“Bajaba la regla y vete a entrenar, aprieta la tripa con la pelota y no te quejes” | Relevo

Competir en lo más alto de la élite siendo casi una niña es un tema cada vez más delicado entre la opinión pública. Hace décadas se veía como una heroicidad, un show para el espectador por lo exótico de poder ver a un crío haciendo cosas extraordinarias. No es solo un terreno exclusivo del deporte (véase MasterChef Junior o La Voz Kids), pero según pasan los años se empiezan a verbalizar las consecuencias que, para los primeros, provoca un entrenamiento y exposición pública tan tempranos. Lo de la gimnasia rítmica es un mundo aparte y no hace falta más que escuchar, ver y leer a Almudena Cid para entenderlo. Leyenda del deporte español y mundial, sufrió en sus carnes lo que es entrenar y competir horas y horas desde pequeña olvidando sus transformaciones físicas y personales para lograr el objetivo de participar en unos JJOO. Ella consiguió lo que la mayoría no alcanzan en su disciplina: una carrera larga en la élite más allá de los 25 años. Ella no se quedó por el camino con 18, pero todo ello arrastró unas secuelas. De todo ello ha hablado con Quique Peinado en ‘El Vestuario’ de Relevo, en una conversación que, en muchos pasajes, te invita a reflexionar sobre lo que ves cada cuatro años en televisión.

Puedes ver aquí la entrevista completa de Quique Peinado a Almudena Cid en ‘El Vestuario’

¿Cómo se defiende de las injusticias una niña o una deportista muy joven? Porque en el gimnasio las deportistas son muy jóvenes. ¿Cómo se puede defender una persona de eso?

Bueno, cuando eres más joven te sacan de tu núcleo familiar. Y eso es una realidad, a partir de ahí te vas a Madrid, te alejas a 350 km de tu familia que no puede estar todos los días contigo, entonces se genera un contexto y un ambiente nuevo para ti, donde tú estás sobreviviendo, luchas para adaptarte y realmente ahí sientes como… Para mí hubo un cambio en mi deporte y en mi ser cuando sentí que era prescindible. Porque tú cuando llegas al equipo es una necesidad del equipo. Pero cuando sientes que eres prescindible…

¿Eso cuándo pasó?

Con 17 años, a la vuelta de los primeros juegos. Me cambió el cuerpo, engordé cuatro o cinco kilos en esas vacaciones, me bajó el periodo, empezaron a llegar gimnastas que eran como yo un año antes, delgaditas, con el cuerpo aún de niñas, y cuando vi esa amenaza y vi que nadie se preocupaba de la gestión de la incorporación de nuevas gimnastas, que aquello era supervivencia donde cada uno hacía lo que podía con lo que pasaba, porque nunca se preguntaba: “Cómo estás, qué necesitas, qué te está pasando, qué podemos hacer, qué valor tienes, qué podemos rescatar de ti, qué nos gusta de ti”… No había nada de esto, era entrenar, entrenar, entrenar, competir, competir. Entonces cuando no hay reflexión, cuando no puedes exponer, cuando no puedes hablar, llega un momento en que en plena adolescencia, que es la que yo transité dentro del equipo, que coincide con la retirada de muchas… sostener eso es muy complicado. Hablamos de un cóctel molotov, hormonal, físico que tú no te entiendes, tu cambio no lo aceptas, la gente te ve distinta, tú ya no eras quien eras, la gente quiere que seas como eras antes, ya no puedes, es horroroso.

Pero está fatal que una niña de 14 años salga de su casa y se meta en un ambiente que no puede controlar. Me imagino el sufrimiento de tus padres cuando les contabas alguna cosa y no sé si reflexionando con el tiempo sacas un balance positivo o negativo de esos años, de los 14 a los 18. Yo lo pienso ahora mismo como padre y me esta dando angustia eso de escucharte.

Primero que tu hijo o tu hija igual no te lo cuenta, que es lo que yo hacía, porque cuando yo volvía a casa de vacaciones veía que las paredes de mi casa eran sustituidas por cuadros de su hija, y la que abandonaba el hogar era yo, así que a mis padres muchas veces les ocultaba la sensación que yo tenía, pero yo tuve muchos problemas también con la adaptación al nuevo equipo, a las niñas que estaban. Ellas tienen unos códigos, tú tienes que hacerte con el grupo, y empiezas a hacer cosas que tú nunca hubieras hecho por sentirte integrada, entonces todo eso no se hablaba. Si fuera responsable de un equipo nacional, antes de que una gimnasta entrara en el equipo tendría un lugar donde esa gimnasta pudiera ir, independientemente de técnicos y federativos, donde le plantearía una información previa a todo antes de que diera ese paso, y habría una reflexión semanal, mensual, continuada, sobre cómo está y su estado.

¿Y eso se hace ahora? ¿O algo parecido?

Eso se lo tendrías que preguntar a las que están ahora, yo creo que es a mí lo que me faltó en mi generación. Muchas veces en el deporte quieren que los deportistas no piensen, que actúen, que hagan, pero que no piensen.

Pero eso vale con una tía de 35 años, pero con uno niño de 14…

Claro, pero cuando tú, a través del miedo y la amenaza, consigues las cosas, es un sistema muy sencillo de aplicar para conseguir los resultados.

Pero estamos hablando de niños

Lo sé, lo sé, lo sé.

Solo la utilización de ese lenguaje, con niños y con niñas, si lo sacas del deporte y tú lo llevas a una fábrica, estaríamos montando aquí el mayor escándalo del mundo.

Claro, pero estoy hablando de una generación de hace más de 20 años, donde el sistema que se trajo era el que se utilizaba y, evidentemente, yo creo que el deporte sí que ha evolucionado en muchos aspectos, primero porque ahora ya empiezan a haber denuncias y hace poco han vuelto a salir. Quiero decir que estamos empezando a verbalizar lo que luego hemos visto que no da ningún éxito de ningún tipo, porque a la vista está que los éxitos deportivos luego pasan al olvido y lo que te queda es tu experiencia traumática.

Tú has sido muy buena haciendo eso, pero un deportista haciendo mucho menos que tú, debería tener una vida garantizada, creo yo. Tú con 14 años te vas de Victoria, te vienes a Madrid, ¿tu adolescencia fue una adolescencia feliz o no?

Recuerdo mis veranos en el pueblo, en Alcántara, ese momento de ir con la toalla andando hasta la piscina, luego la verbena de por la noche, el primer chico que te gusta, esas cositas. Yo luego, a partir de los 14, se acabó. No he vuelto a tener… Solo después de Atlanta 96 nos dieron un mes y ahí es cuando me cambio el cuerpo y dije: “Ostras, parar un mes tiene consecuencias”.

En Atlanta tú tenías como 16 años. ¿Esa época para ti es una época feliz?

No. Para mí fue súper doloroso transitar la adolescencia, el cambio de cuerpo, estando en activo porque no había conciencia ni conocimiento. Te bajaba la regla y vete a entrenar, apriétate la tripa con la pelota y con el suelo y no te quejes. Fíjate, a mí los días que estamos con la regla y la menstruación, tengo todavía el chip como si no te pasa.

¿Hoy?

Sí, sí. Digo: “No, no te duele la regla, túmbate un rato y quédate hecha un ovillo”, porque era lo que yo deseaba hacer y no podía. O cuando me tomo un café a mediodía y me siento en una cafetería cuando debía estar dando vueltas y saltando y con dolores… para mí hoy es un puñetero lujo.

15 años después de haberte retirado

Yo vivo momentos que… Luego la gente me dice: “Tía, me encanta estar contigo porque eres una disfrutona”.

Esto es un poco de estrés postraumático, ¿no?

Yo creo que sí. A ver, también yo alargué mucho mi carrera y pasé por cosas que muchas gimnastas no pasaron porque se retiraron antes. Por ejemplo, las del ciclo de Atlanta 96 quedaron campeonas y no aguantaron más que una gimnasta hasta el ciclo siguiente. Las de Río de Janeiro (2016), estuvieron desde Londres (2012) y luego ya también se retiraron.

Y es que además a ti se te exige durante 24 horas que te dediques a pensar en una cosa que desde luego no son tus finanzas.

Espera, ¿y qué finanzas? Que yo cobraba, siendo una de las ocho mejores del mundo, 17.000 euros. Esa era mi beca. Yo porque luego fui una gimnasta que hizo historia, que fui atractivo para las marcas y puedo hablar desde un lugar cómodo. Yo estoy hablando por quienes han sido olímpicas y medallistas y están trabajando en un establecimiento, en un centro comercial, no sé cuántas horas de pie, con un dolor lumbar provocado por una carrera deportiva, y que encima mira para atrás y no es historial trabajado. O sea, que es muy difícil, esto es muy doloroso.

Si tú no hubieras tenido repercusión comercial, si hubieras sido una gimnasta buena pero normal, de las que la gente son muy buenas pero sin repercusión fuera del deporte… tú, con 28 años, ¿cuál hubiera sido tu situación económica al salir al mundo?

Mira, yo besé el tapiz en mi retirada de Pekín y sabía que en ese beso se iban 17.000 euros. Yo creo que un beso no costó tanto, ¿sabes? Porque al hacerlo público, la beca correspondiente al año siguiente te la quitan, entonces muchos deportistas se retiran por detrás diciendo: “No, estoy lesionado”. Lo hacen para cobrar la beca correspondiente con todo el derecho del mundo.

O sea, uno con 28 años ya tiene que tener una vida más o menos formada, o estar en camino, aunque esto cada vez ocurre más tarde, pero en una vida normal, tú ganando 1.300 euros al mes durante no sé cuántos años, entiendo que no tendrías ahorros si no hubieras tenido ingresos de marcas

Bueno, ahorros pude ahorrar porque el dinerito que me iba llegando de las dos marcas las iba guardando.

Pero que un deportista de élite no consiga dinero de lo que se supone que es el ejercicio de su deporte…

Tendría la entrada para un piso porque hubiera intentado ahorrar. A ver, si hubiera tenido que pagar los 400 euros de la Seguridad Social, pues aquello se reduce muchísimo más. Y sí es verdad que el deportista está en un régimen de que si está en un centro de alto rendimiento se ahorra el gasto de la comida y el alojamiento, entonces tú puedes ahorrar casi mil euros al mes los años que estés, entonces luego tienes para pode dar una entrada a un piso.

Pero la gente los viste de héroes, cada cuatro años les exigen que ganen, todavía les critican si no ganan la medalla y lo que le está dando el Estado, o nosotros, o quien sea que tenga que financiar esto, es una vida casi precaria.

Bueno, el problema es que tú, por ejemplo, coges las estadísticas de la edad de abandono deportivo, y cuando las niñas empiezan a los seis, a los catorce abandonan. Los chicos es como hasta los… no sé cuál es la estadística exacta, pero igual estamos hablando de los 19-20 años. ¿Por qué pasa que las chicas a los catorce abandonan el deporte? Porque no ven que el deporte les vaya a dar ni trabajo ni nada. Entonces, si tú al menos sabes que como deportista, si llegas al equipo nacional, tienes una cotización en la Seguridad Social y eres trabajadora, por lo menos te lo planteas y el padre y la madre te dirán: “Venga, sigue, que te merece la pena”, pero es que, si no es así, muchos padres dicen: “Hija, si es que no te va a dar de comer, si es que no te va a dar ni trabajo, ni vas a estar cotizando en la Seguridad Social”. Entonces hay un impulso en que ese deportista no continúe con toda la lógica del mundo porque no tienes absolutamente nada y esto está pasando con jugadores de otras disciplinas deportivas, no hablo de fútbol, olvídate del tenis y tal, vamos a hablar de los deportes olímpicos mal considerados minoritarios. De repente han dejado la práctica con 40, tienen 55 y solo 15 años cotizados. La jubilación está a la vuelta de la esquina. Luego también hay otra cosa, que todo hay que decirlo, ha habido momentos donde a un atleta le han dicho, ¿cotizas o prefieres dinero?

Y eso también es comprensible, que escojan otra opción, porque no están nadando en la abundancia

Por eso yo creo que esto hay que regularlo de una manera en la que el deportista no tenga que elegir, sino que sea algo establecido, porque en Italia son funcionarios, entonces tienen unas garantías. Luego tú decides si seguir o no en ese funcionariado porque tu ilusión es dedicarte a la televisión, o a ser enfermera, o a, yo qué sé, me apetece tener mi propio negocio, pero por lo menos ya tienes tu vida laboral, deportiva. Yo cuando leí en el decreto “Trabajadora”, me emocioné. Hablamos mucho este año de la salud mental del deportista desde Tokio, y evidentemente cuando estás en activo es súper importante, pero los problemas de salud mental gordos vienen después, cuando pasan años, y empiezas a ver que vida deportivo a lo mejor no ha merecido la pena.

¿Para ti no ha merecido la pena?

Para mí sí, pero ha merecido porque he aprendido mucho, para mí el deporte es una escuela de vida. El problema es cuando tus problemas personales y laborales son tan grandes que no te permiten ver lo que sí que te ha podido aportar el deporte. Entonces, en este sentido, creo que tenemos que hacer algo porque yo me busqué la vida, ojo, que el primer patrocinios lo busqué, luego el segundo ya me vino pero lo provoqué. Es que no es que me viniera alguien… no, no, no. A mí me cogió un hombre, me dijo: “Vamos a hacer un campus con tu nombre de esta marca porque hay una chica en un campus de fútbol que me ha dicho que a ver cuándo hago una de las gimnasias”. Me hicieron un campus sin yo cobrar un duro, me llevaron a la tienda y un hombre me dijo: “Toma una mochila llena de ropa”. Y entonces me puse a meter ropa, me llevé 20 plumas y, el domingo, que tenía libre a hacerme fotos con la ropa, se las mandé, y entonces me dijeron: “Ostras, Almu, estas fotos han llegado al de arriba y justo están en una campaña de baile; eres ideal”. Si yo no llego a mandar las fotos o no llego a decirles, “Gracias, gracias, gracias, me encanta vuestra ropa, es súper cómoda”, esto no hubiera ocurrido. Luego yo me vi en los banners de los mundiales o copas del mundo con mi cara, y dije: “Hostia, claro”. Luego fue todo más rodado pero hubo una provocación. Considero que he hecho muchas cosas para que mi vida haya sido después así.

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