Miguel Ángel Gómez lo ha vivido casi todo en el fútbol. Un mundo del que se enamoró y por el que decidió apostar desde su juventud a pesar de saber que sería difícil triunfar sin un pasado en él. Tuvo la mejor escuela posible de la mano de Monchi, en un Sevilla al que quizás llegó en el momento oportuno, aunque la situación económica fuera difícil. Leal con los suyos, su paso por el Valladolid lo catapultó al reconocimiento en el mundo de los directores deportivos y le permitió encontrar una ciudad en la que se siente como en casa. Ahora, tras 25 años de profesión y en pleno proceso de madurez, rompe su silencio en Relevo para repasar su trayectoria profesional.
Ha sido un periodo en stand by. De lunes a viernes lo echo de menos, pero luego, los sábados y los domingos, no tanto cuando veo la que le cae a más de uno (se ríe). Ahora, desde una posición más objetiva y viendo cómo está todo moviéndose, me estoy enriqueciendo mucho. He acabado un máster en gestión de entidades deportivas. Intentando formarme un poco más y dando vueltas un poco a todo. No sólo a este último año, sino también a todos estos 25 años que han pasado. He podido hacer un análisis sobre mi modelo de trabajo y ver dónde mejor me ha ido mejor y dónde peor.
Fíjate si lo tenía claro, que yo acabo psicología y ya era entrenador de nivel 2. Empiezo con la selección femenina en un momento donde todavía no había tenido ese boom. Me va gustando mucho y me va nutriendo para tener las ideas claras porque a la vez que hacía eso, me estaba preparando para las oposiciones. Es verdad que, cuando comunico en la academia que dejo las oposiciones, se sientan conmigo y me dicen: ‘¿Dónde vas? Encima al Sevilla en la situación económica en la que está’. El Sevilla estaba en un momento de crisis total. En Segunda División y con un montón de deudas. La oferta económica era para que se enfadara conmigo todo el mundo, porque dejar las oposiciones, que era digamos un trabajo seguro, para irte al Sevilla a trabajar mañana y tarde, y pelear en un mundo donde seguramente se te cerraran las puertas porque no habías sido futbolista profesional, no era fácil. Pero yo tenía clarísimo que lo que me gustaba era eso, el deporte de alto rendimiento. Se me presentó una oportunidad y la agarré. Yo llegaba a casa echando 12 horas y era el hombre más feliz del mundo sabiendo la situación y que con el club en crisis, todos los presupuestos eran súper bajos. Lo intentaba contrarrestar trabajando por otro lado. Tuve el apoyo de mi familia. Cuando se lo comunico a mi madre, en vez de darme un tirón de orejas, me dijo: ‘Si tú lo tienes claro, para adelante’.
En ese momento en lo único que piensas es en ayudarlo. Mi relación con ellos era muy buena porque yo había había tenido antes en el División de Honor a Marcos, su hermano. Entonces, la relación con la familia era muy buena. A Jesús lo vi desde el primer día que pisó la ciudad deportiva. Yo siempre digo que tuve la suerte de tener una familia como la que él tiene, apoyando cada uno de los consejos y pasos que nosotros creíamos que teníamos que dar. Y luego, Jesús tenía muy claro cómo quería que fuera su vida, lo que ocurre es que tuvo una crisis, es normal. Es un chico que va destacando en todas las categorías, súper protegido y llega al primer equipo. Llega un momento donde uno tiene que ir madurando. Yo me centraba en el día a día: ¿qué podemos hacer mañana? ¿Con quién podemos hablar para que también le influya? Colaboró todo el mundo. Los medios de comunicación lo respetasteis, que también fue muy importante. Lo aislamos un poco durante dos semanas para irlo preparando para su vuelta. Fue fundamental tener un cuerpo técnico con Joaquín Caparrós a la cabeza, que colaboró mucho, porque los primeros seis meses, hasta diciembre, seguían pasando cosas aunque ya vosotros no os enterarais. Y, por último, su familia que es espectacular: su padre Paco, sus hermanos… Son gente humilde de verdad. Nunca quisieron imponer nada, ni querían que su hijo siguiera jugando al fútbol porque ganaba dinero. A Paco y a su familia lo único que le preocupaba era que Jesús estuviera bien.
Al final, mirando atrás, me ha dado tiempo a asimilar la cantidad de gente que he conocido, y uno de ellos obviamente es Jesús. Al final te vas dando cuenta que, en la vida, a determinadas personas que son genios, porque Jesús es un genio, son incomprendidos o le pasan cosas que los demás no entendemos. Pero si tienen claro su camino y la forma de conseguirlo, les da. Hemos visto crecer a Sergio Ramos, hemos disfrutado con locura a Antonio Puerta, que me parece que a nivel de carisma era el referente absoluto del Sevilla durante 20 años. Y como ellos muchos más. Luego convives no sólo con jugadores sino también con entrenadores: Con Joaquín Caparrós, que es como si fuera mi padre, Juande o Marcelino. Con Marce
percibí el esfuerzo que hacía, el talento inmenso que tiene, pero luego no le salieron las cosas. Ahora te alegras por sus éxitos porque sabes lo que ha sufrido. Él vino aquí con la idea clara de que este era el proyecto de su vida y no salió. Yo a día de hoy hablo con todos. Marce me dijo: ‘Oye, que malos momentos hemos pasado todos’. O Luis de la Fuente. Luis ha venido a mi boda, somos súper amigos, he trabajado en su cuerpo técnico… Los ves crecer y cuando ves que esos compañeros de viaje están bien te alegras.Monchi en el Sevilla, y ahora mismo para todos los directores deportivos, si tú preguntas, ha sido un referente. Yo hace muchos años decía que era el Johan Cruyff de la Dirección Deportiva, porque vino con una visión totalmente diferente que no se utilizaba. A nivel personal, evidentemente, su confianza en todos los momentos, tanto para tener esa visión de decir, este es Miguel Ángel, psicólogo, pero también es entrenador nacional. Ha entrenado a la Selección Andaluza, ha entrenado al Nervión, lo ve bien, lo voy a meter de analista de rivales. Entonces entre él y Caparrós me meten de analista de rivales, me meten en una función que saben que a priori hay gente que va a dudar mucho. Yo lo que más valoro de él es que en muchos momentos creía en mí mucho más que yo mismo. Decía: ‘Miguel Ángel, analista de rivales’. Yo súper encantado, porque evidentemente me ha gustado muchísimo entrenar y eso era analizar a los rivales. Al final fueron temporadas donde ganamos la primera UEFA. Y de él valoro mucho sobre todo esa confianza de ponerme en el sitio cuando habría 100 tíos para optar a eso, y luego el poder haber aprendido desde un segundo plano, cómo funcionan las direcciones deportivas y cuáles son los caminos. Evidentemente yo estoy muy influenciado por su visión, pero también me permitió el estar en un segundo plano. Yo con él he hecho de todo: analista de rivales, entrené en juvenil, en el Sevilla C, luego vuelvo con él a la dirección deportiva, coordino a todos los scouts, todo el sistema de scouting, luego ya cuando sale Víctor Orta asumo un poquito más rol tanto con el primer equipo como con la supervisión de todo el scouting de cantera. Yo lo que hacía era reestructurar todo lo que ocurría durante la semana, cogerle un día a la semana, y decirle las cosas que estaban ocurriendo que no tenían nada que ver con el primer equipo. Luego, otro día hablábamos ya de primer equipo y de filial. He vivido muchas cosas con él. Monchi es el primero que va por Davison Sánchez, lo que pasa es que en aquellos momentos no teníamos ese acceso, no podíamos económicamente acceder a cosas que luego en su vuelta lo hubiéramos hecho seguro. Entonces hay muchos jugadores que ahora cuando tú los ves dices: ‘pues el primero que lo tocó fue Monchi’.
Bueno, a él le gustaba mucho que fuéramos a por talentos, por jugadores jóvenes. Entonces nosotros por nuestro sistema de trabajo, pues sí es verdad que estábamos en casi todos los sitios en el momento adecuado, porque es verdad que veíamos mucho fútbol de manera subjetiva, es decir, veíamos mucho fútbol y cuando Davison Sánchez debuta, nosotros estábamos viéndolo. Podíamos no haberlo estado viendo, pero bueno, nosotros estábamos viendo ese partido porque encima a Atlético Nacional le habían sancionado, creo que eran nueve jugadores y lo tuvimos que ver forzosamente porque tenían que ponerlo porque no había jugadores. Y es verdad que nuestro scouting, Jesús Sánchez, alerta un poco de ese talento y él se pone con ese tema. A él le gusta. Es verdad que en aquel momento todos los presupuestos que se destinaban a talentos jóvenes no eran altos y la operación pues se cae, aunque lo intentamos dos veces. Luego hay uno que sí lo intentamos durante muchísimo tiempo, Clement Lenglet. A Clement lo llevamos intentando desde que tenía 15 años. Tuvimos muchísimos intentos, se iban cayendo y hubo una vez ya que parece que sí y sí vino, pero que hicimos cuatro o cinco intentos para que él viniera desde pequeñito. Como él te diría Kingsley Coman. Hay una serie de jugadores que él estaba muy interesado en que vinieran, pero no teníamos ese poderío económico. Al final, cuando ellos tienen otras ofertas más poderosas elegían otra cosa.
No, no, no. Cuando él nos comunica que se va, yo me siento con él y le digo: ‘Yo me quiero ir contigo’ ́. No tenía en mi cabeza ser director deportivo. Yo me he criado con él, entonces dentro de mi cabeza eso no estaba, y menos del Sevilla en ese momento, donde ya se atisbaba que iba a haber situaciones muy complicadas, sobre todo los que estábamos dentro. Entonces, realmente eso nunca fue una opción que se barajó, ni por parte del club, ni por parte mía. Sí es cierto que cuando él sale, al llegar a un compromiso con el club para que su salida fuera más limpia, sin pagar cláusula, sin nada, no podía llevarse nadie de su equipo de trabajo. Ante la imposibilidad de poder irme con él, que era lo que me hacía ilusión, pues sí valoro el salir fuera. Salir fuera porque al final es un duelo, ¿no? Estás sin la persona que tú consideras tu hermano mayor, y yo considero que es el momento de salir a otra cosa. Hubo cuatro o cinco propuestas y es verdad que salió el tema de Valladolid. Lo vi súper claro, pero la realidad es esa. Al final él sale y yo consideraba que en esa siguiente temporada, no iba a estar cómodo dentro del club sin él.
En realidad, es una etapa para mí maravillosa, maravillosa. Me llama Víctor Orta, curiosamente y me dice: ‘oye he estado hablando con Carlos Suárez y le he dado tu nombre, que lo sepas’. Él sabía que yo me había reunido con varios clubes, uno en Primera División, otro en Inglaterra, luego había una posibilidad de ser jefe de ojeadores de uno de los equipos importantes, y sabía que yo andaba inquieto porque yo tenía muy claro que quería salir. En principio me sorprende un poco, y me siento con Carlos. Y es verdad que me transmite una forma de gestionar la dirección deportiva que me convence mucho. Me recordaba mucho a ese Sevilla de mis inicios. Es decir, el Valladolid tenía 32 millones de deudas, un proceso concursal, al final llevan tres años intentando ascender y no ascendían a Primera División. Entonces era una situación súper complicada, pero me atraía porque me recordaba mucho la que había vivido en Sevilla. Y luego, sobre todo, Carlos. De él, que era una persona del mundo del deporte, la gente decía que era difícil, pero a mí me dejó trabajar. A mí me dio poderes casi de director general. Nosotros ayudamos a generar una estructura y con una idea clara y con un presupuesto muy bajo, unidos, sabiendo que había sido una temporada súper dura. Carlos me demostró que lo que me prometió lo cumplió. Al final yo decidía qué es lo que ocurría en el primer equipo en todos los sentidos, en jugadores, en entrenadores, en todo, consensuado con él. Y cuando tuvimos las situaciones de crisis, pues él siempre confió en mi criterio, tanto para darle continuidad al entrenador cuando había una crisis gordísima y sacamos 19 de 21, como para en un momento determinado poner fin ya a la etapa y traer a otro. Y en el candidato también, es decir, en ese otro, en ese Sergio González. Yo me sentí súper a gusto con él porque fracasara o triunfara, sabíamos que íbamos a fracasar o triunfar con una idea clara. Y ya está, y si te sale mal, te sale mal. Pero íbamos todos por el mismo camino.
Me sorprendió mucho la ciudad y la afición conmigo. La afición se ha portado muy bien. A mí me dieron cariño cuando menos lo merecía. Y tuvieron paciencia. La ciudad es magnífica, mi familia ha estado allí muy feliz. Te puedo decir que han sido los cuatro años más felices de mi vida en el fútbol. Se portaron de 10. Es curioso, ahora que hay un poco de polémica, a mí la afición del Valladolid me parece de las más inteligentes que hay en el mundo. Es una afición que no se deja manejar. Tú puedes vender la moto un mes, pero son gente lista y son gente inconformista, son exigentes. Esa exigencia es la que hace que todo el mundo se ponga las pilas, aunque les moleste. A mí eso me tiene enamorado. Ellos dicen: ‘nosotros somos el equipo número 13 del ránking histórico. La salvación, subir a Primera, es una alegría, pero no es el mejor momento de la historia de Valladolid’. Y al final es una afición que lleva 30 años viendo cómo pasamos gente, uno y otro, y ellos no salen de estar en Primera, mantenerse y poco más. No tienen ni siquiera esa alegría de una semifinal de Copa, no ya una final, una semifinal. Tener una temporada de estas bonitas, de estar entre los 10 primeros. Eso hace que ellos sean exigentes. Y a mí eso me gusta porque la afición del Sevilla es así. La afición del Sevilla es también así. Te exige el 200%. No entiende de historia, ni de presupuesto, ni bajo, ni alto, ni nada. La afición del Valladolid quiere que su equipo siga una línea y te aprieta, te exige. A mí eso me tiene enamorado. Y luego son cariñosos. Es una gente que conmigo se portó muy bien. Creo que el camino para que todos vayan a una no es regañarle. Es una gente que tú no le puedes regañar porque te esté exigiendo más. Yo estoy seguro de que, si no hubiera habido pandemia, nosotros en la temporada del descenso no hubiéramos descendido. Primero porque estuvimos toda la temporada fuera. Entramos en la última jornada. Y si lo hubiéramos tenido en el estadio, no nos hubieran dejado relajarnos. Nos hubieran apretado a todo el mundo: al jugador, al entrenador, a los directivos, a todos. Creo que es una afición para mí, maravillosa.
Él llega con mucha ilusión. Quizás eso es lo que alguna vez también la gente le ha echado en cara. De que hay que ver, que prometió cosas. Pero es que él llega con una ilusión terrible y cree realmente que puede hacerlo así. Claro, porque es que era el mejor jugador del mundo. Entonces, cuando él llegaba a un equipo, siempre, todo mejoraba. Luego, el primer año es verdad que está más observando, viendo un poquito cómo trabajamos todos. Y cuando empieza un poquito a verse toda su forma de trabajar es a los años siguientes. Es un tío con un corazón muy bueno. Evidentemente, tiene otra visión del fútbol. Tiene su equipo de trabajo y tiene su gente de confianza. Yo creo que echamos tres temporadas con él buenas. Los últimos seis meses quizás no tanto, porque el equipo veíamos que se caía. Estábamos en una situación diferente, en un momento donde la vida te ponía a prueba. Y quizás en ese momento, no todos estuvimos acertados para solucionarlo. Pero me parece un tío magnífico. Realmente, a mí no me engañó nunca. Él se sentó y me dijo: ‘Mira, Miguel Ángel, yo vengo aquí por cinco años. Mi idea es estar aquí cinco años y mejorarlo todo. Quiero que disfrutemos juntos. Tengo mi equipo de trabajo, pero de verdad que vamos a trabajar bien’. Fue sincero. Tenía muy claro que tenía su equipo de trabajo. A partir de ahí echamos muchos momentos buenos. Y sobre el documental… A ver, en el fondo, muchas veces tiene un punto de interpretación. Había situaciones del documental que son creadas por el guionista. No son reales. La famosa de la llegada de la oferta por Sergi Guardiola. Realmente es una interpretación que hacemos allí todos. Tú, te toca el rol de decir que no. A ti, te toca el rol de decir que sí. Ahí la anécdota más graciosa es que yo interpreto el rol de que tengo que decir que no. Luego otro compañero interpreta el que sí. Entonces, cuando todo se corta, se me acerca Ronaldo y me dice al oído. ‘Y por ocho también lo vendo’ (se ríe). Quizás esa parte de los documentales es algo que me hace sentir incómodo. Cuando me veo ahí y digo… Hostia, que ese no soy yo. Pero bueno, al final tú sabes que eso va así. Muchas veces hay cosas que son en directo que te ponen en el micro, que tú estás en competición. Y es verdad que te ponen en el micro y estás en competición, no estás interpretando nada.
Bueno, yo a raíz del 5 o 10 de febrero percibo que las cosas están cambiando un poco. Entonces, empiezo a no estar cómodo. Pero mi obsesión en ese momento era apoyar al primer equipo, al entrenador, para que sacáramos aquello. No estoy pensando en irme. Pero si es verdad que algo te va diciendo: ‘quizás esto está ya cambiando demasiado y no es el momento de continuar. O que ha llegado el momento de irte’. En lo que yo iba percibiendo que se podía convertir, a mí no me hacía feliz. Pero, aun así, nosotros seguimos trabajando codo con codo. Es como cuando uno decide que ha puesto final. Y a partir de ahí, es verdad que, con ese grado de compromiso, de vinculación que yo tengo con la ciudad y con la afición… Acabar la temporada con el descenso sí es verdad que me afecta a nivel personal. Sientes que le has fallado, no acabas de estar cómodo. Y aunque su idea era que continuara, nos sentamos y le propuse que mejor que lo dejáramos ya.
Paco Jémez me hizo una reflexión cuando hablamos y tomamos café, porque mi relación con él es muy buena. Y es verdad que era un club que había crecido deportivamente más rápido que a nivel de estructura y en todo. Al final era un club que todos los años había ascendido. Llegaba con los presupuestos más altos y ascendía. Había llegado a Segunda y había conseguido salvar la categoría. Pero la ilusión que tenían Amadeo y su familia era muy grande en hacer cosas importantes. Es verdad que yo estaba también en un momento personal difícil. Y pienso que ese proyecto era una vía para salir de ese estancamiento. Ponerte un reto bastante difícil. Al final es un sitio donde todo lo que podía salir bien salió mal. Todo lo que podía salir regular, sale muy mal. Y lo que podía salir mal, sale rematadamente mal. Y entonces es un proyecto que realmente se acaba con el cese del primer entrenador. A partir de ahí ya es sobrevivir. Son experiencias nuevas también para los propietarios, porque al final esa situación a lo largo de la historia no la habían vivido nunca. Siempre habían estado arriba o en posiciones cómodas. Es un madurar todo, es aprender de los errores.
Hombre, yo tengo muy claro que hay que aprender de los errores, pero no solo de los de a corto plazo, sino también de los otros. Al final son 25 años, es decir, 25 temporadas y han sido dos malas, 12 donde he disfrutado como un loco y donde he aportado mi granito de harina para que mi empresa esté por encima del objetivo marcado. Ocho temporadas brillantes, maravillosas, que no solo están por encima del objetivo, sino que hacen que, la consecución de título, como el primer título europeo del Sevilla, sea algo que esté en la memoria. Te das cuenta de que quizás tu evolución fue demasiado positiva desde el principio e intentas aprender de ese error. Hablas con todo el mundo del fútbol, estás viendo cómo se mueven, y tienes claro que tienes que estar en un sitio en el que confíen en ti. Es decir, tú tienes que darle confianza, evidentemente, a la persona que te contrata, pero tiene que ser un sitio donde yo vaya a ser feliz. Y no quiere decir que yo voy a ser feliz donde mande, no es así. Yo siempre he trabajado en equipo y he trabajado en grupo, y siempre he confiado en mi jefe, pero tiene que ser un sitio donde yo entienda que no vamos a cambiar de caballo a mitad del río. El día, por ejemplo, que nos deja el Málaga fuera de Europa, estando en el Sevilla, no variamos ni un ápice el plan, seguimos. Llegó Juande. El inicio de Juande fue un poquito complicado, pero él tenía claro cuál era la forma de conseguir el objetivo. Lo ves ahora en el Girona. El Girona también lo tuvo claro. Ahora todo el mundo alaba su fútbol, pero es que el Girona ha pasado por una borrasca grande. Tuvo un descenso, tuvo varios intentos de ascender a Primera División y no lo consiguió, y el año que ascienden, en la jornada 12, estaban en descenso, con Míchel. Ellos tenían claro cuál era su modelo de trabajo. Eso es lo que yo más admiro y lo que me gustaría encontrar. Me da igual que sea aquí o fuera.
Yo siempre estoy para ayudar a mi familia. Me pide un familiar ayuda y ahí estoy. Hay dos sitios que para mí son súper importantes y que son mi casa: Valladolid y Sevilla. Sevilla fue mi universidad. Al final fueron 19 años. Para mí trabajar con ellos no es que sea una meta. Para mí es como volver a mi casa. Pero creo que las personas tienen que llegar a los sitios cuando de verdad lo quieran todos. Entonces, a mí me van a tener cuando me necesiten, sabiendo cuál es mi perfil, qué es lo que puedo aportar. Pero no sería una meta. Sería una alegría, porque es volver con mi gente y estar con ellos. Y ser feliz trabajando, porque creo que en el Sevilla sería feliz trabajando. La temporada, evidentemente, como tú dices, ha sido dura. Pero tiene una afición que no te va a dejar que te relajes. Para mí eso es uno de los motivos para ir a un sitio. Pero tiene que haber otro, y es que realmente seas útil. Yo cuando llegué a Valladolid lo primero que dije es que yo quería contar con gente capacitada y en la que yo confiara. A mí los puñetazos en el pecho, es decir, reivindicar un trabajo dando puñetazos en el pecho, que siente mucho el club, no me sirve. Porque al final el tiempo demuestra que los puñetazos se los lleva al viento. Creo que uno tiene que optar a trabajar porque se siente competente. Yo me siento con competencia para ayudar en mi club y en mi casa.
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