múltiples campos, desarrollar capacidades conjuntas y, siempre que sea posible, defender intereses comunes en el marco de las Naciones Unidas, la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, así como de otras organizaciones internacionales del área de defensa a las que ambas pertenezcan. A este respecto, ambos Estados trabajarán paras articular la participación en operaciones y misiones de paz, con vistas a evaluar las condiciones y el interés de ambas Partes para una participación conjunta, siempre que sea posible”.
En cuanto al acuerdo de 2015 en materia de defensa, sí que se fijan algunos puntos concretos en materia de cooperación, como la evaluación de posibilidades para compartir capacidades, a través de las iniciativas creadas en este ámbito en la UE y en la OTAN; el refuerzo de la participación conjunta en actividades en el ámbito de la Política Común de Seguridad y Defensa, principalmente en los Battlegroups de la UE; el desarrollo de acciones de cooperación en el ámbito de la seguridad marítima; la gestión, formación, instrucción, adiestramiento e intercambio de personal militar y civil del Ministerio de Defensa y de sus Fuerzas Armadas; la realización de ejercicios militares; el refuerzo de las capacidades compartidas en materia de telecomunicaciones militares; el intercambio en materia de defensa aérea, sobrevuelos y aterrizajes, y operaciones de búsqueda y salvamento entre ambos Estados; la coordinación y armonización de aspectos militares en la gestión del espacio aéreo dentro del marco del Cielo Único Europeo y del Programa SESAR (Single European Sky ATM Research); el seguimiento y estudio de acciones conjuntas en el campo de la tecnología y la industria, investigación y desarrollo, material y equipos de defensa; la promoción de una cooperación regional en aspectos relacionados con la industria de defensa en el marco de los proyectos gestionados por la Agencia Europea de Defensa; la cooperación en el ámbito de ciberdefensa y terrorismo global…
Más diferencias que oportunidades
Pero ahí queda toda la colaboración entre los dos países. Poco más aparte de estas reuniones bilaterales. Según el estudio del Instituto Elcano, a pesar de que ambas políticas de defensa han evolucionado de forma similar y las dos fuerzas armadas han recorrido itinerarios similares de transformación, “lo han hecho por separado porque las diferencias internas en materia de cultura estratégica, capacidades, presupuestos y prioridades han prevalecido sobre las oportunidades externas”.
En cualquier caso, la situación ha variado, más aún en los últimos años después de que se presentase este informe: los cambios estratégicos de este periodo “afectan directa y gravemente a la seguridad y la defensa de España y Portugal y suponen tanto un reto como una oportunidad para superar el estado actual de la relación bilateral. Del mismo modo, la implementación de la Estrategia Global de la UE y la preocupación por el “flanco Sur” en la OTAN abren nuevas ventanas de oportunidad”, explicaba.
La cooperación militar entre Portugal y España ha sido nula o muy pequeña a lo largo de los siglos, incluido el XX. Habría que esperar a que llegaran las primeras oportunidades para la cooperación militar, de la mano de las operaciones de los Balcanes, donde tropas españolas y portuguesas compartieron escenarios de actuación. Sin embargo, la normalización en el nivel táctico y operativo no se repitió en los niveles superiores y ambos países no emularon las experiencias de integración que otros países aliados y europeos pusieron en marcha para integrar sus capacidades.
Tuvo que aparecer un “enemigo” común, en este caso la situación en el norte de África, las revueltas asociadas a la “primavera árabe” y el peligro yihadista en el Magreb para que España y Portugal fueran conscientes de que su situación es de mayor riesgo que la del resto de sus aliados y socios.
Paralelamente, continúa el informe del Instituto Elcano, “las relaciones bilaterales con EEUU han cambiado significativamente. Su adaptación al contexto geoestratégico cambiante, especialmente en Oriente Medio y Norte de África, han alterado la prioridad estratégica con Portugal (a la baja) y con España (al alza)”.
Hasta ahora, ambos países han tenido presencia militar conjunta en operaciones de la OTAN en los Balcanes, Afganistán y los países bálticos, con la UE en África y con Naciones Unidos en Líbano. Sus fuerzas armadas también han contribuido a unidades multinacionales como Euromarfor y Eurofor y tomado parte en las rotaciones de fuerzas de la OTAN (VJTF) y de la UE (Battlegroups). Sin embargo, todas estas experiencias no se han traducido en ninguna unidad permanente, liderazgo o iniciativa conjunta. “Sus fuerzas armadas no viven de espaldas pero no han llegado todavía a ninguna relación estable y visible”, insiste el informe.
“Los dos países se encuentran en los bordes de la falla económica, social y política más honda del planeta (superior a la de EEEUU y México) debido a la desestabilización política, el retroceso económico y social, y la presión demográfica y medioambiental que sufren todos los países del arco de crisis que comparten. Esas condiciones difíciles han puesto en marcha un flujo migratorio que se dirige al norte atravesando la Península Ibérica. La oleada migratoria y de refugiados de los últimos años es sólo la punta de un iceberg que se ha acumulado en territorio africano y que –hasta ahora– se ha desplazado por el Mediterráneo central y oriental pero que podría desplazarse al occidental y crear una grave situación de seguridad en la Península (…).La situación de riesgo compartido y diferenciado debería llevar a ambos países a abandonar su postura reactiva actual (preocuparse por los riesgos) y cambiarla por otra más proactiva (reforzar la cooperación) para prevenirlos. No se entendería que España y Portugal no hicieran nada nuevo en común mientras aumenta la presión del terrorismo yihadista, la insurgencia o los flujos migratorios incontrolados en sus fronteras”.
Entonces, si se dan las condiciones para pasar de las acciones a los hechos, ¿por qué no ha habido iniciativas conjuntas reales y en firme, más allá de maniobras militares conjuntas puntuales?
Para empezar, la cooperación militar entre países vecinos precisa algo más que proximidad geográfica. Se necesita una afinidad estratégica así como una homologación de capacidades en aquellas áreas donde se desee cooperar, para evitar modelos asimétricos en las que un miembro impone su hegemonía.
“Mientras que Portugal tiene una acendrada vocación atlántica, pues es el espacio natural donde se proyecta su poder militar debido a su extraordinaria extensión, España no tiene otro espacio prioritario de proyección estratégica que el que determinen sus compromisos internacionales. Ninguno de los dos ha capitalizado sus relaciones privilegiadas con las comunidades hispana y lusófona hasta el punto de darles una dimensión militar”.
Españoles temerosos, portugueses decididos
La forma en la que los responsables, las elites y las opiniones públicas ven el uso de la fuerza, también difieren notablemente. En España, los responsables de defensa adoptan un bajo perfil de protagonismo, para evitar poner en su contra a lo que suponen a la mayoría de la población. Por el contrario, los portugueses no tienen ese complejo inhibidor a la hora de tomar decisiones sobre defensa.
También hay diferencias a la hora de autorizar las operaciones militares en el exterior, un proceso más complejo en España que en Portugal. También afecta a las restricciones al uso de la fuerza (caveats) según la exigencia militar de cada operación y de la situación política doméstica.
Las diferencias en capacidad militar son obvias y favorecen una relación asimétrica en la mayoría de las opciones de cooperación. Según el Índice Elcano de Presencia Global la capacidad de proyección militar española es siete veces superior a la portuguesa, contabilizando el despliegue de fuerzas y la de un equipo militar de carácter expedicionario. En el ranking general, a nivel mundial, España ocupa el puesto 13 en 2020 y Portugal el 44.
Evidentemente el poderío militar español es mucho mayor que el portugués en todas las armas, siendo especialmente importante, por lo que tiene de estratégico a la hora de defender los intereses de cada país fuera de sus fronteras, el poder naval.
Así, Portugal cuenta cinco fragatas de origen alemán construidas en la década de los 90 y un par de viejas corbetas de los años setenta construidas por la empresa española Bazán. Aparte, cuentan con dos submarinos de la clase Tridente también de tecnología germana, más modernos que el S-71 Galerna de la Armada española, aunque lejos de lo que es el S-81 que empezó a operar en España en 2023. El resto de buques son una veintena de patrulleros.
Respecto de las fragatas, los buques de mayor tamaño de su armada, son de distinto tipo, de entre 75 y 150 metros de eslora, según el modelo y disponen de armamento antisuperficie, antiaéreo y antisubmarino. Son, por su naturaleza, escoltas oceánicos. Se trata de la NRP Vasco de Gama, construido en 1990 en Alemania y que es el primero de tres buques de la misma clase; la NRP Álvares Cabral, segunda fragata de la clase Vasco de Gama, que se incorporó a la flota en 1991, mientras que la tercera, la NRP Corte-Real se incorporó también en 1991. Es, como sus “compañeras”, un buque de escolta oceánica de tipo fragata, que se caracteriza por ser una plataforma de tamaño y tonelaje medio, ofreciendo una importante versatilidad en sistemas de mando, control y comunicaciones, armamento y sensores, con una gran versatilidad de uso, buenas prestaciones y cuyo potencial de combate alcanza su máximo potencial cuando se integra en las fuerzas navales.
La cuarta fragata lusa es la NRP Bartolomeu Dias, botada el 16 de mayo de 1992, tras su construcción en el astillero del Grupo Schelde (Países Bajos). Se incorporó a la Armada portuguesa el 16 de enero de 2009, como el primer barco de la clase Bartolomeu Dias. Su misión principal es la guerra antisubmarina y ha participado en misiones europeas. Con sus 122 metros de eslora y 14,4 de manga es un poco mayor que las anteriores y su armamento es muy similar: artillería Oto Melara de 76 mm, misiles Sea Sparrow y Harpoon, torpedos MK46 y lleva también a borde un helicóptero Westland Lynx Mk95. Aunque fue botada en 1992, entró en servicio en 2009.
La quinta fragata es la NRP D. Francisco de Almeida, también de la clase Bartolome Dias y prestó servicio antes en la Armada de los Países Bajos, como la anterior.
Las dos corbetas, de 60 y 100 metros de eslora, son la PNR Joao Roby, fue entregada a la Armada en 1975, llevando casi 50 años en servicio, y la PNR Atónio Enes, otro viejo buque de 1971 construido en los astilleros españoles de la antigua Bazán (hoy Navantia) en San Fernando (Cádiz).
Más pequeños, cuenta con cuatro patrulleras oceánicas de entre 750 y 2.000 toneladas de desplazamiento utilizadas principales para misiones en el ámbito de la seguridad, pero no pensadas para entrar en combate. Realizadas en los astilleros portugueses de Viana do Castelo, son relativamente recientes pues han ido entrando en servicio a partir del año 2011 y su armamento se reduce a una pieza de artillería Oto Melara de 30 mm, un sensor electroóptico y dos radares de navegación. De 83 metros de eslora pueden transportar también un helicóptero en su cubierta.
A estos buque hay que añadir cuatro patrulleras de menor tamaño diseñadas para operar cerca de zonas costeras en misiones de vigilancia, patrullaje y defensa; una serie de lanchas rápidas. cuatro buques para realizar trabajos hidrográficos y oceanográficos.
Por último, merece la pena señalar la presencia en la flota de dos submarinos: el PNR Arpón, que entró en servicio en 2010 y de fabricación alemana,capaz de disparar torpedos y misiles de largo alcance Sub-Harpoon; y el PNR Tridente, gemelo del anterior y entregado a la marina también en 2010.
Frente a esto, España cuenta con 11 modernas fragatas, especialmente las cinco de la clase 100, el portaaeronaves “Juan Carlos I” que embarca los aviones Harrier y, en un futuro, quizás los F-35, buques de apoyo, de transporte y de asalto, media docena de dragaminas, más de 20 patrulleras, dos submarinos…
Igualmente, el arma aérea lusa está formada, básicamente por unas cuatro decenas de modernos F-16 estadounidenses, varios aviones de transporte, algunos de ellos de fabricación española, y menos de una veintena de helicópteros, ninguno de ellos de ataque. Frente a esto, España dispone de 83 cazas F-18 estadounidenses, algunos de los cuales serán dados de baja en breve, y unos 70 modernos Eurofighters. Asimismo dispone de numerosos aviones de transportes, entre ellos 14 unidades del gigante A-400 de Airbus, helicópteros de transporte y de ataque…
Eso sí, Portugal parece haberse decidido a adquirir los cazas de quinta generación estadounidenses F-35, aunque falta por concretar la financiación, decisión que España lleva dilatando en el tiempo y que, en cualquier caso, parece que si se toma será solo la versión F-35B de despegue y aterrizaje vertical para integrar el ala embarcada de la Armada en el portaaviones Juan Carlos I. También estarían estudiando comprar aviones KC-390 de apoyo aéreo cercano.
Sin embargo, y pese a esta diferencia de tamaño, sí que podrían establecerse unidades conjuntas para la realización de misiones en el exterior, sería posible unificar instalaciones… e incluso las bases navales y aéreas podrían llegar a ser complementarias.
La principal base naval lusa, sede de la Marina Portuguesa y de la mayoría de su flota, está bañada por las aguas del mar de la Paja, en la margen sur del Tajo, en el municipio de Almada, frente a Lisboa, al otro lado de la desembocadura del río. Se asienta sobre los antiguos terrenos de la Quinta Real do Alfeite, y por ello es igualmente conocida como Base de Alfeite.
Por tanto, se encontraría a medio camino entre las españolas de El Ferrol, en La Coruña, y de Rota, en Cádiz, reforzando el perfil atlántico de la flota de ambos países, dejando el área mediterránea para la española de Cartagena, donde también tienen su base los submarinos de la Armada, frente a los dos de Portugal con base en Lisboa.
En cuanto a la Fuerza Aérea, la base más importante es la de Monte Real, cerca de Leiria, a unos 150 kilómetros al norte de Portugal, donde están asentados los F-16, aunque destaca también por su situación estratégica en el Atlántico la de las Islas Azores. Por parte española, la base más importante por cercanía sería la de Morón de la Frontera, en Sevilla, donde están asentados los Eurofighter, además de la de Talavera de Real, en Badajoz, muy próxima a la frontera lusa pero que se dedica a la formación de pilotos.
El Ejército de Tierra portugués dispone, como arma principal, de 37 modernos carros de combate Leopard 2A6, similares a los Leopardo 2E españoles en calidad, 188 blindados de ruedas Pandur, de origen austriaco y portugués, armamento antitanque como lanzadores Milan o Tow o 40 unidades de lanzadores de artillería antiaérea Stinger.
Respecto de los efectivos humanos, el personal al servicio de la Administración Militar asciende a 139.281 efectivos (125.579 en activo y 13.702 en la reserva). El Ejército de Tierra cuenta con cerca de 80 000 efectivos; 22.000 la Armada y otros 22.000 el Ejército del Aire y el Espacio. Los Cuerpos Comunes de las Fuerzas Armadas son cuerpos militares que conforman cuatro ámbitos: el de Intervención, el Jurídico Militar, el de Sanidad y el de Músicas Militares, que cuentan con 2.991 efectivos. La Guardia Real tiene unos 1.500 y la Unidad Militar de Emergencias (UME) tiene 3.500 efectivos.
De estas cifras, según los datos oficiales de las Fuerzas Armadas, 52.285 del total de personal militar pertenecen a militares de carrera en activo, de los que 47.797 son hombres y el resto mujeres, con una edad media de 43,51. A esta cifra hay que sumarle otros 14.571 en la reserva, con lo que la cifra total sería de 69.826. De los militares de carrera en activo, 28.647 están en el Ejército de Tierra; 9.567 en la Armada; 11.245 en el Ejército del Aire y el Espacio y 2.826 en cuerpos comunes.
Las Fuerzas Armadas de Portugal, por su parte, rondan los 30.000 efectivos en activo: el Ejército de Tierra con 14.000; la Marina con 9.500 y la Fuerza Aérea Portuguesa, con 6.500.
Otro elemento asimétrico en la relación es la diferencia de las capacidades industriales en ambos países. Esto afecta a la autonomía estratégica de los dos para llevar a cabo misiones individuales o liderar unidades/operaciones multinacionales. Individualmente, ninguno de los dos países podrá contar con capacidades militares que sólo se pueden desarrollar en colaboración con otros aliados, lo que reduce el ámbito de autonomía estratégica conjunta de cara al futuro.
En cualquier caso, España sí tiene capacidad para construir sus propias fragatas o su portaaviones, así como la mayoría del resto de sus buques de guerra,
incluidos los submarinos S-80, y participa en la fabricación, de la mano de Airbus, de los aviones de carga o los helicópteros, y en sus plantas se fabrican también piezas de los Eurofighter. Asimismo, la industria española trabaja en el desarrollo del futuro caza europeo de combate (FCAS) junto con Francia y Alemania, o en proyectos de aeronaves no tripuladas como el Sirtap, con Airbus, o el Eurodrone, con Italia, Francia y Alemania.Finalmente, la cooperación depende de si se comparten o no la percepción de riesgos. Portugal refleja una mayor preocupación por el control de la zona económica exclusiva mientras que en España preocupa más la emigración o la inestabilidad financiera. Mientras que no coincidan en las prioridades, como la amenaza compartida al Sur, será difícil traducir la voluntad política y militar de cooperación en un objetivo estratégico concreto.
El informe, en sus conclusiones, estima que si no existen obstáculos técnicos para que ambos países puedan crear una unidad conjunta permanente, no debería haber tampoco obstáculos políticos. No es necesario pensar sólo en formar grandes unidades, sino también en poner en común y compartir nuevas áreas como la ciberdefensa, los vehículos no tripulados, el espacio u otros que visibilizaran el interés común.
En cuanto al tema presupuestario, los gobiernos han manifestado su deseo de cumplir los compromisos de gasto adquiridos en el marco de la OTAN (2% del PIB en 2024 y 20% de inversión en equipos sobre el porcentaje anterior). Esto podría abrir una ventana de oportunidad a la cooperación bilateral.
Hasta ahora, miembros de las fuerzas armadas de ambos países contribuyen individualmente a las misiones de la UE, pero convendría pensar la posibilidad de cooperar para liderar proyectos de asistencia con fondos propios o de la UE en zonas de África donde coincidan los intereses estratégicos de ambos países.
Sobre las capacidades militares, Portugal y España podrían codefinir las capacidades que precisan e integrar consorcios para desarrollarlas junto a otros socios europeos (colaborar en la definición de capacidades militares futuras). Esto aumentaría no sólo la autonomía estratégica europea sino la de los dos países.
Desde que se inició el debate en la OTAN sobre el “flanco sur”, ahora olvidado por culpa de la guerra en Ucrania y la posible ampliación de la Alianza Atlántica con Suecia o Finlandia, España y Portugal han tratado de llamar la atención de los países del sur de Europa sobre la necesidad de desarrollar un concepto estratégico para el Sur.
Mientras en la UE sigue pendiente su desarrollo, en la OTAN se ha creado un Centro de Evaluación MENA en el Cuartel General de Nápoles. Los dos países tienen que aprovechar esta oportunidad para, primero, estrechar su cooperación militar, estratégica y académica bilateralmente y, segundo, para aprovechar las oportunidades que la amenaza del Sur abre para sus fuerzas armadas. Los países aliados y europeos han respondido a la fragmentación estratégica integrando algunas unidades para demostrar su coherencia estratégica. A falta de un liderazgo alternativo (tipo NATO Framework Nation), les corresponde a España y Portugal predicar con el ejemplo y crear conceptos, doctrinas o unidades especializadas en la intervención rápida al sur.
Cabe destacar que, por ejemplo, en los documentos estratégicos de Defensa tanto presentes como futuros que se pueden ver en la página web del Ministerio de Defensa portugués no aparece una sola vez la palabra España. Igualmente, en el documento “Estrategia de Seguridad Nacional 2021″, aparecido en el BOE el 31 de diciembre del pasado año, tampoco se menciona al país vecino a excepción de un párrafo en el que se puede leer: “España comparte agenda en áreas como el golfo de Guinea, con otros países europeos atlánticos, como es el caso de Francia y Portugal, principalmente en relación con la seguridad marítima y energética”. Tampoco en el documento “Estrategia de Acción Exterior 2021-2024″ se dice nada, más allá de insistir en la importancia de las reuniones bilaterales con los países vecinos. Esto demuestra que ni un país ni otro contemplan siquiera, no ya una complementariedad o colaboración, sino una coincidencia de objetivos o un trato preferente como países vecinos.
Un artículo en el IEEE de 2019 de Bernardo González-Lázaro Sueiras, comandante de Artillería (DEM) y, en aquel momento, Oficial de Enlace de España en el Estado-maior General das Forças Armadas (EMGFA) de Portugal, aseguraba que, a pesar de todas estas buenas relaciones, “existen también limitaciones que es importante destacar. Moreira de Sá (2015, 70) expone en su estudio sobre política exterior portuguesa actual que existe una preocupación permanente y manifiesta en este sector ante una posible pérdida de individualidad, en toda iniciativa exclusiva con España del tipo «unión latina» o «bloque ibérico». Por su parte, Aznar Fernández-Montesinos (2015, 4) subraya que es precisamente la cooperación multilateral, al diluir las diferencias individuales, la que puede servir como medio para responder a los posibles desequilibrios en las relaciones exclusivas entre las partes. Según este razonamiento, la multilateralidad puede reducir la pérdida de soberanía implícita a cualquier relación pactada, dotándola de un carácter más igualitario. Esto favorece que en el contexto europeo sean posibles relaciones bilaterales o minilaterales entre países de potenciales asimétricos, lo que refuerza simultáneamente el marco multilateral”.
Sin embargo, estos buenos momentos siguen sin concretarse en acciones reales de integración o trabajo conjunto.
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